Es curioso lo de Bayona. Su primer largometraje, El Orfanato, no dejaba de ser una película media de terror familiar que cualquier artesano medio de la industria de Hollywood habría realizado con la misma eficacia. Pero debido al panorama medio del cine español, cualquier cosa que se salía de la media deficiente de la producción de nuestro país, era recibida con todos los honores y un taquillazo considerable, al estilo del también muy sobrevalorado Alejandro Amenabar.
Tanto este último como Bayona son herederos del cine de Spielberg y cía. de los años 80, algo que casi todos los que somos aficionados al cine y nacimos en los años 70 lo llevamos en nuestro ADN. Y así como ya hiciera en El Orfanato, que encubría una historia de amor entre madre e hijo bajo la apariencia de una película de terror, Bayona utiliza el género de película de catástrofes, para encubrir otro drama familiar con final feliz, al estilo de lo que podía ser en Spielberg, Encuentros en la Tercera Fase o E.T.
Aquí, Bayona utiliza una grandísima catástrofe como fue la del Tsunami en 2004 en Thailandia, y valiéndose de una asombrosa historia real para volver a su tema fundamental, la familia y la importancia de la misma. El problema es que aquí la familia no tiene ningún conflicto que resolver y que les sirva el tsunami de catarsis.
Y ese es el problema de Lo Imposible, y no me vale la excusa de que sea una historia real. Porque el cine no necesita realidad, sino que tiene que ser una visión magnificada de la misma. Y si es posible que esta historia real daría como consecuencia un magnífico documental, pero no un magnífico film.
Si quitamos el momento Tsunami, que es un alarde técnico absolutamente espectacular y que ejecuta muy bien Bayona y su equipo técnico, aunque se quede algo corto y no se atreva a llevarlo al extremo para alejar a su gran y potencial audiencia (en general aquellas personas que no van con asiduidad al cine), el resto de la película es morosa y muy pero que muy sensibloide.
Porque Bayona intenta utilizar las herramientas de la lágrima fácil y la sensiblería más barata para intentar sacar la lágrima no una, sino mil y una veces al espectador, en un ejercicio tan poco sutil, que consigue el efecto contrario, la risa descontrolada y la verguenza ajena en muchos pasajes del largometraje. No hay un solo momento en el que esa dantesca situación nos encoja el corazón, ni me meto en la desolación y el miedo primario que deberían vivir los personajes y que no dudo que los auténticos protagonistas del relato sufrieron. Pero la película no lo transmite y el metraje se hace eterno, deseando que la familia se reencuentre lo antes posible, no porque te importen, sino para poder largarte de la sala cuanto antes.
Una pena, porque la primera media hora del filme si demuestra que Bayona es un director a tener en cuenta, pero como tras ese gran momento no hay nada, la película se cae como un castillo de naipes, en la que únicamente se puede destacar la labor de Naomi Watts (aunque esta mujer necesita como agua de mayo una comedia para dejar de llorar y sufrir en todas sus películas) y Tom Holland, el joven actor que interpreta al hijo mayor de la familia. El resto, mucho ruido y pocas nueces.
sobrevalorada, di que si!
ResponderEliminarme quedo con el principio que está hecho fenomenal!!
genial reseña! :D
pues me descojono sabiendo que dos de mis compañeros la han visto, les ha encantado, y además han llorado en el cine...
ResponderEliminartenía toda la pinta de ser lo que dices, y con tu opinión se reafirma.
muy buena reseña!
Lo juro por dios,me has quitado las palabras de la boca!!!!
ResponderEliminarLa peli no me parecio mala,pero sali del cine pensando"¿este tio no sabe lo que es la sutileza"?