A veces los prejuicios y las ideas preconcebidas son malas consejeras que no te dejan disfrutar muchas veces de obras a las que uno les tiene manía solo por el hecho de existir. No te hace falta leerlas para comenzar a afilar los cuchillos y desear con todas tus fuerzas el poder asestarles tu golpe mortal para demostrar al mundo tu odio hacia una obra o autor determinado.
He de reconocer que al Sandman de Neil Gaiman siempre lo he tenido algo atravesado. Me gustó mucho su primer tramo, es decir, hasta la finalización de Estación de Nieblas, se me atragantó su tramo central y recuperé algo la fé en sus dos últimas sagas, Las Benévolas y el Velatorio. En resumen, el conjunto me parece muy estimable con algunos momentos de verdadero genio (el primer ejemplar, el episodio presentación de muerte y La Casa de Muñecas o la ya mencionada Estación de Nieblas) pero en general me parece un tebeo sobrevalorado y que tuvo la suerte de aparecer en una época (principios de la década de los 90) donde los lectores recibíamos con los brazos abiertos cualquier cómic que se alejara de los dientes apretados, los héroes oscuros per se y los guiones de derribo.
Pero una vez finalizada, DC Comics y su filial Vertigo no podía dejar atrás un universo que tantos éxitos, tanto artísticos como comerciales le había reportado. Y así, comenzaron a aparecer diversos spin-offs de las creaciones del adorado Neil Gaiman. No hace falta decir, que ninguna de ellas alcanzó ni el éxito, ni la calidad de la obra de Gaiman, excepto el Lucifer de Mike Carey.
Lucifer fue uno de los grandes aciertos de Sandman, descubriéndonos un personaje rico en matices y que estaba muy alejado de la visión simplista que la iglesia católica nos había dado de él. Lucifer es un ángel caído, rechazado por su padre por haberle llevado la contraria y no estar de acuerdo con las decisiones autoritarias y unilaterales que Dios toma, un Dios deshumanizado y frío que trata a sus creaciones con desdén.
Gaiman le dejó en la tierra, abandonando su infierno por pura desidia y regentando un bar en Los Ángeles para vivir entre los mortales. Y ahí es donde comienza la etapa de Mike Carey. Un Mike Carey que en la miniserie previa a la serie regular y en los primeros números de la misma no llega a explotar su talento, quizá por miedo a salirse del canon implantado por Gaiman.
Pero una vez Carey despega y se sale de la sombra de Gaiman, es donde la colección encuentra su tono y su propia voz, consiguiendo imprimir a la obra de un estilo y una calidad que iguala e incluso mejora al propio Sandman. Si Sandman subía y bajaba de interés a lo largo de sus 75 números, el Lucifer de Carey va subiendo in crescendo su interés gracias a una trama perfectamente engarzada y sobre todo a un reparto de personajes secundarios a cual más interesante, cada uno de ellos dotado de su propia voz y de sus propios intereses. Porque Lucifer en algunos momentos no deja de ser un secundario en su propia colección, pero no porque quede empañado, sino porque es uno más del crisol de fantásticos personajes que pueblan el serial, donde cada uno de ellos es una pieza fundamental del puzzle que ha preparado Carey para el lector.
Y que mejor momento para darle una oportunidad a uno de los títulos emblemáticos de la Vertigo de principios del siglo XXI que la cuidada reedición que está publicando ECC en nuestro país, 7 volúmenes de los que ya han aparecido 5, que rinden tributo a una serie que comenzó como un simple spin-off y que con el paso del tiempo se convirtió en un título con entidad propia.
Pero una vez finalizada, DC Comics y su filial Vertigo no podía dejar atrás un universo que tantos éxitos, tanto artísticos como comerciales le había reportado. Y así, comenzaron a aparecer diversos spin-offs de las creaciones del adorado Neil Gaiman. No hace falta decir, que ninguna de ellas alcanzó ni el éxito, ni la calidad de la obra de Gaiman, excepto el Lucifer de Mike Carey.
Lucifer fue uno de los grandes aciertos de Sandman, descubriéndonos un personaje rico en matices y que estaba muy alejado de la visión simplista que la iglesia católica nos había dado de él. Lucifer es un ángel caído, rechazado por su padre por haberle llevado la contraria y no estar de acuerdo con las decisiones autoritarias y unilaterales que Dios toma, un Dios deshumanizado y frío que trata a sus creaciones con desdén.
Gaiman le dejó en la tierra, abandonando su infierno por pura desidia y regentando un bar en Los Ángeles para vivir entre los mortales. Y ahí es donde comienza la etapa de Mike Carey. Un Mike Carey que en la miniserie previa a la serie regular y en los primeros números de la misma no llega a explotar su talento, quizá por miedo a salirse del canon implantado por Gaiman.
