7 de noviembre de 2015

Spectre de Sam Mendes: Devolviendo a Bond a la casilla de salida




















Hace ya casi 10 años (como pasa el tiempo), los espectadores fuimos sorprendidos con Casino Royale, un Bond Begins, que devolvía al personaje la esencia de las novelas de Ian Fleming, haciendo olvidar el recuerdo bufo de la gran mayoría de los largometrajes de Moore y Brosnan, que habían convertido al personaje en una broma, una sombra de quien tenía que ser el mejor espía y asesino del mundo.

El director Martin Campbell no solo consiguió devolver la inteligencia a la ya agotada fórmula, sino que también nos supo introducir en la cabeza y los sentimientos de un hombre que se convertiría en un asesino despiadado, frío y sin sentimientos. Su secuela, Quantum of Solace, dirigida por el mediocre Marc Foster fue un paso atrás que nos devolvía el peor Bond posible, una mala historia, un mal desarrollo de personajes y todos los conceptos trillados mil y una vez expuestos en las tropocientas películas del personaje.



Y de nuevo se obró el milagro con la llegada de Sam Mendes, uno de los mejores directores aparecidos en el siglo XXI, con tres magistrales películas a sus espaldas, como son American Beauty, Camino a la Perdición y Revolutionary Road. Películas sobrias y sombrías, donde el director diseccionaba a unos personajes abocados a la desgracia. 

Con Bond, trasladó sus intereses a una franquicia. Una película diferente, muy influenciada por el trabajo de Nolan con el Hombre Murciélago y que supo aunar autoría con mainstream y que únicamente pecó de un tramo final algo anticlimático, pero que se podía perdonar ya que el director intentaba hacer algo nuevo con el personaje, convirtiéndole en un ser humano y no un icono al conocer parte de su infancia.

Y ese epílogo parecía ser el punto de partida de este Spectre. Una cinta que nos prometía conocer los orígenes y la razón de una organización criminal clásica en la historia del personaje y que por lo que plantea el largometraje en su primer acto, está más cercana al Club Bildelberg o a los Illuminati que a una organización criminal de serie B dominada por el señor Maligno de Austin Power.



El problema, que la película aunque intenta mantener el aspecto que no el fondo de Skyfall se acaba convirtiendo en Austin Powers. Los motivos, que quitando el magistral prólogo en México, un prodigio narrativo con un plano secuencia que quita el hipo, el resto del filme se convierte en un Bond convencional, pero de los malos, más cercano a Octopussy o el Mañana Nunca Muere, que a Goldfinger o Goldeneye, por poner unos ejemplos.

Olvidemos al Bond falible de Royale o Skyfall. Volvamos al Bond al que todo le sale bien, sin taras, sin problemas, que no suda la camiseta. Escenas de acción que son más spots de automóviles por ciudad o nieve, técnicamente impecables pero sin ningún brío, emoción o suspense.

Y que decir del guión. Un sinfín de lugares comunes (la chica Bond para usar y tirar, interpretada por Monica Belluci y la dulce y virginal, Lea Seidoux que intentan hacérnosla pasar por la nueva Vesper Lynd, el personaje interpretado por Eva Green y la mejor chica Bond de la historia y que se queda más cercana a la interpretada por Denise Richards en El Mundo Nunca es Suficiente.



Todos los lugares comunes por los que Bond se había convertido en una reliquia de el pasado, (chicas Bond sin identidad, parajes asombrosos pero sin sentido narrativo, persecuciones espectaculares que no llevan a ninguna parte y villanos de chichinabo) están presentes en esta nueva entrega. Porque lo más lamentable de un conjunto ya de por si lamentable es el desarrollo de la organización Spectre y su líder, interpretado con el piloto automático por un Christoph Waltz que parece que solo sabe interpretar a un solo personaje, el que le dio la fama en Malditos Bastardos de Quentin Tarantino.

Su relación pasada con Bond está pillada con alfileres, sus motivaciones estúpidas y su inteligencia, bajo mínimos, ya que vuelve a cometer el mismo error que todos los villanos malos de Bond: te cuento mi plan en vez de matarte, mientras espero a que descubras como liberarte de mi trampa mortal, ¡bwhahahahaha!



Y llegamos al anticlimax absoluto de la película. Un final insulso, sin emoción, sin intriga y donde el servicio secreto de inteligencia inglés, descubre una conspiración que el espectador ya ha descubierto en los primeros 15 minutos del metraje.

En definitiva, una gran oportunidad perdida. Una involución de la franquicia a los tiempos más oscuros de la misma y un desenlace que no se merecía el Bond de Craig que había volado muy alto con Casino Royale y Skyfall. Una pena.

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