Hace un par de años, Whiplash de Damien Chazelle sorprendió a propios y extraños con una obra basada en un cortometraje del mismo nombre, donde Chazelle demostraba su amor por la música, el jazz especialmente, su enérgica dirección, su endiablado ritmo en el montaje y su excelencia para sacar lo mejor de sus actores. Ahora, el director se embarca con la difícil tarea de recuperar el musical tradicional pero sin caer en el homenaje vacío a tiempos pasados.
Lo primero que llama la atención es la perfecta química entre Ryan Gosling y Emma Stone, con dos personajes en principio estereotípicos, al igual que la situación y el entorno en el que se mueven, pero que Chazelle sabe sacar partido, dotándoles de una humanidad y un carisma digno de elogio.
Si en su primer acto la película es un encadenado de números musicales que homenajean tanto a clásicos como Sombrero de Copa, Cantando Bajo la Lluvia o los números musicales bajo el agua de Esther Williams, la película da un giro en su segundo y tercer acto que recuerda más a su anterior trabajo, Whiplash o historias románticas como In the Mood for Love de Wong Kar Wai o la trilogía que comenzó Richard Linklater con Antes del Amanecer.
Historia de amor realista, de actuaciones sobresalientes, de diálogos brillantes y acerados, tan emocionante en sus pasajes alegres como tristes, la obra deja un poso de emoción y satisfacción en su brillante climax, que demuestra que Chazelle ha sabido salir airoso de su segunda obra y demostrar que el trabajo de este director se ha convertido en un must para todos los amantes del buen cine. Si esta próxima ceremonia de los Oscars, La La Land se lleva todos los premios habidos y por haber, como parece que ocurrirá, no podré estar más de acuerdo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario