Si hubiera que definir en pocas palabras la obra de David Fincher, podría definirse como el cine de la obsesión. Porque desde su verdadera primera obra, Seven -obviemos su accidentada ópera prima, Alien 3, donde poco pudo hacer el cineasta- hasta este Mindhunter que nos ocupa, la obra y los protagonistas de Fincher viven petrificados en su obsesión.
No es casual que la puesta en escena del cineasta haya ido cambiando a lo largo de dos décadas, desde sus primeras, excelentes, pero en algunos momentos efectistas primeros trabajos -Seven, The Game, Fight Club y The Panic Room- hasta sus más recientes obras, siendo la punta de lanza de la misma Zodiac, cuyo legado se deja ver en trabajos como La Red Social y esta nueva serie para Netflix, llamada Mindhunter.
Fincher ha sabido deconstruir su estilo, tanto visual como narrativo, hasta quedarse en la esencia, en lo básico, aparentando ser formalmente sencillo, pero ocultando bajo esas formas elegantes, una narrativa compleja, siendo su mejor exponente La Red Social. Mindhunter sigue la estela tonal de dicha obra, con la obsesión de un protagonista que no es ni más ni menos que un sociópata con apariencia de ser humano. Y es ese bullir interior de los personajes de Fincher que han sabido encontrar su forma en ese aspecto visual aparentemente contenido en el exterior, pero inexpugnable en su interior, plasmado visualmente en esos puntos de fuga que dejan entrever sutilmente al espectador las capas de profundidad tanto de la obra, como de sus personajes.
Mindhunter es heredera del interés de Fincher de la cultura y la obsesión contemporánea por los "serial killers" y la influencia en nuestra sociedad de los mismos. Elementos perfectos para una obra que se nutre de individuos escindidos de la sociedad y que solo algunas veces se dejan ver tal y como realmente son. Si Seven fue su primer acercamiento al llamado thriller psicológico, un ejercicio de estilo que atesoraba un caramelo envenenado en su interior que demostraba en su fascinante acto final que la película era mucho más que la típica historia de la caza del asesino, Zodiac, su primera obra de madurez, demostró que el cine de asesinos en serie era un vehículo excelente para contarnos no solo la obsesión humana, sino también la soledad y la falta de comunicación en nuestra sociedad contemporánea.
En Mindhunter, Fincher aprovecha la extensión del relato seriado para desarrollar pausadamente aquello que solo podía quedar intuido en su inquietante Zodiac, volviendo a demostrar que sus facultades para crear una atmósfera, un tono y un estado de ánimo siguen intactas, en esta historia basada en hechos reales, sobre la investigación de dos agentes de FBI, a finales de los años 70, para desentrañar las mentes y los métodos de una nueva clase de criminal que los antiguos métodos no eran capaces de comprender. Y así, Fincher nos muestra a través de los ojos de su trío protagonista, como el horror hace mella y cambia a las personas que se acercan a ese entorno viciado y plantea la pregunta que yace en el espectador tras ver estas aproximadamente 10 horas, ¿realmente los asesinos en serie son tan diferentes al resto de los mortales?.
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