29 de noviembre de 2017

The Neon Demon de Nicolas Winding Refn: La pesadilla de la banalidad




Una niña/mujer/muñeca yace muerta con la garganta cortada en una pristina butaca que bien podría pertenecer al palacio de Versalles en la época de Maria Antonieta. La cámara retrocede para mostrar al espectador que esa estampa no es más que un decorado artificial y que lo que vemos no es real, sino una representación de lo real. Así comienza The Neon Demon, una visión descarnada del precio de la fama, que parece seguir la estela de obras como Eva al Desnudo o Showgirls, pero que atesora un veneno y una inteligencia en su interior que como el universo y los personajes de la película de Nicolas Winding Refn, no aparenta a primera vista.






Winding Refn, a través de largas y sinuosos travellings y planos generales, nos muestra un universo vacío de vida, donde el mundo de la moda y la belleza, esconden a un conjunto de seres amorales que viven única y exclusivamente por y para su exterior. Un exterior que es la única moneda de cambio en un entorno donde los personajes y sus protagonistas se convierten en objetos de un decorado artificial y artificioso que se convierte en la esencia de la cinta del director de Drive, donde Refn, al igual que los fotógrafos que trabajan con Jesse, la protagonista de la cinta interpretada por Elle Fanning, usan y abusan de estos bellos y frágiles objetos superficiales cuyo interior contiene la nada.






Ese vacío existencial en el que viven sumidos los personajes de este The Neon Demon, solo respira a través de las pulsiones de unos personajes sumidos en su doble estado de alimento y sexo, en alusión a la elección que le hace tomar el personaje de Jenna Malone al de Elle Fanning en la conversación sobre que tipo de pintalabios la define. Un personaje, maquilladora de vivos y de muertos, exenta y anhelante del contacto con la vida, que busca a través de la pulsión sexual la recarga de vida que ha perdido a lo largo del contacto con unas criaturas vampiras de vida.








Winding Refn representa este descenso a los infiernos de la belleza absoluta, una belleza vacía, pero que como dice un personaje en el transcurso del filme, no es lo más importante, sino lo único importante, a través de una paleta cromática que además de hacer uso del espacio negativo para reflejar la opresión de un estilo de vida del que la protagonista y nuestra sociedad es incapaz de escapar, a través del azul y el magenta, en escenas visualmente subyugantes y que sirven como Caronte cromático del camino a los infiernos de una joven e inocente niña de provincias que cae rendida ante los encantos y el brillo de un “Demonio de Neón” que tras sus apabulllante empaque visual, esconde o la nada, o el mayor de los horrores, en un tercer acto ya sugerido en la secuencia de apertura, que transforma la obra en una suerte de película “trash”, fiel reflejo de unas protagonistas y un sub-mundo que muere por dentro, mientras su exterior permanece inmutable como las momias embalsamadas de un mausoleo.

27 de noviembre de 2017

Action Comics The Oz Effect de Jurgens, Bogdanovich y Sook: ¿Hace falta un Superman en estos tiempos aciagos?




















Los tiempos aciagos que lleva viviendo nuestro mundo desde principios del presente siglo, ha transformado la percepción que tenemos del concepto de heroísmo y los mismos héroes de las viñetas han sufrido un revulsivo en estas últimas décadas a costa de un siglo XXI donde la amenaza del terrorismo y la seguridad, las crisis económicas, la precariedad laboral y social, además del recorte en las libertades y la grave crisis de valores que vivimos, debido a los escándalos políticos y financieros, han provocado un alto grado de nihilismo entre todos los que habitamos este planeta.



Si echamos la vista atrás, nuestros héroes han sufrido un oscurantismo donde los conceptos de paz, libertad y democracia, representado sobre todo en un personaje como Superman, han ido virando, tanto en ese Nuevos 52 de infausto recuerdo para los aficionados, como en la polémica versión cinematográfica de Zack Snyder que comenzó con el largometraje El Hombre de Acero.



