Hace tiempo que la obra de Mark Millar ha dejado de interesarme como lector. Los ya lejanos tiempos de un autor escocés que entró como una apisonadora en el mercado norteaméricano con tebeos como The Authority o The Ultimates a principios de la pasada década, han dado paso a un ególatra por encima del bien y del mal, muy pagado de si mismo y que genera "big concepts" para futuribles adaptaciones cinematográficas. Y si no, comparemos los tebeos anteriormente mencionados o su Civil War o Superman Red Son, con los tebeos de su Millarworld como Kick Ass, Superior o Némesis.
Estos últimos, han sido tebeos donde la forma ha superado al fondo, donde sus personajes son réplicas de arquetipos que encima no patentó él, sino contemporáneos con mucho más talento que él, como Grant Morrison, Warren Ellis o el propio Alan Moore, pero que quizá no tienen las habilidades para desplegar unas habilidades de mercadotecnia como las de Millar.
Su limitado talento además ha quedado al descubierto, cuando autores como Brubaker, Rucka, Remender o Jason Aaron han seguido sorprendiendo a los lectores con tebeos cada vez mejores, evolucionando y sorprendiendo a los aficionados con obras con varias capas de lecturas, diversidad de géneros y mucha inteligencia.
Millar en cambio ha caído en las redes de Hollywood y los tebeos ya no son más que mero trámite para conseguir el jugoso contrato de adaptación y recicla hasta la extenuación los cuatro conceptos (humor adolescente chabacano, violencia extrema, modernidad de saldo y pinceladas sexuales de instituto de secundaria) que le han hecho famoso.
Su nuevo proyecto, junto a Frank Quitely, pareja artística del escocés en The Authority, parecía a priori un paso adelante en la carrera de Millar. Una vuelta a lo que le dio el prestigio merecido en los inicios de su carrera. Y el resultado, un tebeo anticuado con conceptos mil y una vez sobados tanto por él, como por otros autores.
Millar fusila de su catálogo, The Authority, Wanted y Civil War, en un mundo de superhéroes donde los arquetipos del héroe de la Golden Age se enfrenta a su reverso tenebroso de la Dark Age de los 80, un tema que ya han tratado con mucha mayor frescura y relevancia, autores como Alan Moore en Miracleman o Watchmen y Mark Waid en Kingdom Come.
Súmale a este refrito de ideas que en los años 90 ya estaban pasadas de moda y que dio pie al mencionado Kingdom Come, el estilo y la actitud de una nueva hornada de superhéroes jóvenes que ha sabido tratar con mucha más fortuna autores como Grant Morrison en su muy cercano especial para The Multiversity llamado The Just, donde Morrison nos mostraba un mundo donde los herederos de los grandes héroes DC eran mostrados como unos niñatos que solo viven de su presencia social y de contratos de imagen, ya que el mundo ya no los necesita.
Por lo tanto, lo que nos cuenta Millar no es que esté mal contado, sino que ya nos lo han contado mil y una veces, provocando que a cada página que pasas, sepas lo que va a ocurrir en la siguiente, viendo como el autor se plagia a si mismo y plagia a sus compañeros de profesión, en un tebeo que si lo salva algo es el trabajo de Frank Quitely, aunque hay que avisar que no es el Quitely más inspirado y como muestra, ver lo que el dibujante ha conseguido y entrega en el especial Pax Americana de Grant Morrison para la serie The Multiversity y lo que le entrega al guionista de Kick Ass.
En definitiva, si eres un fan fatal de Millar no te pierdas su nueva obra, ya que encontrarás todos los elementos que ha ido entregando a lo largo de toda su carrera. Pero si eres, como yo, un lector que se ha cansado de los trabajos de la nueva superestrella del cómic de superhéroes, encontrarás en este Jupiter's Legacy muchos motivos para seguir con la misma opinión.
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