El duo formado por Ed Brubaker y Sean Philips tienen unas señas de identidad muy claras para todos aquellos que hemos disfrutado de obras tan excelentes como Sleeper, Criminal, Fatale y en menor medida Incognito o The Fade Out. El noir, los perdedores, las mujeres fatales y el gusto por los géneros menores y la literatura y el cine exploitation han dado a los lectores del siglo XXI unos trabajos que en líneas generales solo pueden calificarse de sobresalientes.
Por eso siempre es bienvenida una obra de dos autores como Brubaker y Philips, porque los lectores sabemos que mínimo tendremos un tebeo notable y que merece la pena, y en el mejor de los casos un tebeo brillante. Su nuevo trabajo, Kill or be Killed, tras un primer volumen recopilatorio que aúna los cuatro primeros ejemplares de su nuevo trabajo para Image Comics, da como resultado un tebeo notable que promete, pero que por el momento no sorprende como trabajos anteriores como Fatale o Sleeper.
Nuestro protagonista es Dylan, un clásico perdedor made in Brubaker que lleva una vida mediocre, lleno de complejos y resentimientos en la Nueva York actual. Una decisión que casi le hace perder la vida le convierte en un vigilante sangriento a la Charles Bronson que vive dos realidades que pueden ser ciertas o producto de la mente escindida de nuestro protagonista.
Brubaker mezcla con acierto -de la mano de un Sean Philips que ha alcanzado por el momento el climax de su habilidad artística y su compenetración con Brubaker- la suciedad y la oscuridad de una Nueva York actual barnizada con el ambiente de los peligrosos años 70 con el slice of life nihilista propio de un Daniel Clowes, más el coqueteo con elementos sobrenaturales propios de una novela pulp "under the counter" que ya trasladó con brillantez en obras como Fatale.
Philips plasma el guión de Brubaker con páginas que entremezclan con acierto el estilo clásico del dibujante con ilustraciones a toda página y textos de apoyo de novela ilustrada que traen al recuerdo el trabajo de Will Eisner en su trilogía de Nueva York sin que el contraste entre ambos estilos choque al lector.
Por lo tanto, tenemos un primer volumen escrito con pericia e ilustrado con acierto por ambos autores, que quizás no sorprenda y deje con la boca abierta como los primeros trabajos con los que nos deleitaron en la primera década del siglo XXI, pero que invita al lector a seguir desentrañando el misterio planteado por ambos artistas en futuros volúmenes de la nueva obra de uno de los equipos artísticos más estables y redondos del cómic contemporáneo.
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