Nueve años después de que Robert Rodríguez estrenara lo que fue un acontecimiento cinematográfico-viñetero y diera a conocer al mundo exterior quién era Frank Miller con su adaptación de Sin City, el director necesitado de un éxito tanto crítico como comercial, intenta reverdecer su pequeño prestigio con esta nueva adaptación de los relatos de serie negra ideados por Frank Miller en los años 90. El problema, que reincide en los grandes defectos del original y llega demasiado tarde.
El lenguaje del cine y el cómic no tienen nada que ver, aunque en principio parezcan primos hermanos. En un cómic, el ritmo lo proporciona la narrativa visual del artista y el dinamismo que le imprima a cada página. Y en eso Miller siempre ha sido un maestro, incluso en sus peores trabajos. Pero es trabajo del lector el llenar los espacios entre viñeta para crear esa sensación de vida en un tebeo. En cambio, el lenguaje del cine es completamente diferente. El ritmo se imprime con el montaje, pero entre plano y plano el espectador no tiene que llenar el espacio entre los mismos. Y ahí está el problema de Sin City, tanto el original como su secuela.
El trabajo de reconstrucción visual y estético de las dos partes de Sin City, al igual que el trabajo de Snyder en 300 y Watchmen es muy admirable, pero meramente como calco del original. Podemos decir que visualmente son un 10, pero no gracias al gusto estético del director, sino porque son unos hábiles calcadores y tienen la tecnología para llevarlo a cabo. Y en eso, esta secuela de Sin City supera a su predecesora gracias a los avances tecnológicos de los últimos 10 años. Planos idénticos a los reflejados en el cómic, con un mimetismo casi enfermizo.
¿Pero qué ocurre cuándo Rodríguez (un director muy mediocre desde el punto de vista visual) no tiene qué o a quién imitar y tiene que dotar de vida a este Sin City? Que la película queda reducida a un remedo arty de una película de Chuck Norris producida por la Cannon. En su momento, el primer Sin City sorprendió por su fantasmagórica fidelidad al original. Pero la realidad es que detrás de ese reclamo visual y un reparto de primeras estrellas gracias a un casting encomiable no tenía más interés que el que tiene mirar el álbum de cromos de la película del momento. La historia y las imágenes están ahí, pero no es lo mismo.
La diferencia entre los dos Sin City en cuanto a su recepción crítica y de público es que hace casi 10 años lo que hoy está trillado ayer era novedoso y vanguardista. Pero ni la original fue una obra maestra, ni esta es una secuela que destroza lo conseguido en la primera parte...salvo en una cosa.
El primer Sin City se nutría de tres historias largas y un relato corto, tres historias de un Miller que todavía no había caído en los abismos de la mediocridad y la autocomplacencia, aunque su Sin City fue el principio del fin de este autor. En cambio, esta secuela de Sin City se centra en dos historias originales de los cómics, una corta, ("Just Another Saturday Night") que sirve de prólogo para el filme y está protagonizada de nuevo por Marv y que es tan intrascendente como su original en papel y la historia que da título a la película "Moriría Por Ella", el mejor relato de Sin City y uno de los mejores trabajos de Frank Miller en general. Pura serie negra, una historia absorbente y una de las mejores femmes fatales de la historia del género, Ava Lord. Su traspaso a la pantalla, visualmente arrebatador, una Eva Green absolutamente perfecta y magnética tanto interpretativamente como físicamente y un Josh Brolin en estado de gracia como Dwight McCarthy. El problema, el explicado anteriormente, que es un álbum de cromos.
Y llegamos al mayor problema de la película, que son los dos nuevos relatos creados para la ocasión por el propio Frank Miller, uno centrado en un nuevo personaje interpretado por Joseph Gordon Levitt y otro centrado en Nancy y que sirve de secuela a los sucesos acontecidos en "Ese Cobarde Bastardo" y que sirve únicamente de lucimiento físico para Jessica Alba. Ambos relatos nos traen al peor Miller, el de los últimos 15 años, lleno de lugares comunes y personajes de cartón piedra. Y lo peor del caso es que incluso incurre en contradicciones en una cronología que tampoco es que tenga una complejidad extrema y que se centra en el personaje de Marv y su relación con Nancy.
Porque, ¿qué necesidad tenía Miller de inventarse dos nuevos relatos cuando quedaban otros muchos, sobre todo relatos cortos que son mucho mejores y que estaban centrados en la figura de la femme fatale como los dos dedicados a Ojos Azules y "La Niña de Papá", que temáticamente le venían que ni pintados a esta película?. Visto el resultado, únicamente su ego.
En resumen, una película que tiene los mismos defectos que el original, pero que encima es peor por culpa de tres relatos que van de lo intrascendente a lo aburrido y que merece únicamente la pena para disfrutar (visual que no narrativamente) de la adaptación de "Moriría Por Ella" y el trabajo de los anteriormente mencionados Eva Green y Josh Brolin.
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