Pero en DC Rebirth, la editorial de Superman, Batman, Wonder Woman y demás iconos del siglo XX, han tomado la decisión de volver a tomar la senda de la luz, con un regreso progresivo de unos héroes que se habían ido echando a perder por capas y capas de cinismo y oscurantismo que no conseguían hacer que los personajes y las historias transmitieran ese halo de esperanza que necesita el género y el primer motivo por el que de niños nos acercamos a estos héroes de fantasía: porque traían esperanza y sabíamos que harían lo correcto.



No es secreto para nadie que la lucha entre la luz y la oscuridad se librará en la recién estrenada en Estados Unidos Doomsday Clock, el gran evento de DC Comics que enfrentará a los héroes de la editorial con las creaciones de Moore y Gibbons, los iniciadores de esta caída a las tinieblas del género. Pero a lo largo de los dos últimos años, la editorial ha ido diseminando pequeñas pistas y misterios, sobre todo en las series regulares de Superman, donde se nos presentó a un misterioso individuo llamado Mr. Oz y que lleva mucho tiempo espiando al Hombre de Acero y a su entorno, además de ir secuestrando a una gran parte de los héroes y villanos del universo DC y que fue presentado en la etapa de Geoff Johns y Romita Jr en la serie regular de Superman, en los estertores de Los Nuevos 52.



Y llegamos a este "Efecto Oz" que promete y entrega la revelación de quién es este misterioso personaje, del que muchos sospechábamos que era Ozymandias. Y no, no lo es, pero sin desvelaros el misterio, decir que entronca con las raíces de la creación de Siegel y Shuster y que no dejará indiferente. Su revelación, hará tambalear las creencias de Superman, en un enfrentamiento entre dos posturas, el optimismo y la desesperanza, que aunque algo básico, su guionista, el veterano Dan Jurgens, desarrolla en cinco partes con correcta destreza, siendo en algunos momentos tan naive como el Hombre de Acero en la manera de plantear la solución de conflictos reales, pero que demuestra su capacidad para que sus cinco ejemplares cundan en contenido como las grapas de antaño.



También le sirve a Jurgens para volver a situar al último hijo de Krypton como el adalid y el centro de la esperanza de un universo DC que pugna por surgir de las tinieblas, un trabajo que ya está realizando de manera encomiable Peter Tomasi en la otra serie dedicada al personaje. Pero además, Jurgens entrega aquello que la publicidad prometía, resolviendo los misterios propuestos y avanzando un pasito más a ese Doomsday Clock que se presupone será la salida definitiva de la oscuridad, para que el universo DC abrace una nueva etapa repleta de luz y esperanza.

24 de noviembre de 2017

Mindhunter de David Fincher: El camino a la obsesión














Si hubiera que definir en pocas palabras la obra de David Fincher, podría definirse como el cine de la obsesión. Porque desde su verdadera primera obra, Seven -obviemos su accidentada ópera prima, Alien 3, donde poco pudo hacer el cineasta- hasta este Mindhunter que nos ocupa, la obra y los protagonistas de Fincher viven petrificados en su obsesión.



No es casual que la puesta en escena del cineasta haya ido cambiando a lo largo de dos décadas, desde sus primeras, excelentes, pero en algunos momentos efectistas primeros trabajos -Seven, The Game, Fight Club y The Panic Room- hasta sus más recientes obras, siendo la punta de lanza de la misma Zodiac, cuyo legado se deja ver en trabajos como La Red Social y esta nueva serie para Netflix, llamada Mindhunter.



Fincher ha sabido deconstruir su estilo, tanto visual como narrativo, hasta quedarse en la esencia, en lo básico, aparentando ser formalmente sencillo, pero ocultando bajo esas formas elegantes, una narrativa compleja, siendo su mejor exponente La Red Social. Mindhunter sigue la estela tonal de dicha obra, con la obsesión de un protagonista que no es ni más ni menos que un sociópata con apariencia de ser humano. Y es ese bullir interior de los personajes de Fincher que han sabido encontrar su forma en ese aspecto visual aparentemente contenido en el exterior, pero inexpugnable en su interior, plasmado visualmente en esos puntos de fuga que dejan entrever sutilmente al espectador las capas de profundidad tanto de la obra, como de sus personajes.



