Un año y medio después de la aparición de su segundo volumen, por fin tenemos en nuestras manos el último tomo de una de las mejores series que se han publicado en el mercado americano en estos últimos años, Río Bravo. Un tebeo que ha sido el pionero en una nueva manera de entender el tebeo de superhéroes.
El éxito de Fraction y Aja, es haber sabido fusionar obras tan dispares como los ejercicios estructurales de Chris Ware, con el costumbrismo de la Avenida Dropsie de Will Eisner. En esos dos pilares, dos autores que llevaron al límite las posibilidades del medio, es donde se apoyan ambos autores para demostrar que los tebeos de superhéroes no solo tienen que ser grandes eventos multitudinarios donde los sentimientos se sustituyen por guantazos y las conversaciones por grandes destrucciones cósmicas repetitivas hasta la saciedad.
Y si ambos autores, quizás la pareja artística mejor compenetrada del tebeo actual, se apoyan en tamaños predecesores, la colección se sujeta en la genial relación entre Clint Barton y Katie Bishop, el mejor personaje femenino Marveliano desde la Jessica Jones de Brian Michael Bendis.
Porque si a Ojo de Halcón le pone Fraction con los pies en la tierra, convirtiéndole en el protector y propietario de un edificio de familias humildes de Brooklyn, a Kate Bishop la convierte en la verdadera protagonista y el alma de un serial que en este tercer volumen se divide en dos historias paralelas y muy diferentes en forma y fondo.
A Kate Bishop la trasladan a L.A., donde nuestra coprotagonista debe lidiar con el paso a la madurez, rompiendo las ataduras económicas con su millonario y corrupto padre y las emocionales con Clint Barton, el primer Ojo de Halcón, para convertirse en una adulta de pleno derecho y una heroína con peso y personalidad propia.
Clint, al igual que Kate, debe tomar las riendas de su vida, descubrir cual es su lugar en el mundo fuera de Los Vengadores, convirtiéndole Fraction en un héroe urbano y humilde que no tiene nada que envidiar al protector de la Cocina del Infierno.
Porque si en el primer año de la colección, el tono de la serie era bastante ligero y autorreferencial tanto con el género como con el medio, aquí las cosas se ponen serias, rozando la tragedia. Fraction cierra todas las tramas que tenía pendientes de sus dos personajes protagonistas y aporta alma y personalidad al nutrido al adorable reparto de secundarios de la colección.
Pero por supuesto Fraction y Aja no olvidan los ejercicios estilísticos presentes en los anteriores ejemplares, como el episodio visto desde el punto de vista de Fortu o el episodio navideño de la colección, dos ejemplares que deben ser analizados y estudiados en profundidad por todos aquellos profesionales que quieran adentrarse en el mundo del noveno arte, con el episodio mudo de este volumen, un verdadero tour de force narrativo.
Y de David Aja poco se puede decir que no se haya dicho ya. Solo que es un maestro de la narrativa gráfica, a años luz de casi todos sus compañeros de profesión. Y si en los anteriores dos volúmenes de la serie, tenía de compañero a los lápices al gran Javier Pulido, aquí cede los lápices de la aventura californiana de Kate a Annie Wu, una autora quizás no tan redonda como Pulido, pero que apunta unas maneras y una personalidad a su arco argumental, que ha evolucionado y ahora nos entrega grandes alegrías a los seguidores de su nueva serie en DC Comics, Black Canary, junto al guionista Brendan Fletcher, artífice también de ese otro gran éxito del cómic actual que es Batgirl, colección que al igual que Black Canary, no existiría sin este Ojo de Halcón que nos ocupa.
En definitiva, uno de esos tebeos que ya en el momento de su aparición se convierte en clásico y cita ineludible para entender un período artístico. Único pero a la vez referencia de una nueva generación de autores y vara de medir a todo aquel cómic que aparezca en los próximos años. Jeff Lemire lo va a tener muy difícil no solo para superar, sino para igualar este regalo de Marvel Comics a sus fans.
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