Tras dos episodios diferentes y arriesgados repletos de aciertos pero solo recordados por detalles menores que ahogaron la recepción final, Lucas entregó el final de esta trilogía de precuelas sin distanciarse ni un ápice de su visión original, aunque el fandom le reclamara a gritos que realizara las películas que ellos querían ver.
Y si se le acusó de infantilización y ñoñería a lo largo de los capítulos previos, Lucas entregó el que quizás sea el episodio más oscuro y descarnado, un relato donde el mal vence definitivamente y los héroes son vapuleados y arrastrados a una oscuridad de la que parece muy difícil salir.
Pero Lucas lo hace sin dejar de lado el entretenimiento y la épica en una película que a lo largo de sus más de dos horas de metraje que se hacen cortas, nos adentra comenzando con el final de las guerras clon y la caída final de Anakin en las tinieblas de su alma.
Cierto es que la escena en la que Anakin da el paso definitivo para convertirse en el siervo de un Palpatine que ya no necesita de mascaradas para tomar el poder, es de lejos la escena más decepcionante de todas las precuelas, no por lo que cuenta y como lo cuenta, sino por la premura tras la muerte de Mace Windu y el sometimiento de un Anakin Skywalker sumido en unas premoniciones que provocará al someterse al lado oscuro de la fuerza.
Porque el camino de Anakin del lado de la Fuerza al lado oscuro no comienza y acaba en dicha escena, sino que es un camino que el personaje ha ido recorriendo desde el Episodio 2 y que aquí poco a poco va oscureciendo su alma con el asesinato del Conde Dooku- magnífica escena espejo con el enfrentamiento de Luke con su padre al final del Episodio 6- y la obsesión por el trágico destino de Padme que el acaba provocando.
Anakin, un títere de un senador que se ha convertido en una siniestra pero confortable figura paterna, se encuentra entre dos mundos, apoyar a un consejo Jedi que le menosprecia y que no quiere perder su cómodo lugar en la República o aliarse con Palpatine que le ofrece el caramelo envenenado de proteger todo aquello que quiere.
De nuevo Lucas juega con las expectativas de unos espectadores que tenían una visión idealizada de unos Jedis que son tan culpables como Anakin de la caída de la República y el resurgir del Imperio. Unos títeres también de un Palpatine que conoce muy bien las debilidades una democracia que se ha acomodado y que en el fondo se merece su caída a los infiernos.
Durante la primera hora, Lucas entrega una de las mejores batallas espaciales de la saga, los mejores y más interesantes momentos de una Padme y un Anakin cuyo amor se resquebraja y donde los algo bochornosos diálogos entre enamorados del episodio anterior, dan paso a la desolación, la duda y la traición, introduciendo en la pareja un tercer elemento, Obi Wan Kenobi, que desestabilizará del todo a un Anakin devorado por el demonio de los celos y que entrega dos desgarradoras escenas, la primera, la despedida de Obi Wan de Amidala y el enfrentamiento verbal de los antiguos amigos antes de su combate final en el terreno volcánico de Mustafar, metáfora visual de lo que bulle en el antiguo elegido de la Fuerza.
Y si la última hora es una verdadera tour de force para el fan de la saga, con los greatest hits que todos queríamos ver en las precuelas - destacando el final de los Jedi a manos del ejército clon o el enfrentamiento entre Palpatine y Yoda en los restos de un Senado que ha perdido toda su función-, la primera hora del largometraje le sirve para terminar de manera muy digna con el villano de la anterior entrega y presentarnos a un nuevo villano para el panteón de la saga, el General Grievous, predecesor de Darth Vader y némesis que entrega uno de los mejores momentos de la precuela, su batalla final con Obi Wan Kenobi en Utapau, una escena de acción de ritmo y montaje frenético que se encuentra entre los mejores momentos de la saga.
Por supuesto esta ópera visual termina con una media hora de infarto donde vemos la conversión de Anakin en Darth Vader en una sala de operaciones salida del Asilo Arkham, el nacimiento de los gémelos Luke y Leia y la trágica muerte de Padme, más punzante si cabe y desgarradora con ese emotivo entierro en Naboo donde porta el amuleto que un inocente Anakin le entregaba en Tatooine, en una época y un tiempo más inocente y sencillo, cerrando el círculo de manera grandiosa.
Pero no todo podía ser oscuridad y desesperanza y Lucas remata su obra con un epílogo cargado de emotividad y nostalgia, entregando Obi Wan a Luke a sus tíos en Tatooine con ese plano final de los Lars mirando hacia el horizonte de Tatooine y emplazándonos a ver de nuevo con una nueva mirada los tres capítulos originales cuya percepción ha cambiado tras una trilogía arriesgada e incomprendida que el paso de los años y nuevas generaciones no sometidas a la dictadura de la nostalgia mal entendida, pondrá en el sitio que se merecen.
Impresdindible ver clone stars wars parte 1 y 2 para enterder a Grevios (su escasa aparicion en Cap.III) y algunas cosas mas.
ResponderEliminarE imprescindible porque es genial la serie de Tartoksvky :)
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