Brave de Marc Andrews y Brenda Chapman (2012)
Al igual que Prometheus la semana pasada, llega este fin de semana a nuestras carteleras lo último de Pixar, con casi dos meses también de retraso, ya que su estreno en Estados Unidos fue el 22 de Junio.
Un estreno que no ha sido recibido con algarabía por los fanáticos de la compañía y que ha recibido tibias críticas que la sitúan entre lo menos original y peor del estudio que salvó Steve Jobs, el cual es homenajeado en los créditos finales. Y tras verla no puedo estar menos de acuerdo.
Pixar ha basado su éxito, sobre todo en sus últimos largometrajes originales como son Wall-E y Up en la originalidad excesiva, en la supuesta madurez del género de animación y sobre todo en 20 minutos originales brillantísimos que son los peores enemigos del resto del largo, ya que estos nunca están a la altura de lo planteado en el mismo.
Pero parece ser que este estilo de neo-animación es lo que ha hecho babear al público, denostando en su camino el clásico estilo Disney que siempre había gustado a todo el mundo, pero que parece en esta última década estaba de moda detestarlo y considerarlo demodé.
Y he aquí que Pixar se sale por la tangente y nos presenta a una princesa escocesa que en principio podría ser Disney pero luego se acerca más a Mononoke. Porque no nos olvidemos que en Pixar son grandes admiradores de Miyazaki y en esta película es muy evidente, desde la simpática bruja que habita los bosques, tanto en forma como en fondo, hasta esos fuegos fatuos que parecen los espíritus animales de Mononoke.
Pero no solo eso, porque Pixar reinventa el cuento Disney tradicional. De este último tenemos los personajes carismáticos y entrañables, los animales cuasi-parlantes adorables, la historia de madurez y la alegría y diversión que la propia Pixar había sepultado bajo capas de una madurez mal entendida en algunos aspectos. Pero Pixar retuerce el cuento clásico, porque aquí no hay un gran enemigo, un gran villano al que culpar de los males de los protagonistas, sino que en el fondo es una historia de madurez y reencuentro entre generaciones e ideas distintas.
Porque no nos confundamos. Sigue siendo Pixar y sigue teniendo mensaje. Pero esta vez no te lo restriegan en la cara y te dicen lo importante que es lo que te están contando. Al contrario, se han relajado y eliminan su pretenciosidad en aras de la diversión. Una diversión que es muy bienvenida para el que esto suscribe y que la sitúa, en mi humilde opinión, con los grandes títulos de la casa, los cuales también son los menos pretenciosos como Monstruos, Los Increíbles, Ratatouille o las secuelas de Toy Story. En definitiva, una maravilla de la animación que disfrutarán aquellos que no se han convertido en unos pedantes de la misma.
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