Con una carrera que abarca más de cinco décadas, Steven Spielberg ha demostrado con creces su habilidad como director todo-terreno al que ya no se le puede clasificar en una sola definición. Lo ha conseguido, a base de tesón y trabajo duro, convirtiéndose en uno de esos pocos directores que pueden hacer aquello que le place en cada momento y donde los éxitos y fracasos acumulados a lo largo de toda su carrera ya no influyen en sus proyectos o el desarrollo de los mismos.
Y de nuevo, como ya ha hecho otras veces, ha aprovechado el final de rodaje de una de esas superproducciones revienta taquillas basada en best-seller de éxito -en esta ocasión Ready Player One- para rodar un pequeño proyecto como es Los Archivos del Pentágono. Una película fundamental, preparada, rodada y montada en tan solo seis meses.
Fundamental, porque en una sombría época donde Donald Trump ha hecho caer a América en un pozo tenebroso de totalitarismo y fundamentalismo, no existe mejor momento que echar la vista atrás. En concreto, a otro periodo de la historia americana que no dejaba vislumbrar un futuro esperanzador: Nixon, Vietnam, el principio de los años 70 previo al Watergate.
Spielberg, que consigue una pieza de cámara, rodada casi exclusivamente en interiores, dejando de lado sus grúas grandilocuentes y sus miradas al infinito, se adentra en la redacción del Washington Post y su encrucijada entre el crecimiento y la quiebra, lo que tendría que hacer y lo que moralmente está obligado a hacer. Con el espíritu de los héroes morales de Capra y el estilo del cine de Pakula como Todos los Hombres del Presidente, Spielberg deja toda la fuerza de su oda a la integridad personal y profesional en su elenco de actores, liderado por unos espléndidos y contenidos Hanks y Streep y rematado por un elenco que es un quién es quién de los mejores interpretes que han salido de los mejores seriales televisivos de la actualidad. Y si en Todos los Hombres del Presidente, el interés recaía en la reconstrucción minuciosa de la información que Woodward y Bernstein iban recopilando y que hicieron caer a un presidente, en Los Archivos del Pentágono, el interés no recae en aquello que los informes de la guerra de Vietnam incluyen, sino en la importancia del periodismo de información, que no debe nunca caer presa de entidades o instituciones.
Es tal la fuerza de aquello que respira este último trabajo del director de Munich, que incluso el score de Williams queda en un segundo plano, entregando Spielberg una película cuya fuerza está en los acerados diálogos y un montaje clásico pero frenético al mismo tiempo, que aunque en sus compases finales derive levemente hacia algunos de los excesos sensibleros de Spielberg, estos no estropean una experiencia cinematográfica tan clásica como necesaria en estos momentos donde la libertad de los medios y su responsabilidad moral son más necesarios que nunca en estos oscuros tiempos que nos ha tocado de nuevo vivir. Como decía el comienzo de otra fundamental pieza de cine político como es JFK de Oliver Stone, el pasado es prólogo.
La he visto ya, salí del curro y me metí en la sala de cine. Me ha gustado, sobria, sin alardes, con el problema que plantea el film en primera plana.
ResponderEliminarUn saludo