21 de noviembre de 2018

Batman: Extrañas apariciones de Steve Englehart y Marshall Rogers. ¿El Batman definitivo?





























Aunque Denny O’Neil y Neal Adams reinventaran al hombre murciélago a principios de los años 70 -tras un periplo pop que casi terminó con su figura oscura y siniestra primigenia- cierto es también que la labor de los autores del seminal Green Lantern y Green Arrow llevaron por otros derroteros al personaje, muy alejado de sus orígenes como vigilante de la ciudad de Gotham City. La premisa de O’Neil y Adams, recuperada parcialmente por el Batman cinematográfico nolaniano era convertir al personaje en algo más que un vigilante urbano, casi un James Bond superheróico internacional, más cercano a figuras como Doc Savage. Pero en una DC de capa caída en los años 70, con una Marvel Comics que se había comido el pastel del mercado y con los mejores autores a su disposición, tuvo la suerte de atraer a un guionista, Steve Englehart -salido precisamente de Marvel Comics- que supo fusionar con acierto la introspección emocional asociada a los personajes Marvel, con el estilo de trabajo de DC Comics -guiones cerrados frente al estilo Marvel implantado por Stan Lee- para acabar entregando una corta pero intensa etapa al frente de Batman que la convirtió en una suerte de compendio del pasado y Batman definitivo en el que fijarse los autores del futuro.

El triunfo de la corta pero intensa etapa de Steve Englehart -que ha servido de referencia para trabajos posteriores tan diferentes como la serie de animación de Bruce Timm, el primer Batman de Tim Burton o la actual etapa de Tom King - se basaba en dos elementos esenciales: la introducción de un componente emocional y personal al personaje de Batman, dando la misma relevancia al cruzado de la capa y a su alter ego Bruce Wayne (aquí mucho más que una máscara del señor de la noche) gracias a su relación amorosa con Silver St Cloud, emparentándolo con los problemas sentimentales de Peter Parker, junto a una reinterpretación en clave moderna del panteón de villanos del personaje. Englehart consigue, en escasos diez ejemplares, desarrollar una historia de amor imposible, con cada una de las fases de la misma evolucionando intensamente en cada ejemplar de la etapa. En paralelo y sin que ninguna de las dos tramas se entorpezcan, sino que se complementan, reinterpreta clásicos de la golden age del personaje, tales como los hombres monstruo de los primeros Detective Comics o la figura de Hugo Strange. Historia que serviría casi 15 años después para que Doug Moench y Paul Gulacy entregaran uno de los mejores relatos del personaje, Presa, publicado en Leyendas de Batman. De la misma manera, Englehart dilata en dos comic books de 17 páginas, la primera aparición de el Joker aparecida en el primer ejemplar de la serie regular de Batman, reintroduciendo al personaje en la bronze age y sirviendo de nuevo a posteriores interpretaciones del personaje, ya sea en Batman: La broma asesina de Alan Moore y Brian Bolland o la ya mencionada serie animada de Bruce Timm. A su vez, Englehart consigue transformar en un icono de la era moderna a Deadshot, a un personaje olvidado del pasado de la editorial, convirtiéndole en un fan favourite y abriendo el camino a John Ostrander para su futura serie regular de otra reinterpretación de material clásico, la serie regular del Escuadrón Suicida






Pero todos estos hallazgos de Englehart no se habrían convertido en lo que son si no fuera por la pareja creativa a la que fueron asociados sus acertados guiones e interpretación del personaje, que aunaba tanto su faceta de vigilante como la de detective: Marshall Rogers. Y aunque en sus dos primeros ejemplares estuvo acompañado por un todavía tosco y primitivo Walter Simonson, a partir del tercer ejemplar, coincidiendo con la historia de Hugo Strange, Marshall Rogers y su estilo deudor del art nouveau, dieron como resultado un ultimate Batman, tan tenebroso como heróico y unas bellas y etéreas figuras femeninas representadas en Silver St Cloud, deudora del legado femenino de un John Romita poseído por Alphonse Mucha. 






En definitiva, uno de los tebeos imprescindibles del hombre murciélago y ejemplo de que mucho antes de que la sombra de Miller lo inundara todo, DC Comics fue capaz de reinterpretar con estilo y  aires modernos a un personaje cuya sombra pop e irreverente parecía haberle condenado a la parodia.

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