Siempre he sentido debilidad por Hulka, y eso que el personaje en sus inicios no fue más que una excusa de Marvel para que Universal no creara una contrapartida femenina de Hulk, debido al éxito del serial protagonizado por Lou Ferrigno y Bill Bixby que triunfara a finales de los años 70.
Porque la creación de Hulka fue algo precipitado en su momento, pero gracias a Roger Stern y su idea de unirla a Los Vengadores en los años 80, hizo que un personaje que no tenía mucha recorrido, comenzara a ganarse un huequito en el corazón de los aficionados.
Pero el verdadero estallido de popularidad del personaje llegó de la mano de John Byrne y su decisión de incorporarla al cuarteto más famoso del universo Marvel, tras la decisión de la Cosa de quedarse en el planeta del Todopoderoso en la clásica Secret Wars. Porque Byrne la convirtió en un personaje adorable, lleno de matices y que realmente creó a la Jennifer Walters que todos queremos y adoramos.
Y es que Byrne no tuvo suficiente con incorporarla a los 4F sino que tras su abandono de Marvel Comics y posterior vuelta a la editorial tras revitalizar a Superman, le proporcionó una nueva serie regular, precedida por una novela gráfica original. Un tebeo, dividido en dos etapas y que apareció entre 1989 y 1993 aproximadamente y que descubrió el tono que necesitaba el personaje. Un tebeo de humor, meta-referencial y que jugaba con la cuarta pared de una manera súmamente divertida inspirada en la serie Luz de Luna, de la que Byrne era un auténtico seguidor.
Una rara avis que deslumbró tan rápidamente como desapareció en unos años 90 que preferían la tosquedad y vulgaridad de antihéroes violentos y pueriles a un tebeo ligero e inteligente. Pero Hulka ya había llegado para quedarse. Y casi 20 años después, el personaje volvió a recuperar la grandeza perdida en una nueva serie regular de un recién llegado Dan Slott que ya apuntaba muchas maneras y que supo continuar sin copiar el trabajo de Byrne, aportando su propia personalidad. Una pena que el título fuera derivando tras la Civil War en algo mucho menos fresco que sus prometedores inicios, además que el baile de dibujantes le hizo un flaco favor.
Y ahora, menos de una década después de esa etapa a recuperar, nos encontramos con una nueva colección que continúa la senda de esas dos legendarias etapas. Sus autores principales, Charles Soule y Javier Pulido. El primero, un guionista prometedor que comienza a despuntar, desestabilizando el status quo de nuestra protagonista de una manera original y con mucho potencial. Del segundo poco puedo decir que no se haya dicho ya. Uno de los mejores de dibujantes de cómics actuales, dónde cada página es un ejemplo perfecto de narrativa secuencial.
El punto de partida, la decisión de nuestra abogada favorita de comenzar su andadura profesional con un negocio propio. Impagable el primer número de la colección que es un ejercicio perfecto de concisión de como sentar las bases de una historia y el estilo de la misma. Y a partir de ahí, Soule narra historias cuasi-autoconclusivas pero comienza a desarrollar una sub-trama que parece que nos acompañará a lo largo de toda la etapa.
Como punto negativo, destacar el segundo artista que colabora cuando Pulido descansa, Ron Wimberly. No se si es que tener que compararte con Pulido es una batalla perdida, pero quizás la colección necesitaba que el equipo artístico rotara al estilo del Ojo de Halcón de Fraction o el Daredevil de Waid, artistas de estilos similares y calidades similares. Wimberly es diferente, pero tosco y narrativamente caótico.
Pero es un pequeño defecto que no empaña las múltiples virtudes de un tebeo fresco y que se deja leer con agrado y que sirve como continuación de los dos volúmenes previos de la colección. Una compra de la que no te arrepentirás.
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