20 de agosto de 2018

Xerxes: The Fall of the House of Darius and the Rise of Alexander de Frank Miller: Representando el pasado en fondo y forma






















Veinte años después de que Miller entregara 300 -la última obra que fue recibida positivamente de manera unánime- llega Xerxes, su largamente esperada precuela/secuela. En dicho intervalo de tiempo han habido más bajos que altos en la carrera del creador de Sin City, pero sigue manteniendo el interés de público y crítica con cada nuevo trabajo que realiza. En este periodo de tiempo -aunque realmente habría que remontarse a su Sin City, aparecida su primera entrega en el año 1992- el lector ha sido testigo de como, tanto el estilo gráfico como narrativo de Miller, ha ido reduciéndose a la mínima expresión. Composiciones igual de innovadoras y arriesgadas han sido transformadas en esbozos expresionistas que sugieren más que muestran. Trazos bruscos y gruesos, deformidades anatómicamente manieristas han poblado los trabajos del autor en estas dos últimas décadas. 






En Xerxes, ese estilo ha sido llevado al paroxismo, con una composiciones y trazos que traen al recuerdo los bajo relieves de los tiempos pretéritos. Un estilo perfecto para narrar un periodo de la historia, de leyendas y hombres más grandes que la vida, que han sido la obsesión del autor desde sus primeras obras. Aquí, las figuras que llenan sus viñetas, la mayoría de ellas a doble página, son meras siluetas que se superponen a unos fondos artificialmente buscados, donde el colorista Alex Sinclair fusiona el pictoricismo de la añorada Lynn Varley en trabajos como The Dark Knight Returns, Ronin o el primer 300, con los escarceos anárquicamente digitales del polémico y a medida que pasan los años, más interesante DK2. El resultado, un trabajo más cercano a los ya mencionados bajo relieves o a los grabados, que a la narrativa asociada al noveno arte. Pero no es casual, ya que dichos bajo relieves podrían bien ser la narrativa gráfica del pasado, de la que Miller se sirve más que para contar una historia al uso, para sugerir una leyenda oral, repleta de saltos bruscos en el tiempo y sin un protagonista fijo. 






Quizá ese sea el mayor problema al acercarse al lector a esta nueva obra. Miller divide la atención del lector entre dos protagonistas, antagónicos pero tremendamente parecidos. Xerxes y Alejandro Magno. Dos überhombres millerianos, tan diferentes como iguales, tan rivales como hermanos. Némesis que quieren destruirse a la vez que se adoran y respetan. El resto de elementos y personajes de la obra son, volviendo al símil del bajo relieve, meros figurantes de una historia que, como viene siendo habitual en el Miller contemporáneo, se centra más en las sensaciones inmediatas provocadas por unas ilustraciones que son un fin en si mismas, que en atrapar a un lector con un relato que es mera excusa para que el creador de Martha Washington se adentre de nuevo en las raíces y las esencias de los mitos y leyendas.

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