Mindhunter es heredera del interés de Fincher de la cultura y la obsesión contemporánea por los "serial killers" y la influencia en nuestra sociedad de los mismos. Elementos perfectos para una obra que se nutre de individuos escindidos de la sociedad y que solo algunas veces se dejan ver tal y como realmente son. Si Seven fue su primer acercamiento al llamado thriller psicológico, un ejercicio de estilo que atesoraba un caramelo envenenado en su interior que demostraba en su fascinante acto final que la película era mucho más que la típica historia de la caza del asesino, Zodiac, su primera obra de madurez, demostró que el cine de asesinos en serie era un vehículo excelente para contarnos no solo la obsesión humana, sino también la soledad y la falta de comunicación en nuestra sociedad contemporánea.



En Mindhunter, Fincher aprovecha la extensión del relato seriado para desarrollar pausadamente aquello que solo podía quedar intuido en su inquietante Zodiac, volviendo a demostrar que sus facultades para crear una atmósfera, un tono y un estado de ánimo siguen intactas, en esta historia basada en hechos reales, sobre la investigación de dos agentes de FBI, a finales de los años 70, para desentrañar las mentes y los métodos de una nueva clase de criminal que los antiguos métodos no eran capaces de comprender. Y así, Fincher nos muestra a través de los ojos de su trío protagonista, como el horror hace mella y cambia a las personas que se acercan a ese entorno viciado y plantea la pregunta que yace en el espectador tras ver estas aproximadamente 10 horas, ¿realmente los asesinos en serie son tan diferentes al resto de los mortales?.

22 de noviembre de 2017

Imperio Secreto Mes 3: Levantando levemente el vuelo






































En este tercer mes del evento, Nick Spencer pone la directa, entregando dos ejemplares que cierran el segundo acto de una saga que ha ido de más a menos, pero que en su séptimo ejemplar ha recuperado el brío. Centrándonos en la serie central, tenemos un episodio 6 que se centra principalmente en el ataque de Hydra a la base rebelde de Tony Stark con revelación mediante del traidor entre las filas de la resistencia, cuyo descubrimiento y excusa para conseguirlo es lógico pero tremendamente tópico. Poco ayuda en este ejemplar la desgana y las prisas de un Leinil Yu que sigue entregando un trabajo por debajo de la media, en un tebeo donde es destacable únicamente la conversación entre Steve y Banner, con su alter ego esmeralda de por medio.





En cambio, el séptimo capítulo de la saga nos devuelve al mejor Spencer, donde la sombra de las premoniciones de Civil War 2 se hacen presentes y tenemos, por supuesto sin revelar nada, un combate excelso entre dos pesos pesados e iconos de la editorial, una muerte dramática, que queda algo deslucida por una narración y composición algo confusa del por otra parte siempre excelente Andrea Sorrentino y una decisión fundamental para un personaje de nuevo cuño de la casa de las ideas, que definirá su destino.






En cuanto al maremagnum de tie-ins de este mes, quizás por el momento el mayor que hemos tenido en los meses que lleva la saga en circulación, destacar como imprescindible el ejemplar de la serie regular del Capitán América, donde Spencer nos entrega dos ejemplares a leer tras el séptimo capítulo de la serie central y donde hace un repaso psicológico certero de los dos Capitanes América que tenemos en liza y sobre todo, dos conversaciones míticas entre Rogers y Odinson y sobre todo entre Rogers y su antigua amada y traicionada Sharon Carter.






Medianamente centrales son los ejemplares de este mes de las series regulares dedicadas al Doctor Extraño y Patrulla X Azul. El primero continua con los intentos del maestro de las artes místicas de salvar Manhattan de las fuerzas oscuras, en un trabajo correcto del equipo interino del serial formado por Dennis Hopeless y Niko Henrichon. Patrulla X Azul se desvía hacia esa nueva nación mutante liderada por Xorn y una Reina Blanca que ha vuelto a sus oscuros orígenes, siendo un soplo de aire fresco y un punto de arranque atractivo para una franquicia necesitada de lineas argumentales atractivas, siendo esta un buen ejemplo.






