ECC finaliza su fabulosa reedición del trabajo más personal y accidentado del maestro Kirby con el cuarto volumen de su epopeya de El cuarto mundo. Un volumen que reúne el fragmentado proceso de publicación de un trabajo que fue herido de muerte por un público lector que no estaba todavía preparado para una obra transversal y que aun algo naive en su resultado global, pronosticaba el camino que otros autores como Grant Morrison llevarían a su paroxismo en las siguientes décadas.
Este volumen final incluye los dos últimos ejemplares de Los nuevos dioses y Jóvenes eternos, donde lo abrupto de su finalización es aún más grave en los seis últimos ejemplares de Mr. Miracle, siendo doloroso comprobar como Kirby tiene que desechar todo aquello que tiene que ver con el Cuarto Mundo, al intentar convertir a Mr. Miracle y su elenco de secundarios en un trasunto de tebeo de superhéroes al uso, aunque es todavía capaz, en la boda de Big Barda y Scott Free, de traer de vuelta como coda final a los personajes principales de su odisea.
Pero el accidentado camino no terminó a mediados de los 70, sino una década más tarde, concretamente entre los años 84 y 85. Gracias a una reedición del material perteneciente a Los nuevos dioses, Kirby consiguió darle un relativo final a lo expuesto en el undécimo ejemplar de Los nuevos dioses. Un capítulo final de doble duración, que reflejaba lo alejado que estaba ya Kirby de aquello que quería contar en la década de los 70, reintroduciendo su universo tan personal, en un planeta tierra donde los problemas y formas de pensamiento de la población y el propio Kirby ya no eran las mismas.
Los problemas de salud que afectaban a Kirby, no ayudaban a que además el resultado gráfico estuviera a la altura de su glorioso legado. Lo mismo ocurrió en su acto final llamado Los perros hambrientos, el enfrentamiento definitivo entre Darkseid y Orion, una novela gráfica donde vemos a un autor más cansado y dubitativo en un medio que había cambiado mucho desde su salida. Una narrativa morosa y la necesidad de cerrar con broche de oro una saga que necesitaba todavía de un arco central, ya que las series originales no pasaban de ser un arco introductorio al vasto mundo salido de la imaginación del Rey, daban como resultado un tebeo en algunos pasajes ininteligible y de difícil lectura.
Pero la importancia y el valor de El cuarto mundo no se queda en su resultado final, sino en la fascinación que las partes provocan y siguen provocando en la imaginación de autores y aficionados que han llevado un paso más allá aquello que salió de la cabeza y el talento de un autor que iba veinte pasos por delante de autores e industria. Un canto a la libertad y a la imaginación que por primera vez podemos recopilar en cuatro bellos y muy completos volúmenes a la altura del material que atesoran en su interior.
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