Interstellar es apoteósica. Tanto desde el punto de vista conceptual como emocional. Pocas veces he sentido tanto en una sala de cine. Porque Interstellar nos devuelve dos cosas a los aficionados del séptimo arte. Lo primero, ciencia ficción espacial de verdad. No estamos hablando de Gravity, pura técnica y poca chicha, sino que tenemos ante nosotros a la heredera de 2001, pero con corazón.
Porque los paralelismos entre la obra magna de Kubrick y la que puede ser la de Nolan son abundantes a lo largo de todo el metraje. La solemnidad del despegue espacial, el space trip del tercer acto y la sensación de que los espectadores nos encontramos ante un filme descomunal tanto en intenciones como en talento.
El recibimiento ante esta nueva obra de Nolan ha sido muy dispar. Algo que me deja alucinado, tras el casi unánime recibimiento a la que es la peor película de su filmografía, The Dark Knight Rises, un filme mal contado y mal dirigido, donde el arrojo y la fuerza de Nolan brillaba por su ausencia.
En cambio en su nuevo filme, tenemos de nuevo al Nolan bigger than life, al director del que se pueden decir muchas cosas, pero al que no se le puede decir que no tenga lo que hay que tener. Descomunal en su metraje y en sus ambiciones. Pero en ningún momento se hace larga, todo lo contrario y su gigantismo queda equilibrado con lo que es para mi el verdadero triunfo del largometraje, su carga emocional.
Porque la historia de un padre y su hija en el espacio-tiempo es de lejos lo más bello que ha filmado Nolan en su filmografía. Una filmografía en la que el componente emocional aparecía muy pocas veces, lo que no quita para que en su cine no hubiera lugar para el sentimiento, y si no que se lo digan a los personajes de Leonardo diCaprio y Marion Cotillard en su triste pero bella historia de amor o la desolación que sentimos ante el pequeño Bruce Wayne en la primera hora de Batman Begins.
Pero aquí la emoción y el amor es la fuerza que impulsa esta opus magna de casi 3 horas de duración. Una película sin tiempos muertos, estructurada en tres actos cuasi perfectos y perfectamente definidos. Tres actos que no se entienden el uno sin los otros, creando un mecanismo de relojería perfecto y sincronizado.
Por eso no puedo entender que el "giro" que toma el largometraje en su tercer y polémico acto haya sido tan criticado. Lo primero, porque funciona a la perfección y segundo, que al fan del género no le tiene que venir de nuevas (¿el Animal Man de Grant Morrison?) lo que Nolan propone y ha sido apoyado, por supuesto desde un punto de vista teórico, por científicos con tanto renombre como Kip Thorne, Neil Degrasse o Stephen Hawking. Y aunque no estuviera refrendado por ellos, que estamos ante una obra de ficción y la mayoría de los que critican, encima no tienen ningún tipo de conocimiento de astrofísica o de la teoría de la relatividad.
Y Nolan no solo destaca, sino también todos los elementos que forman la película, desde unos excelentes McConaughey y Chastain, a un Hans Zimmer nuevamente inspirado, a unos efectos especiales, dirección artística, etc... a la altura de las ambiciones de este kamikaze cinematográfico.
En definitiva, una obra muy superior a la media, un riesgo para las atrofiadas mentes del espectador del nuevo siglo y una película a la que no tengo ningún miedo en calificar como un clásico desde ya del séptimo arte.
Acabo de ver la película y me encantó. Estoy seguro de que dentro de unos años será considerada la 2001 de nuestros tiempos. Claro que tiene varios problemas, como algunos agujeros argumentales y falta de sutilidad en los diálogos, pero estos se te olvidan al ver ese espectáculo tan maravilloso.
ResponderEliminarGran crítica. Eso sí, a mí no me gustó Man of Steel a diferencia de ti. Pero bueno, cada quién a sus gustos, ¿no?