Terminamos con los tie-ins cuya implicación en el evento central es muy pero que muy tangencial. Comenzamos con Patrulla X Oro, donde aprovechando que están dentro de esa Nueva York cerrada por las fuerzas del mal, Guggenheim entrega sus dos mejores ejemplares en esta poco memorable etapa de los mutantes, consiguiendo esta vez si, darle ese toque clásico a la serie y a unos personajes que esta vez si, suenan a auténticos. Campeones, la serie de Waid y Ramos, se remonta al comienzo del evento, antes que los jóvenes héroes Marvel se unieran al escuadrón de la Viuda Negra, en un tebeo que sigue la línea correcta de sus ejemplares previos y que debía haber sido publicada un par de meses antes. Finalizamos con el ejemplar mensual de Los Vengadores de Mark Waid, de nuevo acompañado por Mike del Mundo, tras los dos fill-ins de Phil Noto, donde Waid nos descubre que pasó con Jane Foster tras ser enviada a otra dimensión por un Steve Rogers que se apropió de su martillo. Del Mundo entrega un trabajo muy cercano en tono a sus Relatos Salvajes junto a Aaron en un tebeo correcto que aporta poco, tano a Imperio Secreto, como a la serie regular de un irregular Waid.








Y hasta aquí el repaso a este tercer mes de Imperio Secreto y aproximándonos a su recta final, a publicar el mes de diciembre, esperando que los tres ejemplares que quedan para terminar, atesoren los aciertos de un séptimo capítulo que ha conseguido estar a la altura de su prometedor arranque.

20 de noviembre de 2017

Justice League de ¿Zack Snyder?: Un workprint con apariencia de película




















Todos sabemos los problemas que ha acarreado el traslado a la pantalla grande del supergrupo creado en 1960 por Gardner Fox para DC Comics y que reunía a los héroes más importantes de la Silver Age en un único tebeo y que servía como perfecto reclamo para los respectivos fans de cada uno de los personajes de manera individual. Desde el abandono de Zack Snyder debido a la muerte de su hija de 18 años, pasando por el mal recibimiento entre crítica y aficionados de sus dos anteriores películas de este universo cinematográfico arrancado por él y que fue recibido ferozmente en gran medida por el tono al que se acercó al mismo.

El Hombre de Acero, la reinvención del clásico personaje creado por Siegel y Shuster en 1938, bajo la sombra del Batman de Nolan fue recibido con verdadero odio, no por sus valores como obra cinematográfica, sino por la manera en que Snyder interpretaba a un personaje que ha vivido múltiples readaptaciones a lo largo de casi 80 años. Peor suerte recibió Batman V. Superman, la reunión de los dos superhéroes más icónicos de la historia del medio, primero por un montaje cinematográfico que mutilaba la historia hasta casi hacerla incomprensible (recomiendo ver el montaje del director, inmensamente superior) y por el atrevimiento de un Zack Snyder que por lo menos intentó hacer una obra mucho más arriesgada y atrevida, aunque sus pretensiones siempre estuvieron por debajo de sus habilidades como narrador cinematográfico.



Pero de nuevo, el fandom rugió de una manera desorbitada, no por los problemas de dirección, estructura narrativa y el uso y abuso de técnicas digitales que necesitaban ser pulidas antes de entregar el producto final, sino de nuevo por decisiones argumentales que para dichos fans, desvirtuaban a unos personajes que lamentablemente, muchos aficionados y fans fatales creen equivocadamente que son aquello que ellos quieren que sean o que son únicamente aquellas versiones concretas que ellos han leído en un momento concreto de su vida. Aviso para navegantes: El Batman de Miller es igual de valido y oficial, que el Batman de la serie de los 60 y el Batman de Burton, por poner unos pocos ejemplos.

Y así, llegamos a esta Justice League estrenada este pasado viernes, que ha pasado a convertirse de opus magna de la cinematografía DC de Snyder -ya que en su momento inicial y antes de las reacciones de las dos películas mencionadas anteriormente iban a ser dos películas y de ahí pasó a ser una película de unas tres horas de duración- a película trailer de menos de dos horas de duración.



Si hay algo que hay que valorarle a Snyder es su atrevimiento y su desmesura. Cierto es que esa desmesura no se equilibra con sus bondades como realizador, pero siempre es agradable ver a un director que se atreve a probar algo diferente, sobre todo en un Hollywood adocenado y clónico, aunque muchas veces patine. Pero este remedo que nos ha presentado Warner en salas, más parecido a un workprint que a una película terminada, hay un mundo.

