Si The Ultimates en versión Millar y Hitch fueron la representación de ese cómic de superhéroes de principios del siglo XXI que hundía sus raíces en el enfoque y el scope del cine de gran presupuesto hollywodiense junto con una pequeña dosis de crítica social con el atentado del 11-S y la política exterior de George Bush Jr. como trasfondo histórico, no es de extrañar que estos nuevos Ultimates, integrados ya dentro de la continuidad del universo Marvel tradicional sea también un reflejo de los tiempos actuales del cómic americano.
Y es que la nueva Marvel es un crisol de todas las tendencias que han venido llegando de las últimas décadas del tebeo americano. Y todo ello propiciado por unas Secret Wars de la mano del arquitecto Jonathan Hickman, que aunaba y homenajeaba en su serie limitada y en el sinfín de spin-offs a todas las épocas y tendencias que el cómic ha manejado en su ya larga historia.
Porque la verdad es que poco queda por inventar y si mucho que reciclar, al estilo de los grandes maestros cocteleros, en los tebeos de superhéroes mainstream de la actualidad. Y quien mejor que Al Ewing, un guionista que bebe por igual de Kurt Busiek, Roger Stern que de Grant Morrison, Matt Fraction o el mencionado Hickman. Y aprovechando que el hueco de los 4 Fantásticos como contenedor de la parte más cósmica del universo Marvel todavía no ha sido llenado, Ewing se atreve a explorar los confines del más allá con un grupo de superhéroes de lo más variopinto y más infrautilizado por la editorial.
Cierto es que Ewing no es Hickman ni por supuesto es Morrison. Al guionista todavía le queda trabajo por hacer para poder estructurar los universos, mundos e historias que estos autores saben generar. Pero si en sus Nuevos Vengadores fracasa, por quedar el resultado muy por debajo de sus intenciones, aquí si que plantea un tebeo que sin ser perfecto, si que planta las semillas de una prometedora etapa.
Partiendo del interesante concepto de la ruptura del espacio tiempo y la continuidad que han perpetrado en los últimos años autores como Bendis o Hickman en La Era de Ultrón y Secret Wars, Ewing se atreve a hacer viajar a sus personajes y a los lectores con ellos a los márgenes de la realidad, en un ejercicio que de ambicioso y por el momento bien ejecutado no puede dejar de fascinar.
Sumémosle a esto el arte de un Kenneth Rocafort en plenitud de facultades que ha pasado de estar influenciado por el fenecido Michael Turner y toda una generación de autores del sello Top Cow para dejarse influir por la belleza abigarrada del mejor Moebius, convirtiendo este tebeo mainstream en lo más parecido a un sci-fi europeo, apoyado por el interesante y atrevido uso del color de Dan Brown que acerca este tebeo americano al territorio visual de la bande dessinee.
En definitiva, uno de los tebeos más atractivos en principio de esta nueva etapa de La Casa de las Ideas. Un tebeo que aúna lo mejor de la modernidad con un respeto al pasado y a la historia de un universo que demuestra que todavía tiene muchas cosas interesantes y atrevidas que contar.
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