Mi primer acercamiento fue impactante y de dos maneras diferentes. La primera fue descubrir 12 páginas de Cody Starbuck en las páginas de la Historia del Cómic de Javier y editada por Toutain en los años 80. La segunda, fue el primer número de la miniserie de La Sombra que DC Comics editó en 1987 y que a España fue traída por Ediciones Zinco.
En ambos trabajos descubrí un autor potente, de grafismo poderoso que sabía hacer uso del lenguaje del cómic de una manera prodigiosa y que sabía mezclar con acierto aventura, sexo y comentario político que podían gustarte más o menos pero que nunca dejaban indiferente.
Y Chaykin, un autor que nunca ha sido del todo ponderado y su influencia justamente medida, siguió entregando clásicos instantaneos como Blackhawk o su polémico Black Kiss, además de haber entregado a principios de los 80 uno de esos tebeos que son fundamentales para entender la evolución del medio, American Flagg.
Y casi 30 años después, Chaykin sigue dando guerra y no bajando un ápice su irreverencia y ganas de generar polémica. Quizás ya no está en completa forma y sus dorados años 80 no los volverá a repetir, pero sigue siendo un autor a tener en cuenta. Y cuando menos me lo esperaba, Chaykin vuelve al personaje con el que me enamoré de él, La Sombra.
Si en su primer acercamiento al personaje, Chaykin le traía a los años 80, aquí nos cuenta una historia del pasado del personaje. Pero le saca de su ámbito de actuación normal, los años 30 y le presenta en una época en la que el mundo ha cambiado y él es una leyenda que quizás se a quedado anquilosado, los primeros años de la guerra fría y el pánico nuclear.
En esta miniserie de seis números, Chaykin con un discurso algo republicano, nos introduce en una aventura de espías, donde La Sombra, a punto de retirarse, debe detener un conflicto nuclear que amenaza al mundo entero. A partir de aquí, Lamont Cranston viajará a lo largo de toda Europa, donde Chaykin nos volverá a mostrar su visión cínica de un mundo y unas personas que acababan de salir del mayor conflicto armado de la historia de la humanidad y se adentraban en una modernidad que siempre estaría atenazada por nuevas amenazas, esta vez invisibles.
El resultado final de la obra no es tan redondo como su trabajo original al frente del famoso personaje pulp. Es un tebeo entretenido, algo caótico en algunos aspectos, como toda obra de Chaykin que se precie, donde rebaja sus dosis de sexo y violencia, pero que sigue transpirando por sus poros el cinismo y la acidez propia de un autor que con el paso de los años pueda haber perdido habilidades a los lápices, pero que sigue entregando trabajos que bien merecen ser seguidos por los amantes del buen cómic.
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