Warner decidió, tras la marcha de Snyder, que Joss Whedon, el creador de Buffy y artífice de Los Vengadores, los dos mayores éxitos de Marvel/Disney, suavizara los perfiles de este universo DC en ciernes y paliara los excesos Wagnerianos y pesimistas de la obra de Snyder. El resultado, es una obra torpe, que no es ni de Snyder ni de Whedon, que no se acerca ni a las dos obras previas de Snyder, ni mucho menos consigue ese joie de vivre que tenían los mejores productos de Marvel Studios, con Los Vengadores y Guardianes de la Galaxia a la cabeza.



El problema, que Justice League es una obra no solo cuarteada y desmenuzada a su mínima expresión, sino que es una obra desganada, sin ninguna elegancia en las formas y un fondo que funcionaría para un episodio de Superfriends, o cualquier serie de dibujos animados de Sábado por la mañana, es decir, para una narrativa que dura unos 20 minutos, pero no para un largometraje de dos horas.

Cierto es que hay destellos a lo largo de las dos horas que insinúan levemente la película que podía haber sido, destacando ese prólogo inicial que nos muestra sin palabras las consecuencias de la muerte de Superman, o las conversaciones entre Bruce y Diana acerca de la muerte del último hijo de Krypton. Pero esos detalles quedan sepultados por una narrativa fragmentada, que más parece un trailer de la película por venir, que una obra cinematográfica terminada, con una dirección plana y sin ningún tipo de hallazgo visual que no provoque en el espectador más que el bostezo y una obsesión por transformar el drama wagneriano de Snyder en una obra más ligera y supuestamente del gusto de todo el mundo que la acaba emparentando más con un X-Men La Decisión Final, que a esos Vengadores que quiere llegar a alcanzar.



Poco ayuda un villano random con amenaza random reflejado en ese Steppenwolf que hace un flaco favor a ese Cuarto Mundo de Kirby sugerido por Snyder en BvS y que no comprende las sutilezas insertadas en el mismo por Kirby, convirtiendo las Cajas Madre en sucedáneo del anillo único de la obra de Tolkien, pero sin ninguna magia. E incluso las set pieces de acción, resueltas de manera torpe, tanto en el aspecto artístico como técnico, acaban entregando un producto deslucido, que no llega a ser un absoluto desastre, aunque lo roce en más de una ocasión, pero que es un claro ejemplo de la clara decadencia del cine blockbuster hollywodiense.

En definitiva, Justice League promete fantasía, ilusión, espectáculo y un momento histórico para los aficionados a los héroes de las viñetas y acaba entregando una obra sin terminar que lo mejor que arranca al espectador en la gran mayoría de su mutilado metraje es un sonoro bostezo.

16 de noviembre de 2017

Twin Peaks The Final Dossier de Mark Frost: Subrayando lo sugerido





























El final de la críptica y sugerente Twin Peaks El Regreso hace ya más de dos meses, dejó a muchos seguidores del serial, que no de la obra de David Lynch, sumidos en un mar de dudas, que se había ido acumulando a lo largo de las 18 partes de las que constó este retorno inesperado y completamente diferente a lo esperado. Personajes tan icónicos del serial original como Annie, Leo Johnson o Donna ni siquiera fueron mencionados en El Regreso y otros personajes tan queridos como Bobby, Shelly, James y Audrey, se convirtieron meramente en una nota a pie de página, quedando su pasado, presente y futuro, únicamente mencionados, no siendo el centro de la narrativa como en la obra original.

Sumémosle a eso, que el nuevo Twin Peaks formal y narrativamente acabó siendo un trabajo donde la sombra de Lynch fue mucho más poderosa que la de su co-creador Mark Frost, acabó convirtiendo al serial de la tarta de cerezas y los bosques frondosos, en algo mucho más cercano a la fragmentación narrativa de trabajos de Lynch como Inland Empire, que a la magnífica y muy querida primera temporada del serial, llevando muchos pasos más allá lo planteado en Fuego Camina Conmigo, para gozo de los incondicionales del director y asombro y desconcierto para el resto.



