J. Michael Straczynski entró como un torbellino en la industria del cómic americano en el año 1999 con Rising Stars, un distópico tebeo de superhéroes con las mismas intenciones y ambiciones del Watchmen de Moore y Gibbons, pero que quedó lastrado por una periodicidad más que irregular y un equipo artístico que no embellecía, sino que empobrecía el trabajo del guionista.
Pero este tebeo y su labor al frente de Babylon 5, un serial de ciencia ficción que se convirtió en objeto de culto, le dio pie a saltar de la editorial Top Cow, propiedad del dibujante Marc Silvestri y entrar por todo lo alto en la arriesgada Marvel de principios del siglo XXI, para renovar a su personaje icónico, Spiderman y devolverle la relevancia y la calidad perdida, tras más de una década de intentos y trucos de salón rematados por autores irregulares e irrelevantes.
A partir de ahí, y tras una prometedor inicio de una etapa que se alargó en demasía, el creador de Babylon 5 se convirtió, junto a Brian Michael Bendis y Mark Millar, en el guionista mimado de Marvel. Pero mientras los anteriormente mencionados autores le entregaron a la Marvel de la pasada década, algunos de sus títulos más memorables y exitosos, Straczynski les comenzó a dar más problemas que alegrías -su aperiódica y finalmente inconclusa Supreme Power junto a Gary Frank, que en el fondo era un remedo de su trabajo en Rising Stars.
Pero Marvel seguía confiando en él, y el autor fue el encargado de renovar la figura de un Dios del Trueno que estaba en el limbo de la muerte Marvel, tras etapas que no habían conseguido, a lo largo de más de dos décadas, dejar el poso que el Thor de Simonson había conseguido a mediados de los años 80.
Straczynski, acompañado en los inicios del suave, limpio, pero también poderoso trazo de Olivier Coipiel, consiguió mantener la periodicidad a lo largo de los seis primeros meses, con una construcción lenta pero original y efectiva del nuevo statu quo del hijo de Odín, al que trajo de la muerte, le volvió a reunir con su alter ego humano Donald Blake, devolviendo a la vida a Asgard, con el pequeño detalle de introducirlo dentro de un pequeño pueblo de Oklahoma.
Los ingredientes eran buenos, la idea atrevida y arriesgada, daba pie a una etapa que aunque podía parecer que no iba a ninguna parte, tenía los ingredientes para convertirse en un punto y aparte dentro de la historia del personaje, donde los pequeños detalles, como el regreso de Donald Blake y el intento de recuperar la relación con Jane Foster, la nueva encarnación de Loki, las diferencias entre un humilde pueblo y los dioses de Asgard y sobre todo el panorama post-Civil War donde Thor había sido usado de manera atroz por un Tony Stark cegado, daban pie al guionista para armar una larga y definitoria etapa.
El problema, que los pequeños detalles se quedan en eso, en pequeños detalles. La trama principal, de nuevo es un ardid de Loki para tomar el poder de Asgard, con la originalidad de viajar en el tiempo para crear una paradoja temporal, pero que queda vulgarizado por un final de etapa precipitada y anticlimático, donde el lector no tiene una sensación de fin de fiesta, sino que el autor aparenta haber abandonado el barco precipitadamente, dejando a otro capitán que solucione los mil y un cabos abiertos que ha dejado, no solo sin cerrar, sino muchas veces sin desarrollar.
También le hace flaco favor al conjunto de la etapa, la sustitución en muchos de los ejemplares del artista Olivier Coipiel por Marco Djurdjevic, ilustrador que funciona mucho mejor como portadista e ilustrador de fantasía heróica, al estilo Earl Norem, Joe Jusko o Gabrielle del Otto, que como narrador gráfico, sobre todo si su estilo es dinamitado por el entintado de Danni Miki o Mark Morales, o el color digital de Paul Mounts o Laura Martin.
También es cierto, que aunque el tebeo deja una sensación agridulce en su conjunto, también tiene pequeños momentos memorables, como la reunión entre Thor y Iron Man, el homenaje del Dios del Trueno al Capitán América fallecido, la reinterpretación y primera aparición de Hela o el pequeño pero entrañable reparto de secundarios que conforman el pueblo de Oklahoma.
Pero si el conjunto falla, los pequeños detalles no pueden salvar el global de una obra. Straczynski deja para la posteridad 17 ejemplares, que sirvieron para abrir los ojos a la editorial de que Thor era un personaje que podía salir de la alargada sombra de Simonson, como puede demostrar ahora sí, la imprescindible etapa de Jason Aaron al frente del personaje, la cual si que puede mirar perfectamente a los ojos a la laureada etapa Simonson.
Todavía no he leído nada de este personaje............por donde empezar?
ResponderEliminarUn saludo
Hola Victor. Para mi, las tres etapas imprescindibles del personaje son la original de Lee y Kirby, que la tienes recopilada en los tres Omnigold que ha publicado Panini llamados El Poderoso Thor, luego la fundamental etapa de Walter Simonson de los años 80, editada por Panini en dos tomos de Marvel Héroes y de lo actual, el Thor de Jason Aaron, que es mi favorita.
ResponderEliminarAquí en México lo publicaron en grapas por allá del 2008, hombre que de leer tu reseña me dieron ganas de re visitarlo! Con Thor Ragnarok acaban de reimpimir Thor Ultimate y Fear Itself, en esas historias ando.Ya que ando en éste tono, buscaré mis grapas de Strascinsky. Sensacional personaje Thor, siempre entretenido con todo el universo que le rodea.
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