22 de agosto de 2018

Revenge de Coralie Fargeat o el exploitation como una de las bellas artes





















¿Es posible entregar una cinta que juguetea con géneros absolutamente machistas como el rape/revenge(violación/venganza) salido del exploitation y ofrecer a cambio una mirada feminista acerca de la representación de la mujer? Revenge, la primera película de la directora Coralie Farget hace uso de los códigos de dicho sub-género para ofrecer una intensa y visceral historia de venganza, directa y brutal en su representación de los acontecimientos, pero algo irregular o ambigua en su resultado final. 






De idéntica manera que Holiday -la provocadora cinta estrenada en el último festival de Sundance y aquí proyectada en la reciente última edición del Atlántida Film Fest, dirigida también por una figura femenina, en concreto la directora Isabella Eklöff- Revenge se sirve de la iconografía y la representación de la mujer -perpetuada por el imaginario tanto del cine pornográfico como del publicitario- para transformar a un objeto femenino vacío en icónico ángel de la muerte. Una mujer que deberá renacer de los muertos para encontrar su identidad a través de una obra que se sirve tanto del exploitation como de la visceralidad y brutalidad del nuevo cine de horror francés con Àl'intérieur o Martyrs como máximos referentes. Todo ello aderezado con unas gotas del cine de la crueldad, el Nicolas Winding Renf de The Neon Demon y un mucho del planteamiento formal que de los grandes espacios del desierto hiciera gala el Mad Max: Fury Road de George Miller. 






El resultado, una atractiva propuesta que tiene sus mayores alicientes en algunos elementos de su puesta en escena, tales como un clímax final que formalmente se acerca al punto de vista en primera persona de los deathmatch de cualquier shooter que se precie o el uso de la paleta cromática en el primer acto de la cinta para definir las personalidades e incluso el devenir de los acontecimientos futuros. Pero por otra parte, Fargeat se deja llevar en muchos de sus pasajes por un esteticismo fatuo que pervierte el conflicto y choque entre la violenta organicidad de sus dos últimos actos, frente al aparente confort del entorno aséptico de su primer acto. 






De la misma manera, la utilización de los códigos tanto del hardcore como del softcore para entregar una denuncia de los peligros del machismo implícito en nuestra sociedad, se da de bruces en la representación de la protagonista, ya sea en su primera iteración como objeto de deseo salido de un especial de baño de Sports Illustrated que como aguerrida neo-Imperator Furiosa. La diferencia con su referente es que aquí la representación de la heroína, incluso bañada en sangre y vísceras, suyas y de otros, se acerca más a la hiper-sexualización de las protagonistas del Sucker Punch de Zack Snyder que a otros iconos de la femineidad como la ya mencionada Furiosa, Ellen Ripley o Sarah Connor. Esto acaba provocando una discrepancia entre lo supuestamente denunciado y lo que finalmente es representado en las imágenes. 






En cambio, como mero título exploitation es un verdadero festival para los aficionados al terror y a las emociones fuertes, conteniendo los suficientes momentos truculentos y cruentos, además de algunas set-pieces formalmente impecables, para ser reivindicada por aquellos que disfrutan de una buena sesión grindhouse. El problema, que aparentemente Coralie Fargeat quería apuntar más alto.

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