“Somos los mutantes. Mira que hermosos somos”. Una frase que define lo que significaba la Patrulla X de Chris Claremont y que se ha ido olvidando en las últimas décadas. Una definición que sale de la boca de Charles Xavier en el sexto ejemplar de Increíble Patrulla X y que resume lo que son y como debe ser representada La Patrulla X. Claremont y Byrne lo demostraron en la mejor etapa de la serie, introduciendo sutilmente el componente sexual tanto en el contexto de la historia, su imaginario, como en las relaciones entre unos personajes que descubrían su deseo sexual en el mismo momento que sus poderes se manifestaban. Elemento que la serie fue perdiendo con la progresiva asexualización de los protagonistas del serial, aunque de vez en cuando, otros autores lo entendieron, ya sea el caso de las etapas tanto de Grant Morrison como de Matt Fraction. Pero en líneas generales, Marvel eliminó ese componente sexual y seductor que diferenciaba a los mutantes de los otros grupos superheróicos pertenecientes al universo Marvel.
Charles Soule en este nuevo serial ligeramente independiente de la continuidad principal -ligeramente porque su desenlace la integra dentro de los relatos contemporáneos de la franquicia- devuelve en esta historia dividida en dos partes ese carácter de empoderamiento sexual que exudaban los mutantes primigenios de la era Claremont. Mutantes representados gráficamente en todo su esplendor y que más allá de sus enfrentamientos superheróicos nos muestran personajes con sus dudas, sus deseos, sus pulsiones, amando y sufriendo por aquello que les remueve por dentro. Todo esto se encuentra sobre todo en la primera mitad del arco argumental, en concreto en el relato titulado “Vida de X”. En él, y apoyado por un conjunto de artistas diferente en cada ejemplar y que aportan su visión única pero a la vez complementaria del cosmos mutante -destaca en particular el ejemplar de Carlos Pacheco y su impecable narrativa- y que también, como en los mejores momentos de la franquicia, se detiene en cada uno de los personajes de la formación para desarrollar aquello que hacía diferente al serial del resto de tebeos superheróicos: sus duelos internos, sus miedos, sus esperanzas.
Cierto es que pasada la primera mitad del arco argumental -donde Soule trae de vuelta a un temible Rey Sombra, de moda de nuevo gracias al excelente Legión televisivo- la segunda mitad del relato “Un hombre llamado X” baja ligeramente el excelente nivel de una primera mitad que se convertía en la mejor representación de la era dorada de los personajes y donde el nivel gráfico sin ser deficiente (destacan ACO y Ron Garney) no puede mirarse en igualdad de condiciones con maestros del cómic de superhéroes de la talla del ya mencionado Pacheco o Ed McGuinness, Mike Deodato o Jimmy Cheung. También en esa segunda mitad el enfrentamiento con la némesis principal -recuperado también del pasado brillante de Claremont y Byrne- discurre por lugares más comunes y la libertad como proyecto relativamente separado de la asfixiante continuidad no permita que la serie pueda volar todo lo libre que lo hizo en sus primeros compases.
Pero en conjunto, esta Increíble Patrulla X es quizá uno de los tebeos mutantes más redondos que nos hemos podido encontrar en el último lustro. Quizá no remata y redondea lo apuntado en sus primeros compases, pero si que es el camino que los mutantes deben seguir y como deben ser representados, para que la franquicia vuelva a brillar y destacar en el maremagnum actual del cómic de superhéroes. Los personajes se lo merecen.
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