La irrupción de Marvel Comics de la mano de Stan Lee y Jack Kirby al panorama del cómic book americano a principios de los años 60, fue un revulsivo pocas veces visto hasta el momento en una industria americana que recientemente venía del contraproducente efecto de La seducción del inocente de Frederic Wertham. DC Comics, que había monopolizado el sector en lo que ha venido a denominarse Golden Age del cómic americano, comenzaba tímidamente a recuperar su status en la recién llegada Silver Age con títulos como el nuevo Flash de Gardner Fox y Carmine Infantino, la Liga de la Justicia de América o Hal Jordan, el nuevo y reinterpretado Green Lantern, tanto en forma con en fondo.
Pero Marvel Comics trajo al género superheróico un elemento del que carecía el universo DC. En Marvel, lo importante eran las personas que estaban dentro del traje de spandex, sus ilusiones, sus problemas…en definitiva, el hombre detrás de la máscara. En cambio, en DC Comics, el carácter icónico de su panteón de dioses dilapidaba cualquier atisbo de introspección en las psiques los mismos, ya fuera de manera lúdica o profunda. Y así, Marvel Comics consolidó su posición como la gran editorial superheróica a lo largo de los años 60, 70 y principios de los 80, momento en el que el Green Lantern de Wein y Gibbons apareció en los quioscos americanos, un año antes de que las Crisis en Tierras Infinitas llevaran al universo DC a revolucionar el cómic americano de la misma manera que Lee y Kirby lo hicieran en los 60.
Antes de ese revulsivo, no fue casual que ese leve intento de acercar al mundo terrenal a los anteriormente representados como dioses hiératicos, llegara de la mano de jóvenes guionistas que venían de mutar el tebeo de superhéroes en los años 70 como sucesores de Stan Lee. El primero de ellos fue Marv Wolfman que consiguió situar tanto en las listas de venta como en el corazón de los lectores, un tebeo tan fresco y moderno como fueron Los Nuevos Titanes, consiguiendo rivalizar en popularidad con la segunda génesis del tebeo más importante de los años 70 y 80, La Patrulla X. Casualidades de la vida, el autor encargado de dicha obra en sus primeros compases fue Len Wein, aunque fuera sustituido casi inmediatamente por Chris Claremont y el resto se convirtiera en historia. Pero Wein fue el autor que creó al famoso Lobezno o mutantes icónicos como Tormenta, Rondador Nocturno o Coloso. Dicho autor fue el guionista encargado de revitalizar a Hal Jordan, el héroe creado en la Silver Age y que necesitaba conquistar con un tono y una narrativa más moderna a aquellos aficionados que consideraban a DC la editorial de sus padres y abuelos.
En este primer volumen que recopila la etapa de Len Wein junto al dibujante Dave Gibbons, recién llegado de 2000 AD y dos años de inscribirse con letras de oro en la historia del cómic con Watchmen junto a Alan Moore, Wein arranca, como buen guionista de la Bronze Age, minutos después de la anterior etapa, para construir en base a esta e ir demoliendo paso a paso todo lo viejo e ir construyendo todo lo nuevo. Si las series DC clásicas hacían interactuar muy levemente al resto de integrantes del universo dentro de las series regulares de cada personaje, casi como compartimentos estancos, aquí el lector es testigo de que Hal Jordan vive y respira en el mismo universo que el resto de héroes de DC Comics. Wein también le da más importancia a los problemas personales de Hal Jordan que a su alias como portador del anillo, y casi como si hubiera mutado en Peter Parker/Spiderman, los problemas del héroe comienzan a hacer mella en las relaciones personales y laborales de su identidad civil. De idéntica manera, la estructura clásica que hasta el momento mantenía el serial, heredada de los tiempos de la Golden y Silver Age, de episodios auto-conclusivos, daba paso a un serial que iba atrapando al lector a través de un entramado de tramas principales y secundarias, junto a un reparto de viejos y nuevos personajes. A su vez, la habilidad de Wein para congelar la acción en la última viñeta de cada ejemplar, con un cliffhanger de órdago realzado por el clásico y a la vez moderno arte de Gibbons, imposibilitaban que el lector no volviera al mes siguiente para averiguar que estaba ocurriendo en uno de los años más movidos que ha vivido el portador del anillo esmeralda en su larga historia editorial. En definitiva, una notable etapa, precursora de la explosión creativa y modernizadora de la DC post-Crisis que sirvió como punto de partida al que han vuelto a lo largo de las tres décadas posteriores, editorial, autores y personaje. Un tebeo honesto y ligero a reivindicar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario