Los años 80 son recordados por la época en la que el cómic de superhéroes se hizo "mayor". Fueron los años del Batman de Miller o los Watchmen de Moore. Pero en los 80 también tuvieron cabida autores ahora olvidados como Mike Grell, Mike Baron o John Ostrander y personajes como Capa y Puñal, El Vigilante, El Escuadrón Suicida o el resurgimiento de El Castigador como icono popular.
Tebeos urbanos que no alcanzaban las cotas de magnificencia que Miller o Moore habían logrado en sus magnas obras, pero que crearon el ecosistema de unos infantes que alcanzaban la adolescencia y disfrutaban de unos tebeos que aún bañados en ese aire de madurez, tocaban las fibras de la infancia en su absurdo y genial desfile grandilocuente de violencia y excesos.
Michel Fiffe, el autor de esta obra, ya había demostrado su amor por estos tebeos y la sub-cultura de lo urbano de finales de los 80 que también pudimos ver en videojuegos como Double Dragon, Renegade o películas como Robocop de Paul Verhoeven, con Copra, su particular homenaje al fantástico Escuadrón Suicida de Ostrander y McDonell y que no me canso de recomendar.
Fiffe, gracias a Brian Michael Bendis, tuvo la suerte de trastear con el comatoso universo Ultimate en sus últimos estertores, tras Cataclismo, donde la plana mayor del Universo Ultimate había caído tras su combate con Galactus. Esto sirvió al autor para poder hacer lo que quisiera en su particular playground y dotar de un sabor diferente a un universo que quitando el magistral Spiderman de Bendis, poco tenía que aportar a la Casa de las Ideas.
Y lo que consigue es devolver en esta serie de 12 números, publicada por Panini en dos volúmenes recopilatorios, el aroma de esos tebeos de finales de los 80, que no es que fueran excepcionales, pero si que tenían mucho mérito. Un tipo de tebeo que ya no se estila, repleto de textos de apoyo, de redundancias expositivas para aquel que no ha leído los números anteriores y una libertad para traer de vuelta a los personajes más oscuros que han pasado por la historia de la editorial.
Además de todo ello, Fiffe intenta con irregular resultado, reinterpretar el clásico grupo de adolescentes sin supervisión adulta. Del reparto, los que mejor salen parados son Bomba, verdadera protagonista del serial y el personaje que si que tiene un arco de crecimiento y Jessica Drew, la Spiderwoman del universo Ultimate que es un clon de Peter Parker, tocando un tema tan delicado como la identidad sexual.
Es en esos momentos íntimos donde el serial tiene sus mejores momentos y donde vemos a un Fiffe más suelto. En cambio, en lo que es la trama principal, la serie oscila entre la genial y en algunos momentos lo moroso, es tal el número de tramas y subtramas que Fiffe intenta introducir en escasos doce ejemplares. Algo a lo que está acostumbrado en su Copra, pero que allí puede permitírselo porque la serie no tiene un fin programado.
Quizás ese es el problema de esos Jóvenes Ultimates. Su fin precipitado, causado tal vez porque la línea moría y también por la indiferencia de unos lectores que no han prestado atención al último tebeo estimulante de la fallecida línea editorial y que aun con sus irregularidades es destacable por su atrevimiento y arrojo.
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