2 de junio de 2016

El camino a una nueva DC Comics: De La Guerra de Darkseid a DC Rebirth






















Que DC Comics no está pasando por un buen momento en la última década es un hecho. Pero hay que diferenciar entre los problemas que tiene como línea editorial sin rumbo fijo, a que publique o no buenos tebeos.

En estos últimos años, con los polémicos años de los Nuevos 52, es cierto que DC no ha tenido claro que quiere hacer ni como, y que la gran mayoría de su catálogo editorial ha sido un sinsentido de tebeos mediocres o directamente malos, equipos creativos de hace dos décadas que nunca fueron interesantes y un sinfín de intentos de recuperar la gloria de épocas pasadas que lógicamente ni tienen el impacto ni la necesidad de relevancia que tuvieron las obras originales.



Pero entre nostalgias mal entendidas y tebeos francamente malos, ha habido un oasis de trabajos interesantes y buenos que serán recordados con el paso de los años, una vez la nube pase. Tebeos como la Wonder Woman de Azzarello y Chiang, Batman y Robin de Gleason y Tomasi, los por momentos interesante pero sobrevalorado Batman de Snyder y Capullo, por poner tres ejemplos al azar. Pero donde realmente ha brillado DC ha sido en series diferentes, casi fuera de la "continuidad" de la editorial que han destacado como la nueva Batgirl, Canario Negro, Gotham Academy o la divertida y a la vez intrascendente Harley Quinn de Palmiotti y Conner.



Porque el gran problema de DC no han sido los tebeos en si, que los ha habido buenos, mediocres y malos (aunque ha habido una gran cantidad de tebeos malos) sino el ir dando giros y supuestas sorpresas en pos de una nueva continuidad desilachada y repleta de torpezas, donde ni todo es nuevo ni todo es antiguo, por lo que no llegan a contentar ni a nuevos lectores, ni mantener a los veteranos.

Y el cambio comenzó hace un año en la Justice League de Johns. Un tebeo que hasta ese momento podría ser el peor trabajo de Johns al frente de DC Comics. Un tebeo vacío, en principio para puro lucimiento de un desgastado Jim Lee, que posteriormente solo sirvió para ir encadenando eventos anuales que no llevaban a ninguna parte y que convertía a un título principal en mero receptáculo secundario de unos avances narrativos que nunca fructificaban.



Con la Guerra de Darkseid la cosa cambió. De nuevo me encontré con el Geoff Johns que me hizo disfrutar en su primera etapa al frente de Green Lantern, justo hasta el final de La Guerra de Siniestro. Un blockbuster veraniego repleto de acción y giros insospechados, que leído del tirón funciona perfectamente como tebeo de superhéroes clásicos. 

Y por primera vez en el nuevo/viejo universo DC los personajes comenzaron a actuar como debería ser y no como marionetas para splash pages salvajes. Por supuesto, estas Guerra de Darkseid tienen mucho de pirotecnia, pero lo que te cuentan y como lo cuentan, además del estimable trabajo de Jason Fabok a los lápices, lo convierte en una lectura la mar de recomendable para el lector de superhéroes de toda la vida.



Y al final de esta etapa, que ligeros retrasos lo han hecho coincidir con el inicio del nuevo renacimiento del universo DC, ocurren hechos insospechados que comienzan a revelarse en el especial DC: Rebirth.

El especial DC Rebirth continúa con la senda del misterio de una nueva amenaza para el universo DC. Es un especial que pone en situación a antiguos y nuevos lectores. Es una carta de perdón a una editorial, a unos personajes y sobre todo a unos lectores que habían abandonado toda esperanza de recuperar a la DC de toda la vida. Y como ese ejercicio de alabar el pasado e intentar arreglar múltiples desaguisados como Flashpoint, las mil y una Crisis o el más reciente Los Nuevos 52 funciona hasta cierto punto.



Y digo que funciona hasta cierto punto, porque el tebeo en si tiene cosas interesantes, pero es algo farragoso en el uso y abuso de textos de apoyo que sirven para poner en situación al lector del lío que se ha convertido un universo que quedó perfectamente pulido hace 30 años con las Crisis originales.

La recuperación de un espíritu más positivo, la unión de unos héroes que de nuevo parecen héroes y no vigilantes chungos enmascarados es un soplo de aire fresco y el misterio de una nueva amenaza me chirría y me interesa a partes iguales. Por una parte, y sin desvelar demasiado de la trama, el uso de unos personajes del fondo de catálogo de la editorial intenta desesperadamente de nuevo hacer relevante un universo en base a los hallazgos del trabajo de un autor de hace 30 años. Y por otra parte, de nuevo demuestra que lo que se hizo con esa obra fue malentendido por editorial y gran parte de los lectores de los últimos 30 años. Ese trabajo fue único y fue un epitafio. Por ese camino no se puede seguir con el género superheróico porque su serialización la fagocitas. Y tampoco estoy de acuerdo en culpar a la obra de los males del universo DC.



El resultado, un tebeo curioso pero que su desarrollo estará en manos de los talentos que DC tenga a su disposición a lo largo de esta nueva etapa. Porque el futuro de una editorial no solo se basa en los tonos o los puntos de vista, sino al final en la calidad de los autores y las obras que pongan a disposición del público. Y sobre todo, que los editores sean consecuentes con las decisiones que toman y planteen una línea editorial que no se esté contradiciendo un mes sí y un mes no.

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