29 de mayo de 2018

Grayson de Tom King, Tim Seely y Mikel Janin: tras la senda de Steranko

























No hace mucho tiempo, tan solo hace tres años aproximadamente, el universo DC no pasaba por uno de sus mejores momentos. Parece difícil imaginarlo a día de hoy, con la cantidad y variedad de tebeos, formatos y sellos editoriales que en líneas generales la casi centenaria editorial ha publicado y publica desde que en junio de 2016 arrancara lo que hemos venido a conocer como DC Rebirth






Antes de esto, en 2011, DC Comics intentó volver a la primera línea del mercado editorial americano con The New 52, una aventura editorial que pretendía reiniciar el universo DC de la misma manera que se hizo con mayor fortuna en el año 1986 tras la finalización de Crisis en tierras infinitas. Salvo contadas excepciones, la línea fue un rotundo fracaso artístico. Una de esas excepciones fue este Grayson que nos ocupa. 






Irónicamente, la génesis de este Grayson viene precedido de un acontecimiento salido de una de esas ideas mediocres que abundaban en la línea: Forever Evil. Un evento donde el dark and gritty era llevado al máximo exponente del ridículo y donde el lector era testigo de la “muerte” de Dick Grayson, primer Robin y uno de los personajes más queridos por editorial, autores y aficionados. Este giro barato de guión, sirvió para que dos guionistas noveles por aquel momento, dieran su primer do de pecho: Tom King y Tim Seely. 





En la actualidad, Tom King no es ningún desconocido para los lectores y aficionados. Sus incontestables triunfos con tebeos de la calidad de La Visión para Marvel Comics, El sheriff de Babilonia y Omega Men para DC Comics o sus actuales etapas al frente de Mister Miracle o la serie principal de Batman, han descubierto al aficionado a un escritor con un uso maestro de las estructuras narrativas y que sabe fusionar con absoluta excelencia la seriedad, el legado y un interesante punto distanciador e irónico. 






Todo eso ya se encontraba en Grayson, una serie regular de veinte ejemplares, donde junto al guionista Tim Seely, reintroducía y modernizaba al primigenio Robin en el siglo XXI, a través de un tebeo que gracias al trabajo de Mikel Janín, se convertía en una redefinición del Nick Furia de Jim Steranko, a través de composiciones arriesgadas de página, un ritmo vertiginoso y lisérgico y un erotismo subyacente que rodeaba a la obra de una sensualidad juguetona y lúdica. 






Pero más allá de unos aspectos formales que son llevados a la práctica por un Mikel Janín cuyo trabajo en este título dio pie a su evolución fastuosa como artista, el tebeo es una pequeña joya por la habilidad de King y Seely para introducirse en la psique de Dick Grayson, homenajear su legado e importancia y llevarle un paso más hacia el futuro, a través de un tebeo donde los puntos muertos y el estancamiento están prohibidos por ley y donde la norma es siempre estar en perpetuo movimiento. 






Si hay que achacarle un pero al conjunto de la serie regular, son las obligaciones de todo título del bat-universo de integrarse de manera orgánica o no, en los periódicos eventos sacacuartos de casi siempre baja calidad, que ralentizan y bloquean el trabajo de los autores del serial. En este caso el problema es Robin War, un evento que servía supuestamente para llamar la atención de los bat-títulos con peores ventas. Hasta ese momento, la serie había entregado una sucesión de doce ejemplares que demostraban una de las grandes cualidades de King: la capacidad de entregar un serial, pero donde cada ejemplar se entiende, argumental y estructuralmente como una unidad narrativa cerrada en su forma y autosuficiente. 






A partir de Robin War, Seely, King y Janín finalizan su etapa tres números más tarde, para dar paso a una saga final, responsabilidad de un equipo creativo de menor envergadura, que sin llegar a las cotas de excelencia y originalidad del original, cumplen con aprobado raspado la obligación de cerrar los arcos argumentales y misterios que Seely y King habían ido diseminando a lo largo y ancho de su etapa en el serial. 






Para concluir, un volumen integral muy interesante para descubrir los primeros pasos de un escritor y dibujante que actualmente se encuentran entre los más importantes de la industria y un tebeo que al igual que el Furia de Steranko, aunque cortado antes de tiempo y accidentado en su publicación, acabará convirtiéndose en un título de culto y oasis de creatividad dentro de uno de los peores momentos editoriales de DC Comics.

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