Si hay un personaje Marvel que siempre ha estado rodeado de un aura de misterio es el Caballero Luna. Un personaje que nunca ha tenido una regularidad en las librerías, pero que siempre el lanzamiento de algo relacionado con él me ha llamado la atención. Los artífices de que el personaje tenga ese aura de culto fueron su creador Doug Moench y el dibujante Bill Sienkiewicz.
El personaje tuvo su primera aparición en la serie Werewolf by Night en el año 1975 como némesis del Hombre Lobo protagonista del título. Tras su aparición en esta serie regular que nunca tuvo el éxito y el reconocimiento del Drácula de Wolfman y Colan, el personaje tuvo una segunda oportunidad en la antología de Marvel Spotlight. Pero Moench acompañado de un poco acertado Don Perlin, no conseguía que el personaje destacara en exceso.
Tuvo que llegar el éxito del Hulk televisivo de Lou Ferrigno y Bill Bixby a finales de los 70, para que Marvel le diera un magazine de mayor precio y menor control de la censura para que el personaje tuviera su verdadera oportunidad. Pero no sería hasta el tercer número de la entrega suplementaria del Caballero Luna que Moench se encontró a un aliado que llevaría al personaje al status mítico y de culto que sigue teniendo a día de hoy, Bill Sienkiewicz.
Sienkiewicz todavía era un émulo de Neal Adams, en el manierismo y fisiología de los personajes, y no había alcanzado su arte la evolución que plasmó en Los Nuevos Mutantes y que luego estalló en su abrumadora Elektra Asesina, pero ya en este Caballero Luna se pudo comenzar a vislumbrar que era algo más que un clon de Adams. Su trazo nervioso y neurótico en algunos momentos, la tensión que reflejaban sus figuras y personajes y las arriesgasdas composiciones narrativas demostraban que nos encontrábamos con alguien que daría mucho de que hablar.
El personaje dentro del magazine de Hulk y en manos del duo creativo, comenzó a crecer a a pasos agigantados. Con un menor control de la censura del Comics Code e interesado en plasmar la violencia que cada vez crecía más en la sociedad americana de los años 70, Moench supo ser el precursor de obras como The Question de Denny O'Neill o el Green Arrow de Mike Grell, aunando lo que era el homenaje claro a la famosa La Sombra de los pulps, con un mucho de crítica social y política.
Nuestro escindido protagonista, dividido entre cuatro personalidades que no le convierte en la persona más estable del mundo, y junto a su amada y el resto de agentes que tiene desperdigados por la ciudad de Nueva York, arrastra al lector a una vorágine de acción, terror y suspense que pronosticaba el futuro del cómic americano mainstream, sin hacer el ruido que otros autores consiguieron una década más tarde.
Este primer volumen de dos, donde Panini pretende englobar todo el trabajo de Moench y Sienkiewickz, reúne los ejemplares de Werewolf by Night, los Marvel Spotlight y las historias de complemento de The Hulk, para luego introducirnos en los quince primeros ejemplares de la serie regular que le dieron al personaje en el año 1980. Un tomo que va de menos a más, siendo testigos de los primeros y tambaleantes pasos de un autor y un personaje que necesitaron del talento de Sienkiewicz para juntar un equipo creativo que se convertiría en una de las obras de culto de la Marvel de finales de los 70, principios de los 80. Una Marvel más urbana, que junto al Daredevil de Miller comenzaría una revolución silenciosa que sería imitada y mejorada a lo largo de los años y las posteriores décadas y que puede que sin este Caballero Luna, no hubiera sido llevada a cabo.
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