No concibo un mundo sin Star Wars. Porque desde que tengo uso de razón, la saga de George Lucas ha estado en mi vida, de un modo u otro. Tenía 2 años cuando se estrenó La Guerra de las Galaxias y siendo fan y antes de ello, el universo y los personajes han estado alrededor mío toda la vida. Luke Skywalker, Han Solo, la Princesa Leia, Chewbacca, C3PO, R2D2 y por supuesto Darth Vader son parte de mi imaginario y del imaginario colectivo.
Por lo que intentar aproximarme a una película que cambió la manera de entender el cine y que casi 40 años después siga siendo igual de relevante es materia de estudio social y cultural. Porque pocas cosas culturalmente hablando han unido a distintas generaciones, culturas y clases sociales. Y George Lucas lo logró con una película que todo el mundo infravaloraba antes de su estreno y que después de él todos han querido imitar de una manera u otra sin suerte.
Y todo comenzó con Star Wars, renombrada Episodio IV Una Nueva Esperanza cuando Lucas se dio cuenta que su idea de locos, vilipendiada por muchos, era un éxito sin precedentes que sobrepasaba las fronteras de lo cinematográfico. Una obra que supo aunar los gustos de Lucas y de una generación de aficionados a los por entonces géneros menores como la space opera, las matinees de bajo presupuesto de Republic de los años 30 y 40 y los cómics, potenciada por el viaje del héroe de Joseph Campbell y barnizada en un empaque tecnológico y visual del que solo había sido capaz hasta el momento Stanley Kubrick con 2001.
Pero las pretensiones de Lucas eran mucho menores que las de Kubrick. Lucas no quería elucubrar sobre los orígenes de la humanidad, filosofar sobre el sentido de la vida, la evolución del hombre o la búsqueda de un Dios ausente, sino algo mucho más superficial e igualmente importante y profundo: Dotar de unos nuevos mitos a la gente de los años 70, una década donde la crisis económica del año 73 y las revueltas sociales de una población que había quedado desencantada de la manera en la que el mundo se manejaba y que sirvió de inspiración para ese Imperio opresor y autoritario, habían dejado a la población necesitada de héroes, luz e inspiración. Y eso es lo que les aportó Lucas.
Porque el director autor de obras tan lejanas en forma y fondo a su saga galáctica como THX-1138 o American Graffiti, aunó su gusto por los mencionados seriales de Republic de Flash Gordon, su gusto por lo oriental y la filosofía samurai cuyo máximo exponente es La Fortaleza Escondida de Kurosawa y los cómics de Metal Hurlant, en especial obras como el Valerian de Mezieres o el Cody Starbuck de Chaykin, para crear una obra multigenérica, original y diferente a lo que ofrecía el trascendente Hollywood de por aquel entonces.
Por ello es difícil valorar la película como un ente aparte, 38 años después. Porque no es la mejor película del mundo, pero es la precursora de una manera de hacer y entender el cine, no solo como blockbuster multimillonario, sino en la influencia que aportó no solo a los aficionados, sino también a una legión de futuros directores y artistas de la cultura popular que vivieron un antes y un después tras su visionado.
Una Nueva Esperanza no es el mejor capítulo de la saga. Vista ahora reafirma que aunque Lucas podía tener un esbozo ambicioso de nueve largometrajes del que este era el cuarto, es una película autocontenida en si misma, que no necesita de las otras para ser disfrutada, ya que tiene un inicio, nudo y desenlace perfectamente satisfactorio si no existieran el resto de capítulos de la saga, pero que se engrandece con el resto de las mismas.
Desde el minuto uno, el sense of wonder captura la imaginación y las retinas de los espectadores con ese destructor imperial que parece no tener fin, persiguiendo a una pequeña nave en la inmensidad del espacio exterior. Pero las maravillas no cesan, porque poco después conoceremos a la pareja de androides más icónica y divertida de la historia del cine, a la princesa por antonomasia del mismo y al villano por excelencia, Darth Vader, cuya visión del mismo cambia vistas en su momento o tras el visionado de las precuelas.
Lucas inmediatamente nos traslada a Tatooine, un planeta desértico en el borde de la galaxia, con aroma de western, donde conoceremos a nuestro idealista héroe, un granjero llamado Luke Skywalker que será los ojos del espectador en el mundo que se abre a sus pies. Un mundo donde conocerá a un viejo maestro que expandirá aún más su imaginación y la de los espectadores con el mejor uso del background jamás hecho, cuando Obi Wan Kenobi nos cuenta todo lo relacionado con la Vieja República, los Jedis, el Imperio y Anakin Skywalker, abriendo nuestras mentes de niños a una historia milenaria que nos hizo soñar hasta el infinito y más allá en esas interminables tardes con los muñecos de la marca Kenner. Por supuesto, con ese listón inalcanzable era imposible que Lucas consiguiera con las precuelas llegar a alcanzar las inalcanzables cotas utópicas de los sueños de unos niños convertidos en adultos.
La película tarda poco en presentarnos a dos personajes, sobre todo uno, que es con quien se identificará el espectador más maduro, Han Solo, un mercenario buscavidas que no tiene donde caerse muerto, pero que derrocha personalidad por todos los poros de su piel y su fiel compañero Chewbaca, un wookie que habla a través de gruñidos.
Y la grandeza de Lucas es que todo aquello que sobre el papel haría arquear más de una ceja a productores y estudios de Hollywood hace que funcione, que sea creíble, que sea real. Todo ello gracias a una historia en la que Lucas creía con fé ciega, a un guión sencillo pero tremendamente efectivo donde las líneas entre el bien y el mal están perfectamente definidas y donde el diseño de producción y los avances de unos efectos especiales jamás vistos, realzados por la mejor banda sonora de la historia cine, consigue que la suma de todo sea mejor que sus partes.
Podría seguir escribiendo párrafos y párrafos acerca de esta película. Pero en algún momento tengo que acabar. En resumen, la película más importante de la historia del cine, no la mejor, ni dentro de la propia saga, pero cuya importancia dentro de la historia del entretenimiento y culturalmente no ha sido sobrepasado por ninguna obra de entretenimiento popular antes o después. Solo por esto habría que darle gracias eternas a un creador excepcional que tuvo el detalle de compartir con todos nosotros su sueño.
Excelente critica y análisis de la película.
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