Los monstruos en el mundo real existen. Pero no son iguales que los monstruos de la ficción. Quizá si lo sean cuando se es un niño -más como mecanismo de defensa que otra cosa- para poder mantener una visión inocente de un mundo que no lo es tal. Así lo vislumbró Guillermo del Toro en su excelente El laberinto del fauno(2006), una película que guarda muchos parecidos con esta La forma del agua (The Shape of the Water, 2017) que nos ocupa.
El laberinto del fauno, continuación apócrifa de ese estimable El espinazo del diablo (2001), se servía del relato de horror gótico para enseñar al espectador los horrores del totalitarismo en una España presa de la dictadura de Francisco Franco. A través de los ojos de una niña, el relato -que mezclaba ficción y realidad- nos presentaba a unos personajes que en otro momento -el villano unidimensional protagonizado por Eduardo Noriega en El espinazo del diablo- serían mera caricatura o sátira, representado en el personaje interpretado por Sergi López.
En La forma del agua, Del Toro nos habla de la nueva era de las tinieblas que viven los Estados Unidos bajo la presidencia de Donald Trump -al igual que Spielberg nos habla de la era Nixon para lo mismo en su excelente Los archivos del pentágono (The Post, 2017)- a través de la américa paranóica del senador McCarthy, su caza de brujas y el miedo al comunismo y al terror “rojo”. Del Toro, partiendo de una de las cult movies más míticas de ese período histórico -La mujer y el monstruo (Creature from the Black Lagoon, 1954, Jack Arnold)- nos enseña una américa donde el diferente, ya sea por raza, sexualidad, pensamiento o especie es perseguido y reprimido, mientras los wasp, representado en el tan histriónico como carismático personaje interpretado por Michael Shannon, viven un sueño americano que solo lo es en la superficie.
El problema, que Del Toro no tiene las habilidades para ir más allá de un estimable discurso y que sus intentos de satirizar quedan muy por debajo de aquello que pretende denunciar. Y así, este relato de amor entre dos outsiders, queda dilapidado por un guión algo peregrino, donde la por otra parte fastuosa puesta en escena de Del Toro, comienza a convertirse en un deja vú constante, en una película manierista -esa excelente pero caprichosa huída al cine musical- y donde Del Toro acaba siendo presa, al igual que el actual Tim Burton, presa de su propio estilo, algo que ya se veía venir en la correcta pero algo repetiviva, La cumbre escarlata(Crimson Peak, 2015).
A mi este director nunca termina de convencerme. Lo mejor para mi El espinazo del diablo. Este film tiene un diseño espectacular, pero el guión es flojo. Y en algún tramo hasta me aburrió.
ResponderEliminarUn saludo