Algo así debe de haber pensado Mark Frost al realizar este Final Dossier, epílogo de la obra estrenada este pasado verano, por lo menos hasta el momento que quisieran decidir volver a este pueblo del noroeste de Estados Unidos. Si aproximadamente medio año antes de que volviera Twin Peaks a la ya no tan pequeña pantalla, Frost regaló a los fans un pequeño aperitivo con el Libro la Historia Secreta de Twin Peaks, un ambicioso e irregular repaso de Frost por la mitología de fondo de la obra original, ahora nos entrega un regalo fin de fiesta.

Este regalo de fin de fiesta, por supuesto es bienvenido por todos los que seguimos el serial más revolucionario de la historia de la televisión, pero también es cierto que dentro de los que queremos y adoramos Twin Peaks, están aquellos que tiran más hacia lo que hace Lynch y otros tiran hacia el tono de Frost. Yo me encuentro entre los primeros. Es por ello, que este Final Dossier se lee de una sentada y sus aproximadamente 150 páginas se disfrutan página a página, como cuando te reencuentras con esos amigos que no veías hace mucho tiempo y a los que siempre has querido. Pero también es verdad que Frost parece hacer un Twin Peaks para Dummies, convirtiéndose en El Archivista del serial, más que la otra mitad espiritual de la obra, dando un cierto orden y supuesta estructura, redundando en aquello sugerido en la tercera temporada y que no aporta más allá de detalles para ganar un Trivial, nada que no estuviera sugerido de manera absolutamente brillante por el críptico Lynch.



Más allá de ese supuesto orden y concierto, tenemos esos pequeños detalles que harán las delicias de los fanáticos del serial, como el destino de Leo Johnson, el funeral de Margaret y la averiguación de quién es el custodio de su querido leño o cómo está Annie. Pero también, Frost patina rizando el rizo con una historia tan rocambolesca como toda la de la familia de Norma Johnson, que hay que ver para creer, o el poco jugo que le saca a temas mucho más interesantes que a que dedicaba el tiempo libre el Doctor Jacoby, como los escuetos capítulos dedicados a Philip Jeffries, Judy o el destino de nuestro querido Agente Cooper y su fracturación del espacio-tiempo. O puede que no quieran contar más, ante una posible vuelta del serial en un futuro cercano. ¿Quién sabe?

Pero al final no hay que pedir más de lo que hay. Y este libro, aunque canónico dentro del corpus Peaksiano, es más un objeto de cinefilia, una pieza más del escaso pero fascinante mundo paralelo alrededor de la obra central, que realmente se vale y se sirve a si misma como objeto único, sin necesidad de estos tie-ins, disfrutables en la forma, pero en realidad, prescindibles en el fondo, a no ser que seas, como el que aquí suscribe, un fan fatal del serial más revolucionario y mítico de la historia del medio.

14 de noviembre de 2017

Batman The Dark Prince Charming Libro 1 (de 2) de Enrico Marini: El Cruzado de la Capa se pasa a la Bande Dessinée






















Una de los aspectos más atractivos de la DC Comics actual, reestructurada a través del soplo de aire fresco que es DC Rebirth, ha sido la diversificación de formatos, ya sea la recuperación del formato de miniseries Prestige, las antologías de Navidad, Halloween, con un variado y alto nivel en el apartado de autores, miniseries y mash-ups de toda índole o en el caso que nos ocupa, el album europeo.



Y como no podía ser de otra manera, la inauguración de este formato adorado en Francia, tenía que ser con la estrella de la editorial, un personaje que aunque haya sido exprimido casi hasta la saciedad, la gran mayoría de autores desean poner su granito de arena en la historia del personaje. Ese es el caso de Enrico Marini, guionista y dibujante estrella del cómic franco-belga.



Marini es una gran estrella del cómic europeo, donde comenzó a llamar la atención con Gipsy, guionizado por Thierry Smolderen para luego convertirse en ídolo de masas con Rapaces, una reinterpretación del mito vampírico en el mundo contemporáneo, donde junto al guionista Jean Dufaux, cargaron las tintas de la sexualidad vampírica en cuatro álbums cuya calidad fue de más a menos, pero donde el arte de Marini, que aunaba la sensualidad y la elegancia del mejor Manara, con el dinamismo y la cinética de Katsuhiro Otomo, le acabó convirtiendo en uno de los dibujantes de cómic europeo más aclamados y exitosos, como siguió demostrando en trabajos como El Escorpión o la más reciente Las Águilas de Roma, donde Marini también comenzó a encargarse de los guiones, convirtiéndose en autor completo.



