Del exceso genial de los dos primeros volúmenes, de la concatenación hasta la extenuación de orgiásticas batallas y tramas y subtramas que se solapan las unas a las otras, llegamos a una aparente calma. Un tercer volumen con seis historias unitarias, que sirven para profundizar en algunos de los personajes de esta obra tan coral.
Fiffe sigue homenajeando con gusto e inteligencia a autores tan dispares como Beto o Jaime Hernández, Kirby o Ditko, llevándonos de una historia de venganza, a la psicodelia mística, de los violentos y excesivos años 90 a la ciencia ficción más casposa y de allí a una bella historia de amor y familia y un pasado al que ya es difícil volver.
Pero todo ello sin perder ni un ápice lo que ha hecho grande a su Copra. Un tebeo repleto de libertad creativa, de ideas en apariencia antagónicas pero que hacen un todo único e inimitable, donde podemos observar como cohabitan sin estridencias Dormammu con los Nuevos Dioses. Y todo ello con algunas de las composiciones de página más radicales y bellas publicadas en el cómic americano.
Porque Fiffe sabe adaptar su narrativa al tipo de historia que está contando. De splash pages visualmente radicales, a montajes de acción brutales de dos viñetas, a composiciones de nueve viñetas por página para equilibrar el tempo y las diferencias entre capítulos y personajes.
Fiffe no se olvida de hacer avanzar la historia principal, pero aprovecha para dar a conocer mejor las inquietudes, sueños y miedos de un reparto de personajes al borde del abismo, pero que en fondo son muy cercanos y humanos.
En definitiva, un tebeo único, diferente y muy recomendable, que demuestra que el primer volumen no fue flor de un día y que Fiffe no hace más que mejorar y avanzar como narrador gráfico.
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