24 de febrero de 2018

Black Panther de Ryan Coogler: Brillante sociológicamente, correcta cinematográficamente






















Convertida en rotundo éxito comercial y absoluto fenómeno sociológico de este año 2018 que acaba de comenzar, Black Panther, el nuevo trabajo del director Ryan Coogler tras su interesante Creed, es un trabajo que debería ser abordado desde dos puntos de vista completamente diferentes, al igual que pasó con la Wonder Woman de Patty Jenkins. 






Desde el punto de vista sociológico hay que quitarse el sombrero. Por fin, la comunidad negra tiene un héroe, unos personajes y un universo. Sus propios mitos, su propia cultura, en una obra en la que se pueden identificar. Sobre todo en una industria del espectáculo que solo ha mirado a la comunidad blanca, sobre todo la del género masculino. En eso, Black Panther se mira cara a cara con la ya mencionada Wonder Woman de Jenkins y su reivindicación de la figura de la mujer. Sin olvidar, que más allá de cuestiones de género o de raza, son dos obras que son un ejemplo de presentación de personajes y universo propio. Pero lo que si es cierto es, que dichos triunfos ideológicos y sociológicos, que ambas películas son, tampoco deberían taparnos los ojos y buscar aquello que no hay en ambas películas. Palabras como obra maestra, mejor película de superhéroes jamás hecha, se han dicho de ambos títulos y lamentablemente, ambos trabajos distan mucho de ser dignas de esos apelativos. 






Black Panther, al igual que Wonder Woman el pasado año, son dos películas de acción y superhéroes más que correctas, incluso podría decirse que están por encima de la media de un género que se ha adocenado en esta última década. Pero son cintas que aunque correctas en su conjunto, no llegan a alcanzar la cima de sus pretensiones. El motivo más evidente, un tercer acto apresurado y repleto de lugares comunes. Centrándonos en Black Panther, los mayores aciertos de la película se encuentran en su primera mitad. El excelente prólogo que nos pone en situación, su habilidad para ir a diferentes momentos en el tiempo sin que el espectador se pierda, el mundo de Wakanda y sus artilugios tecnológicos y ese mash-up entre drama shakesperiano y universo de acción bondiano entregan una primera hora memorable. En concreto, destacaría la primera aparición de Black Panther que aúna al Hombre Enmascarado de Lee Falk con La Sombra de Walter Gibson. Y que decir de toda la secuencia que transcurre en Busan, Corea del Sur, desde la escena del casino -donde Coogler nos deleita con otro plano secuencia marca de la casa- y la consiguiente persecución, tan frenética como heróica. 






Lo mismo podemos decir del villano de la función, Killmonger, cuya motivación tiene una lógica inherente e interesante desde el punto de vista racial, entregando algo más que un villano sin carisma que quiere conquistar el mundo porque si, una debilidad en la que ha caído Marvel Studios en la mayoría de las ocasiones. El problema, que tras una primera mitad repleta de emociones y giros atrevidos e interesantes, la segunda mitad comienza a languidecer y volverse mucho más previsible y conservadora. Todas esas irregularidades desembocan en un tercer acto, donde la obsesión de los estudios por una gran batalla anabolizada de CGI, hace perder a este Black Panther la fisicidad de sus primeros compases y las capas y sutilezas del villano dan paso a una conclusión prototípica, que sin ser deficiente en ningún momento, dista mucho de la brillantez de sus primeros pasos. 






En definitiva, Black Panther es una más que correcta muestra de cine de acción y superhéroes, con un casting excelente, sobre todo en lo que respecta a sus figuras femeninas y que abre nuevos caminos, sobre todo sociológicos y de igualdad en el momento que más lo necesitamos, pero que cae presa, en especial en su tercer acto, en los mismos defectos que el 99% de la producción de cine comercial y de franquicias de este siglo XXI.

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