En el año 2002, Vertigo Comics estaba en la cresta de la ola. Si en los 90 había dado un golpe en la mesa con títulos tan comentados y revolucionarios como Sandman, Los Invisibles, Predicador o Transmetropolitan, demostrando que había otra manera de realizar tebeos dentro del encorsetado mainstream americano, necesitaba en los albores del nuevos siglo nuevos títulos que siguieran manteniendo la leyenda de que Vertigo era la editorial para los tebeos más arriesgados e innovadores.
Y llegaron más títulos, 100 Balas, Y el Último Hombre y por supuesto Fábulas. Y es que Fábulas venía a rellenar el hueco dejado por el Sandman de Gaiman y sus múltiples y desgastados spin-offs, pero desde otra perspectiva. Si la obra de Gaiman se recuerda por su seriedad y trascendencia, Bill Willingham pondría en marcha una obra igualmente titánica pero equilibrando el drama con el humor.
El concepto era sencillo pero tremendamente original por aquel entonces, traer al mundo real y adulto a todos y cada uno de los personajes de las fábulas y los cuentos de hadas y aunarlos a todos ellos en una saga épica pero a la vez tremendamente íntima. Y si la primera historia, el caso de la supuesta desaparición y posible muerte de Rosa Roja, la hermana de Blancanieves, dejaba vislumbrar el potencial de la obra, pero quedaba empañada por el irregular arte de Lan Medina, en el momento que llegó el dibujante Mark Buckingham a escena, la serie comenzó a elevarse a los altares de la excelencia.
Porque el primer arco argumental de la colección, el enfrentamiento de villa Fábula con el Adversario, la némesis que les expulsó de sus Tierras Natales y les hizo establecerse en el mundo humano, es un prodigio de exposición, desarrollo de personajes y un ritmo in crescendo donde las sorpresas, el humor, el drama y los giros inteligentes de guión están a la orden del día, hasta la épica batalla final en el número 75 de la colección.
Mientras tanto, Willingham nos fue presentando, sin prisa pero sin pausa a los singulares protagonistas de nuestra obra, dando especial importancia a Blancanieves y Lobo Feroz, con una relación que fue evolucionando y creciendo de la misma manera que en la serie iban pasando los años. Pero no solo estaban bien desarrollados los que podrían ser junto a Rosa Roja el trío protagonista de la colección, sino que todos y cada uno de los personajes que pasaron por la obra, desde Pinocho, el chico de Azul, Papamoscas, Mogwli, Gepeto o el Principe Encantador, por recordar a unos pocos del extenso y memorables cast de la colección, tenían el mismo tratamiento, inteligente y detallado.
A partir del cierre del primer arco argumental, y debido al éxito de la misma, la colección continuó hasta el número 150. La serie Vertigo más extensa de todas las que ha habido en toda la historia de la línea editorial. Súmale a eso spin-offs irregulares como Jack de Fábulas (que no fue capaz de sacar partido como protagonista principal a un personaje que brillaba como secundario) o la antología llamada Fabulosas, hicieron que la colección nunca volviera a estar a la altura de esos magistrales 75 primeros ejemplares.
Y no es que la serie deje de merecer la pena leer en su segunda mitad. El problema es que intenta plantear varias líneas argumentales paralelas y un nuevo enemigo igual o más peligroso que El Adversario, pero no consigue cuajarlas. Abre historias, las cierra de golpe, entrega unos cuantos giros sorprendentes pero que no llegan a tener la credibilidad de la primera etapa, etc...
Lo que sigue manteniendo la serie en esta segunda mitad es el cariño y el mimo en la caracterización de los personajes. Porque son ellos por los que sigues leyendo la serie y preocupándote de su destino y posible futuro. Hasta llegar a una conclusión final y fin de fiesta abrumador, donde todos y cada uno de los personajes del mundo de las Fábulas tienen su destino final. Una despedida agridulce, porque sabes que la serie no puede dar más de si, pero que miras con nostalgia tras 13 años de un mundo y unos personajes que se han convertido en parte de tu familia.
Gran parte del mérito de la colección es del arte de Mark Buckingham que va evolucionando a medida que avanza la colección, entregando algunas de las mejores páginas que se han visto en el cómic reciente. Limpio y con unos inicios que asemejaban a Chris Bachalo, Buckingham le supera en caracterización, limpieza de trazo y narrativa compleja pero perfectamente explicativa. Y aunque haya otros muchos autores que hayan pasado por Fábulas, en números unitarios, relatos cortos, etc.. nadie puede obviar que Buckingham es el 50% del éxito de la propuesta.
Y aquí termino mi pequeño homenaje a un tebeo que ha sido algo olvidado en los últimos años. Un tebeo que aun con su desarrollo irregular en la segunda mitad de la colección, siguió estando muy por encima de la mayoría de lo que se publica regularmente. Un tebeo ambicioso pero a la vez tremendamente humilde que merece un lugar de oro en la tebeoteca de cualquier aficionado, para que todos podamos de vez en cuando adentrarnos en la a veces peligrosa y a veces entrañable Villa Fábula, en un viaje que ningún lector de cómics o de género fantástico puede dejar pasar por alto.
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