El Universo Marvel lleva un tiempo convulso. Entre Secret Wars, Vengadores de Hickman, la polémica de la Bruja Escarlata y Mercurio, el Spiderverso de Dan Slott y las nuevas sensaciones femeninas de la editorial, Thor, Ms. Marvel y Spider Gwen, las viejas glorias de la editorial lo tienen difícil para llamar la atención del público. Y quien lo ha tenido más difícil han sido mis queridos 4F, los iniciadores de todo el universo Marvel.
Y es que hacer buenos tebeos de los 4 Fantásticos nunca ha sido tarea fácil. Grandes etapas ha habido tres, por lo menos para mi, que son la de Lee y Kirby, John Byrne y recientemente la de Jonathan Hickman. Autores de renombre y con buenos tebeos a sus espaldas como Mark Waid, Stracinsky, Mark Millar o Mark Fraction, han patinado o no han sabido sacar todo el potencial que estos personajes atesoran. Y ya no hablemos de su traspaso al medio cinematográfico...
Porque la dificultad de estos personajes y su universo es saber equilibrar con acierto lo cósmico y lo mundano, lo extraordinario con lo familiar. Quizás son los personajes menos agradecidos para un equipo creativo, porque pillar el tono que tan bien supieron darle Lee y Kirby no es tarea fácil.
El último autor al que le ha tocado tamaña tarea ha sido a James Robinson, un guionista conocido sobre todo por los aficionados a DC Comics, donde nos entregó en la década de los 90 uno de esos tebeos únicos que se merecen un lugar de oro en la historia del medio y en las estanterías de todo aficionado que se precie, Starman, una obra absolutamente impecable, ambiciosa y descomunal, pero también cercana y muy humana.
Eso hace que los 4 Fantásticos fuera el mejor trabajo para que este guionista aterrizara en Marvel. Y lo hace ni más ni menos con el último arco argumental en la historia de la colección, un reto que asustaría al más pintado. Pero Robinson no se amilana y comienza su arco argumental con una ominosa carta de Sue Storm a sus hijos, donde esta nos narra la caída de todos los integrantes de la familia. A partir de ahí, los lectores asistiremos al derrumbe del equipo desde el punto de vista profesional y sobre todo personal y su resurgimiento absoluto para que los lectores no olvidemos que es lo que hace especial a este atípico grupo en la poblada arena superheróica.
Y Robinson lo hace desde un punto de vista más cercano, menos cósmico y multidimensional, más cercano y terrenal. Los 4F lo pierden todo, su prestigio, su confianza, su reputación y lo más importante, su núcleo familiar. Y lo pierden en manos de una némesis que nunca se esperarían y por la razón más mundana de todas.
Además, Robinson hace un repaso de los mejores momentos de la larga historia de los personajes, tocando casi todos los grandes acontecimientos y sucesos que han vivido y llenando esta breve pero intensa etapa de gran parte del ecosistema Marvel, repleto de invitados, de una manera tan orgánica y natural que provocará la envidia de sus compañeros de profesión.
A cargo de los lápices tenemos a uno de esos magníficos dibujantes que el fandom no presta la atención que se merece, Leonard Kirk, un dibujante todoterreno que completa a la perfección los guiones de Robinson, emparentándole en recursos, narrativa y talento con autores como Stuart Inmonen.
Robinson cierra su etapa y la colección con un tono de optimismo y esperanza. Sabemos que el futuro de los personajes dependen de esas Secret Wars que acaban de comenzar y donde la Primera Familia tiene un papel absolutamente preponderante. No se que futuro les depara al primer grupo de superhéroes de la era Marvel de los cómics, pero lo que si se es que estaré expectante a su regreso.
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