Pero una vez Carey despega y se sale de la sombra de Gaiman, es donde la colección encuentra su tono y su propia voz, consiguiendo imprimir a la obra de un estilo y una calidad que iguala e incluso mejora al propio Sandman. Si Sandman subía y bajaba de interés a lo largo de sus 75 números, el Lucifer de Carey va subiendo in crescendo su interés gracias a una trama perfectamente engarzada y sobre todo a un reparto de personajes secundarios a cual más interesante, cada uno de ellos dotado de su propia voz y de sus propios intereses. Porque Lucifer en algunos momentos no deja de ser un secundario en su propia colección, pero no porque quede empañado, sino porque es uno más del crisol de fantásticos personajes que pueblan el serial, donde cada uno de ellos es una pieza fundamental del puzzle que ha preparado Carey para el lector.
Y que mejor momento para darle una oportunidad a uno de los títulos emblemáticos de la Vertigo de principios del siglo XXI que la cuidada reedición que está publicando ECC en nuestro país, 7 volúmenes de los que ya han aparecido 5, que rinden tributo a una serie que comenzó como un simple spin-off y que con el paso del tiempo se convirtió en un título con entidad propia.
No estoy del todo de acuerdo, la verdad. No me parece una obra mala, peeeeeeero sí que la veo muy por detrás del Sandman de Gaiman. De hecho, varias veces me dio la impresión de que Carey intentaba enganchar mi interés pero fracasaba miserablemente, con sagas alargadas en exceso (ese tramo final....) u otras que directamente rallaban la parodia (la de los trolls que se autodenominan Dios).
ResponderEliminarEso sí, tiene capítulos puntuales como La danza de Yahveh que me parecen sublimes.
Decir que Lucifer iguala o incluso supera a Sandman es grosero. Además, la explicación de inicio no tiene sentido. Entre estación de Nieblas y lo que llama el tramo final, a partir de Las Benévolas, sólo hay dos arcos argumentales, Vidas Breves y el Fin de los Mundos. Así que de siete arcos argumentales, al que escribió esta revisión le gustaron todos menos dos.
ResponderEliminarPor otra parte, hay que romper una lanza en favor de El Fin de los Mundos. Se trata posiblemente de la mejor re-interpretación de Historia de Historias al estilo Cuentos de Canterbury. En un comic dedicado a Sueño, la idea es más que apropiada. Por otra parte, y estoy intentando evitar spoilers al redactar esto, es el arco argumental que hace encajar el siguiente, Las Benévolas. Enlaza incluso con el último arco argumental y veremos ciertos personajes introducidos de forma casual en El Fin de los Mundos jugando un papel más relevante en Velatorio. Aparte, determinadas historias, como la de Cluracan nos reconcilian con el personaje, reivindicándolo como alguien que no es un inepto absoluto. También en El Fin de los Mundos se acentúa una tendencia a lo largo de todo Sandman, desde el número 1 al 75, que es que el comic es un comic sin héroe. Al inicio de Sandman, en preludios y nocturnos, todo se centra en conocer a este personaje, qué le ha pasado, cómo se encuentra su reino al volver, cómo ha sido destronado... Eso concuerda con su personalidad hedonista "Eres la personificación antropomórfica más egoísta que he visto en mi vida" le riñe Muerte. Y Sandman reflexiona y toma una decisión (o una serie de decisiones) que tienen su clímax en las Benévolas. A medida que Sandman cambia, deja de ser el centro de las historias y en El Fin de los Mundos, va apareciendo de forma casi testimonial porque el gran cambio está a punto de suceder. El Fin de los Mundos es la calma que precede a la tempestad, es una obra muy cuidada y muy concienzudamente pensada para ser la antesala de lo que vendrá después y contiene la esencia de la idea de Sandman: El Señor de las Historias. No es por nada que la Biblioteca del Reino sea la más grande que jamás haya existido: contiene todas las historias que se han soñado y no se han llegado a publicar, como El Hombre que Fue Octubre de Chesterton o El Camino Perdido de Tolkien.
Por último, un comentario acerca de Lucifer. Es un buen comic, más al estilo superhéroe que Sandman y probablemente su verdadero punto débil sea la sensación de cerrar las puertas que Sandman dejó abiertas. Gayman coge un personaje con un papel determinado por los Siglos de los Siglos y le hace abandonar el Infierno para irse a tocar a un club de Los Angeles. Eso abre de repente una infinidad de posibilidades, que Carey aprovecha para construir su historia. El problema es que la historia de Carey crea una gran entropía: Necesita varios universos, amenazas de destrucciones eternas, la renuncia de Dios, matar a innumerables ángeles, almas de gente que ya estaba muerta anteriormente, e incluso dioses, para acabar cerrando la puerta y con Lucifer fuera de ninguna secuela o historia posterior.