Contentar a una gran masa de seguidores convertidos en fundamentalistas de una saga de cine fantástico que nació hace ya 40 años únicamente como una puesta al día de los seriales matutinos de serie B de los años 30, se ha convertido en tarea casi imposible desde que George Lucas finalizara su primera trilogía con El Retorno del Jedi en el año 1983. El embalsamamiento que provocó el paso del tiempo tanto en las obras como en unos seguidores que fueron niños en el momento de su estreno, acabó convirtiendo tres obras que se encuentran entre lo mejor que pudo dar el cine de entretenimiento de los años 70 y años 80, en obras pluscuamperfectas, seguidas con una devoción que alcanzaría el fervor religioso, transformadas en objetos cuasi divinos a los que no se les podía sacar ni un pero y que nunca debían ser mancilladas.
Lucas ya vivió en sus propias carnes la rebelión de falsos profetas que vilipendiaron su irregular en algunos aspectos, pero fascinante en muchos otros, trabajo al frente del antiguo testamento de la saga. Unas precuelas donde el creador del invento, se atrevió a entregar a unos seguidores tres obras que aún con sus errores, eran capaces de llevar su galaxia a terrenos inexplorados, sin salirse de la estructura formal que caracterizaba a la saga original, consiguiendo un juego de espejos y reflejos simplemente fascinante. Pero sus adoradores le transformaron de profeta a hereje, no porque las películas fueran mejores o peores que las entregadas anteriormente, un interesante debate, sino por aspectos estrictamente argumentales de una historia cuyos fundamentalistas creían tener la posesión y verdad absoluta de la misma.
Visto el panorama desolador de unos aficionados, no todos, sino de aquellos que equivocadamente convirtieron un entretenimiento lúdico en una errónea manera de dar sentido a su vida, Lucas acabó vendiendo sus creaciones y propiedades a Disney, cansado de ver como su obra, su visión y su trabajo no era valorado en términos artísticos sino en un debate eterno de como debía ser un universo que salió única y exclusivamente de su imaginación. Disney, que no quería problemas con la gran masa de seguidores de la saga y queriendo rentabilizar al máximo su compra, realizó y entregó un nuevo capítulo de la saga, El Despertar de la Fuerza, donde JJ Abrams entregó un modélico pero falto de vida, remedo de todo aquello que hizo memorable la primera entrega de la saga, pero sin aportarle ningún elemento estilístico, argumental o tonal que llevara un paso más allá o diera un nuevo punto de vista a aquello ya contado a lo largo de 12 horas por George Lucas previamente. El resultado, una película inane pero que consiguió devolver a los fundamentalistas ese Star Wars actualizado pero embalsamado, donde todo permanecía igual que donde dichos seguidores la habían dejado allá por el año 1983, junto a los recuerdos desvirtuados de su infancia perdida. Y de nuevo, Disney entregó otro momento de fan service, superior a ese Despertar de la Fuerza, con el estreno de Rogue One, un spin-off que aunque no tenía a los personajes reverenciados de la historia original como protagonistas, si que respiraba el aroma del Star Wars original, convirtiendo la pantalla en una réplica de los spin-offs que recreaban los aficionados en parques y cuartos, mientras jugaban con sus figuras Kenner imaginando que había más allá de lo mostrado por Lucas en esa galaxia muy, muy lejana.
En cambio, Rian Johnson y sus Últimos Jedi no pretende llevar a la saga de nuevo por los caminos trillados, cómodos y engañosamente confortables del Despertar de la Fuerza. Si la obra es mirada desde la superficie, no es difícil de imaginar como los ejecutivos de Disney le pidieron a Johnson que reactualizara y siguiera la estructura narrativa y formal de El Imperio Contraataca. Jonhson lo hace, pero al igual que Lucas en las precuelas, juega al deja vu para llevarte por caminos no explorados, por soluciones inesperadas, golpeando al fandom y entregando un discurso que cuestiona el embalsamamiento y la idolatría hacia las leyendas con pies de barro, aportando también un distanciamiento y una mirada crítica a un universo y a unos aficionados que en muchas ocasiones le han querido aportar una extrema seriedad a unas historias y un género que necesita elevadas dosis de ironía, auto-crítica y distanciamiento de aquello que está contando.
Eso no quiere decir que Los Últimos Jedi sea una obra perfecta ni mucho menos. La obra de Johnson se excede en su metraje, reflejado sobre todo en el desarrollo en paralelo de tres tramas que se escinden en varias subtramas de desigual resultado, siendo vencedora aquella relacionada con Luke, Rey y Ren, perdiendo la de Finn, aun con algunos momentos de brillantez y quedándose en tierra de nadie la protagonizada por Poe, Leia y el personaje interpretado por Laura Dern. También fracasa relativamente Jonhson al no poder llevar hasta sus máximas consecuencias los preceptos en los que se asientan sus dos primeros actos, donde el director y guionista se atreve a cuestionar las bases teológicas y morales que sostienen el universo de Star Wars y las creencias de sus fundamentalistas, haciendo creer que va a llevarlo hasta las últimas consecuencias, para rematarlo en un espectacular y épico tercer acto que queda desvirtuado por las concesiones por otra parte lógicas que debe hacer ante un producto que no es una película, sino una pieza más de un engranaje cuyo máximo exponente es mantener la fé ciega de sus seguidores más acérrimos y continuar generando miles de millones de dólares.
Pero más allá de dichas irregularidades, Johnson vuelve a insuflar vida a una galaxia que necesitaba un revulsivo, un nuevo punto de vista tan irreverente como respetuoso a unos personajes que funcionan mucho mejor como individuos falibles que como iconos religiosos inalterables, tan mitificados como anquilosados, entregando una obra que aunque irregular es capaz de ser lo suficientemente valiente en muchos de sus pasajes, ofreciendo a los fans no aquello que quieren ver, sino aquello que necesitan.
A mi no me gustó mucho. Los personajes no me enganchan y la historia es insulsa. Incluyendo un humor que huele a La loca historia de las galaxias.
ResponderEliminarUn saludo