Y así como en su apartado de dibujante, Marini es una apuesta segura, su trabajo como guionista en Las Águilas de Roma no estaba a la altura de su apartado gráfico, por lo que el anuncio de que DC Comics y la editorial francesa Dargaud iban a encargarse de co-editar una serie en dos álbums de Batman, dibujados y guionizados por Marini, fue recibido por mi parte con interés por ser testigo de la representación gráfica del universo de Batman por un dibujante de la talla de Marini, pero con escepticismo por las mencionadas capacidades como escritor del artista. ¿Aportaría algo de interés a una figura tan explotada?



Con el primer álbum en la mano y tras su lectura, decir que esta primera parte se disfruta sobre todo por la representación gráfica de Gotham y sus habitantes, donde Marini rediseña al murciélago y su vehículo muy influenciado por los diseños del Batman Nolaniano, pero donde su Gotham City vuelve a recuperar esa atmósfera tan espesa y característica, muy cercana a lo que consiguió el tristemente desaparecido diseñador Anton Furst, en el primer Batman de Tim Burton, allá por 1989.



Marini arranca la historia con una frenética y dinámica persecución por las calles de Gotham City entre el Cruzado de la Capa y su archienemigo El Joker, para posteriormente, redundar en la relación entre unos rediseñados y atractivos Joker y Harley Quinn, sin olvidar otros personajes tan importantes para el corpus Batmaniano como Gordon, Alfred o Selina Kyle, alias Catwoman. 



La sorpresa en la historia, viene dada por una posible paternidad no conocida de Bruce Wayne, que viene a derrumbar su "plácida" vida como playboy de día y vigilante de noche. Un argumento y una historia que Marini desarrolla al menos con solvencia en este primer álbum, pero que sobre todo se disfruta por un apartado gráfico de primer orden.



En definitiva, una golosina visual que no va a remover los cimientos del personaje, pero que se disfruta y mucho, gracias a las virtudes de Enrico Marini como dibujante, trasladando la narrativa franco-belga a un personaje nacido en la cuatricomía. Una curiosidad que hará las delicias de los seguidores de Batman y de Enrico Marini.


12 de noviembre de 2017

Moonshine de Brian Azzarello y Eduardo Risso: Ley seca y licantropía





























El término Moonshine que sirve de título para esta nueva colaboración de Azzarello y Risso, tiene una doble interpretación que sirve para describir en esta nueva obra de los creadores de la mítica 100 Balas. El primero de ellos, sería la definición del alcohol fabricado de manera casera y vendido de manera clandestina en la época de la ley seca, lo que podríamos definir como garrafón. En segundo lugar y de una manera más literal, sería el destello o reflejo de la luna llena.



Ambas acepciones describen un tebeo que aúna la época de la ley seca, es decir, los años 20 en Estados Unidos, con un entorno rural de América Profunda, donde los mitos y las leyendas de esa América oculta al progreso y a la civilización, tratan esta vez sobre la maldición de la licantropía.



Esta mezcla de géneros, tan opuestos como cercanos, les sirven a Azzarello y Risso para ahondar de nuevo en el género noir pero llevándolo al terreno del terror, género que ambos autores no habían tenido oportunidad de tocar, hasta este momento.



El resultado, un tebeo donde todos los ingredientes por separado parecen funcionar a la perfección. Azzarello entrega una historia atractiva, cercana en muchos aspectos a El Corazón del Ángel del director Alan Parker, con personajes atractivamente estereotipados y diálogos acerados e ingeniosos, mientras Risso demuestra una vez más que es un maestro de la composición y de la creación de atmósferas, trasladando a imágenes la sensación de duermevela pesadillesca y de atmósfera pegajosa, donde cuesta distinguir que hay de verdad y que hay de ficción en la realidad que vive el protagonista y en consecuencia los lectores a través de sus ojos.



