17 de febrero de 2015

Deadly Class de Rick Remender y Wes Craig: Adolescencia y Ultraviolencia

























De la nueva hornada de guionistas que han aparecido en los últimos años, Rick Remender es quizás uno de los autores más heterogéneos de ellos, capaz de saltar sin ningún tipo de complejos del tebeo más mainstream y complacer tanto a los lectores de superhéroes de toda la vida como a lectores que han abandonado o nunca se habían acercado a un género que todavía muchos, incluso dentro de la industria, miran con recelo, a obras más personales pero encuadradas en el género de la ciencia ficción como Fear Agent o su más reciente Black Science.



Lo que todavía no habíamos visto en su ya extensa obra era un tebeo llamemos realista y más cercano a los gustos del sector más independiente de los lectores. Y por el momento, Deadly Class es ese cómic. Un cómic que en un principio y gracias a sus imágenes promocionales parece más un tebeo gamberro y cool, más cercano a las obras de Mark Millar o al cine de Tarantino. Y nada más lejos de la realidad.



Detrás de ese aspecto de tebeo ligero, nos encontramos con una aproximación cruda de las dificultades y el duro camino que todo adolescente debe pasar como rito de pasaje en su vida para pasar a la edad adulta. Por supuesto, llevado al extremo al que es llevado nuestro protagonista, Marcus López, un adolescente que vive mendigando en la ciudad de San Francisco a finales de los 80 tras haber presenciado de niño la muerte de sus padres y que es reclutado para asistir a un instituto donde las grandes familias mafiosas llevan a sus retoños para convertirlos en la nueva generación de asesinos.



¿Y cómo puede ser realista un tebeo con una premisa tan bizarra y descabellada? Por el tono que le imprime Remender, convirtiendo a un conjunto de estereotipos (estética japo cercana al anime y al manga, un conjunto de personajes que pertenecen a grupos y estratos sociales muy característicos) en personas de carne y hueso que además sorprenden al lector al no actuar como todos creemos, basados en unos prejuicios que por mucho que intentemos evitar para ser lo más políticamente correctos posible, todos tenemos en mayor o menor medida.



Pero un buen tebeo se convierte en un magnífico tebeo cuando un buen guión se acompaña con un buen dibujo. Y aquí Wes Craig, el dibujante de la serie, cumple con creces, entregando en cada página un prodigio de narrativa y dinamismo, componiendo páginas y páginas de puro ritmo, sabiendo cuando acelerar y cuando frenar la narración y los tiempos de lectura y demostrando que todavía no está todo inventado en el mundo del cómic, con esa ecléctica mezcla que funde sin tapujos a autores tan dispares pero complementarios como pueden ser Klaus Janson y Bill Sienkiewicz, sin olvidar autores más contemporáneos como Chris Ware, David Aja o Javier Pulido.



No puedo terminar esta reseña sin destacar al otro 33% del éxito de este cómic, el uso del color de la mano de Lee Loughridge, que nos retrotrae a la limitada paleta de colores del mundo del cómic previa a la explosión digital y que le sirve para preparar anímicamente al lector con aquello que se va a encontrar en cada página de un tebeo valiente, original y una nueva muestra más de lo que es capaz de entregar al mercado una editorial como Image Comics.


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