Matt Fraction necesita unas vacaciones urgentes. Tras la finalización de Miedo Encarnado, un crossover por el que le han llovido las críticas (muchas de ellas innecesarias y exageradas), el autor parece haberse secado creativamente. Un buen ejemplo de ello es su nueva serie, Los Defensores, que con solo dos números en su edición española, ha demostrado que quitando el gran trabajo de Terry Dodson a los lápices, como siempre, poco tiene que aportar este título, aparte de su intrascendencia, en el saturado mercado actual del cómic de superhéroes.
Fraction continúa por supuesto con su larga etapa al frente de Iron Man, irregular como todo lo que toca el autor. Buenas ideas en un principio, que quedan lastradas por un desarrollo demasiado estirado y que sobre todo en la serie del vengador dorado, queda estropeado por el cada día peor Salvador Larroca. Una falta de fondos, de expresión en sus personajes, de páginas idénticas las unas a las otras, minimiza los aciertos argumentales de un Fraction que aquí estuvo a punto de hacer historia, pero que al final no deja de ser un remedo de la segunda crisis alcohólica de Tony Stark de los años 80.
Su mejor trabajo en la actualidad es Thor, una serie donde si que los cambios se han visto y donde Fraction hace crecer la mitología asgardiana, cambiando el status quo establecido. Eso no quita, para que como en Iron Man, el tebeo quede lastrado por el trabajo de Pascual Ferry y su sucesor, Pepe Larraz. Por supuesto que no llegan a los defectos de Larroca, pero la falta de fondos, de profundidad, de contexto, reducen la capacidad de sorpresa de un tebeo por otra parte, muy bien construido por Fraction. Conseguir que Estela Plateada sea divertido o volver a dar protagonismo a Donald Blake, equilibrando el dramatismo y la ligereza no están al alcance de todos y aquí si que Fraction destaca sobre el resto de sus trabajos en Marvel.
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