El problema, y es algo que les viene ocurriendo a Azzarello y Risso en el resto de obras tras 100 Balas donde han compartido tareas creativas, es que el conjunto de elementos no cuaja como deberían. El relato avanza, pero de manera muchas veces atropellada, siendo complicado seguir la narración de aquello que nos están queriendo contar, no por lo compleja o críptica de la misma, sino porque la narración no fluye como debiera, como ya les ocurrió en su Batman: Ciudad Rota.



Pero incluso con esos pequeños defectos que llevan arrastrando Azzarello y Risso tiempo, el tebeo atrapa también por esa incertidumbre de aquello que nos están contando, por el arte de Risso, tan tenebroso como erótico y porque la fusión de América Profunda, Gangsters y Licantropía, es un cóctel que si ambos autores, en especial Azzarello, consiguen afianzar en próximos volúmenes, seremos testigos de uno de los tebeos más interesantes del panorama actual. Seguiremos informando. 

8 de noviembre de 2017

Divinity de Matt Kindt y Trevor Hairshine: Más Allá del Niño de las Estrellas


La evolución humana y que es lo se encuentra más allá de las estrellas, es un tema recurrente, no solo de la ciencia ficción más reflexiva, sino también del pensamiento humano. Ese quiénes somos, de dónde venimos y hacia dónde vamos, es una idea, una incógnita que acompaña al ser humano a lo largo de toda su vida y que aparece en nuestra mente cual "inception" cuando menos te lo esperas.


Otro tema recurrente dentro de la ciencia ficción es la reconstrucción de nuestra historia reciente, donde en base a acontecimientos reales, el autor o autores cambian un único elemento tan básico que acaba trastocando el resto de acontecimientos cual piezas de dominó.


Matt Kindt y Trevor Hairshine se adentran en ambas temáticas en Divinity, un nuevo título de la editorial Valiant, que Medusa Cómics estrena en nuestro país con un volumen recopilatorio que incluye los cuatro primeros ejemplares de la serie regular y un buen puñado de contenidos extra.


Stanley Kubrick, junto a Arthur C. Clarke sentó las bases de nuestra ciencia ficción contemporánea en 2001, cuando Bowman, el astronauta protagonista de la fundamental obra de Kubrick, cruzando el espacio-tiempo, convirtiéndose en un nuevo ser sin principio ni final, cuyas convenciones humanas quedaban atrás, convirtiéndose en ese niño estelar que era un nuevo paso en la evolución humana.

De manera parecida, Alan Moore en Watchmen nos presentó al Doctor Manhattan, personaje que llevaba un paso más allá el concepto de superhombre, convirtiendo a esta versión del Capitán Atom de la Charlton en un ser capaz de reconstruir la realidad a su antojo y donde los conceptos de humanidad, tiempo y espacio, se transformaban en problemas triviales, en un ser cuya humanidad se perdía al tiempo que alcanzaba el conocimiento, que no la sabiduría completa.




Pero incluso con unos precursores tan intimidantes, Kindt consigue entregar un trabajo fresco, que bebe de sus predecesores sin copiarlos y que de nuevo, demuestra la habilidad del guionista para construir relatos con una marcada estructura narrativa y compositiva. De esto último es también responsable la pareja creativa de Kindt, Trevor Hairshine, que con su estilo deudor de Bryan Hitch, pero con un trazo más relajado y sombrío, sabe equilibrar una narrativa donde conviven sin chocar, páginas de profusa fragmentación de paneles, con momentos de efervescencia pijamil en gloriosas splash pages, sin que el resultado se resienta lo más mínimo.



Kindt a su vez, transmite al lector a través de la narración, del estado de tiempo constante y único en el que nuestro protagonista evolucionado, vive, vivirá o quizás vivió siempre, convirtiendo los acontecimientos del futuro en los antecedentes del pasado, construyendo un relato que en sus primeros cuatro ejemplares, recopilados en este volumen, abren muchas incógnitas, desvela otras cuantas y deja suficientes conceptos apasionantes sin resolver, para que el lector espere con interés el segundo volumen de un tebeo de ciencia ficción con toques superheróicos, que demuestra el buen hacer de una considerable cantidad de títulos de la editorial Valiant.

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