Jason Aaron deslumbró hace ya casi 10 años gracias a Scalped un thriller noir centrado en la vida de una reserva india y nos descubrió a un autor poderoso, sucio y nada temeroso a la hora de plasmar una violencia realista que desbordaba el papel impreso, además de ser capaz de desarrollar un elenco de personajes nada amigables pero tremendamente carismáticos.
Del sello Vertigo y Scalped, Aaron desembarcó en Marvel Comics, con títulos tan memorables como Lobezno y los X-Men y su actual etapa al frente de Thor. Y demostró que era capaz de lidiar tan bien con superhéroes como con entornos realistas, desarrollar giros insospechados y demostrar que seguía atinando a la hora de crear personajes y hacer evolucionar personajes ya existentes con muchas décadas a sus espaldas.
Pero Aaron llevaba mucho tiempo sin realizar un proyecto personal y visto que la línea Vertigo de DC Comics no pasaba por sus mejores momentos, ha tomado el mismo camino que otros grandes nombres del cómic actual -Brubaker, Rucka, Morrison, Fraction, Remender, etc...- y se ha llevado su nuevo proyecto personal a la mejor editorial que te puedes encontrar en estos momentos para esta clase de proyectos, Image Comics.
Su compañero de fatigas en la parte artística, Jason Latour, es un viejo amigo de Aaron. Juntos colaboraron en algunos ejemplares e Scalped y luego Aaron le ha introducido como guionista dentro de Marvel Comics. El otro nexo común que une a ambos autores son sus orígenes, el sur de los Estados Unidos.
Y es que el sur de Estados Unidos y los pequeños pueblos que existen son otra America, una America que les viene muy lejana a los habitantes de ciudades como Nueva York, Los Ángeles, Chicago o San Francisco. Es la América del miedo al diferente, abducida por los fundamentalismos religiosos y donde la cerveza, el fútbol (americano, por supuesto), la ignorancia y la violencia están a la orden del día. Pero también es la América más pura, que quizás no ha abandonado o dejado atrás del todo ese Lejano Oeste.
Nuestro protagonista, Earl Tubb, es un hombre maduro, al estilo del Gran Torino de Clint Eastwood que vuelve a un pueblo natal al que nunca quiso volver, por obligaciones de caracter familiar. Lo que descubre a los pocos minutos de volver, es que el pueblo no solo sigue igual, sino que ha entrado en una decadencia absoluta, debido a un no elegido líder que controla la ciudad, unas fuerzas del orden colocadas a dedo y una población cobarde que si tiene su ración de cerveza, costillas y fútbol no hará nada para cambiar las cosas.
Esta premisa argumental nos devuelve a ese Aaron duro, inhóspito y tremendamente cruel que recordamos de Scalped. Un tebeo cuya violencia impacta como el golpe de un bate de beisbol. Pero no por su impacto visual, ya que la mayoría de las veces la brutalidad se queda en off, sino por la carga de fatalidad que transmiten sus páginas y lo que vamos conociendo de este pueblo y de su protagonista, un hombre violento, pero honesto, honrado y recto, el adalid de lo que se considera un buen americano, la única esperanza de un pueblo que desprecia pero que es su hogar con el handicap de que ese pueblo le necesita pero no le quiere, porque en el fondo no quieren que cambien las cosas en esa America profunda.
Para equilibrar esta carga de fatalidad y oscuridad que transmite la obra, tenemos el excelente trabajo gráfico de Jason Latour, que consigue fusionar con éxito la suciedad con un estilo cartoony y limpio, apoyado por su magnífico uso del color que juega con todas las gamas del rojo, el color de la obra y metáfora de la ira contenida y la rabia que siente nuestro protagonista.
En definitiva, un nuevo y excelente trabajo de Aaron, donde vuelve a demostrar que sigue siendo un autor versátil, capaz de pasar de la luz a la oscuridad sin problemas y reafirmando que en ambos extremos se siente igual de cómodo.
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