En los años 70, cuando el cómic de superhéroes americano seguía preso de un código que no le permitía salirse de según que límites, aparecieron autores que se atrevieron, a través de la industria y de los códigos de un género que era dirigido a niños y adolescentes, a tratar temas de índole política y social. Uno de esos autores fue Steve Englehart, llegado a Marvel en la segunda ola de autores que dieron un soplo de aire fresco a una editorial que seguía bajo la sombra y el camino marcado por Lee y Kirby en los 70.
Englehart ideó dentro de su etapa al frente del Capitán América -el icono máximo del patriotismo americano hasta ese moment- la Saga del Imperio Secreto, donde en un alarde de valentía y atrevimiento, Englehart le hacia descubrir al Capitán América que el líder detrás de una organización que quería destruir la idea de América y Estados Unidos desde dentro, era ni más ni menos que el propio Presidente de los Estados Unidos. Y aunque se le viera en sombras y nunca se mencionara su nombre, todos los lectores supieron hacia quien lanzaba Englehart sus dardos, Richard Nixon. Para rematar el atrevimiento, dicho líder en sombras se suicidaba antes de que fuera descubierto, dando lugar a un vuelco en el alma y convicciones de un Capitán América que abandonó el escudo y se convirtió en reflejo de una gran parte de la sociedad americana que vio como el supuesto sueño americano se había pervertido, o peor aún, nunca había existido tras Watergates, Vietnams, asesinatos de Kennedy y represiones raciales y sociales.
Año 2016. La sombra de los fascismos ronda por las democracias occidentales. Marine Le Pen en Francia y Donald Trump en Estados Unidos dan rienda suelta a todos y cada uno de los miedos primarios de una sociedad cortocircuitada por una crisis económica, unos políticos ineficientes y corruptos y la amenaza latente del terrorismo islámico que nunca saben donde pueden volver a atacar y provocar la muerte y el horror. Al mismo tiempo, el guionista Nick Spencer se atreve a devolverle al título del Capitán América su componente político y social marcado por el mencionado Englehart en los años 70. Es una época diferente: los cómics de superhéroes americanos de las dos grandes ya no se rigen por la absurda censura autoimpuesta del Comics Code Authority. Pero hay otro tipo de censura, más sutil, pero igual de peligrosa. Los héroes Marvel triunfan en la pantalla grande y pertenecen a una corporación con más tentáculos que Hydra. ¿Podrá Nick Spencer llevar a cabo sus intenciones de tratar temas como el resurgir del totalitarismo, el terrorismo, el conflicto racial y de nuevo la pérdida del sueño americano en el título principal de uno de los iconos más reconocibles y exitosos del universo Marvel?.
En un principio si. Spencer consigue una primera etapa con Sam Wilson como Capitán América que en su arranque se atreve a hablar de esa White Trash americana que vive por y para el desprecio y el miedo al diferente. Se atreve a cuestionar los dudosos y amorales métodos de las agencias de espionaje e investigación para supuestamente parar la amenaza terrorista, donde el fin justifica los medios e introduce una nueva y amenazadora Hydra, que remite a los discursos del odio de LePen o Donald Trump. Y pocos meses de la inenarrable victoria de Trump convertido en Presidente de los Estados Unidos, mayor ejemplo de la caída a los abismos de un sueño americano que quizá nunca existió, Spencer se saca de la manga, con inteligencia y mucha habilidad, la sorprendente revelación de que Steve Rogers ha sido siempre un agente infiltrado de Hydra.
A lo largo de un año, Spencer entregó una de las más atrevidas historias del Capitán América jamás narradas, polarizando su recibimiento, entre los que consideraban que era una excelente obra y aquellos que consideraban que había profanado un icono de la pureza y la bondad del Tío Sam. Y aunque el nuevo panorama de distribución del cómic americano con sus entregas cada quince días, estropeó el apartado artístico de la obra, con su ir y venir de distintos dibujantes, algunos de ellos de muy poca calidad, el tebeo seguía siendo atractivo gracias al engarzado guión de Spencer.
Por supuesto, viendo el uso y abuso de los eventos concatenados con los que Marvel ha asfixiado su línea editorial y su universo en la última década, el final de esta historia no iba a acabar en la serie regular del personaje, sino en un macro-evento en diez partes y múltiples tie-ins, la mayoría de ellos de escasa o nula trascendencia. La decisión de Marvel de publicar los diez ejemplares, más un prólogo y un epílogo en escasos seis meses, da como resultado un desenlace muy por debajo de lo propuesto y que analizaremos a continuación.
La saga ha llegado a su recta final en un mes que se han publicado de forma casi simultánea los tres últimos ejemplares de la historia y donde se derrumba el inestable equilibrio que había ido profetizando el serial con ejemplares cuya calidad e interés iba decayendo a medida que el número de páginas aumentaban en los números de la serie principal y el baile de dibujantes, muchos de ellos entregando sus peores trabajos por las prisas y premura de acabarlo cuanto antes, se hacía cada vez más evidente. Pero lo peor no es el poco interés de la editorial por entregar un supuesto producto trascendente con una premura y un resultado tan amateur, que de nuevo sirve como otro pie más para otro reinicio del universo y ver si tocan la tecla correcta para los aficionados. No, el gran problema es como la ácida y cínica visión de Spencer en los prolegómenos de la historia se ha convertido en otra batalla entre buenos y malos de manual.
El primer motivo de todo ello es el no atreverse a llevar hasta las últimas consecuencias la revelación del Capi Hydra. Por supuesto, cualquier lector veterano sabía perfectamente que el Capi de siempre regresaría de algún modo u otro. Y que el concepto de que esta realidad era fruto de un Cubo Cósmico con conciencia estaba bastante bien hilado, máxime con lo que nos había ido contando Spencer en los albores de la etapa. Lo que no es de recibo es que el Rogers Hydra sea finalmente un mero Doppelganger del verdadero Steve, atrapado en un limbo del que no puede escapar y ajeno y nada responsable de las atrocidades de su doble.
Pero peor aún, son las consecuencias del resto de héroes Marvel que llevan equivocándose una y otra vez, demostrando que su bondad quedaba en entredicho y sus toques totalitarios estaban presentes en muchas ocasiones, ya fuera el intento de asesinato de Wanda Maximoff en La Casa de M, la obcecación ideológica de Stark y Rogers, en Civil War o la falta de humanidad y moralidad del grupo secreto de Illuminatis por el supuesto bien común. Estos tres ejemplos, reflejo absoluto de las acciones cometidas por nuestros supuestos líderes democráticos en los últimos 20 años y que ahora intentan aparentar ser hermanitas de la caridad, comparados por supuesto con bestias pardas como LePen o Trump. Ni en la realidad, ni en este universo de ficción que quiere volver a los extremos de la bondad y la maldad sin medias tintas, los problemas se solucionan haciendo la vista gorda y aparentando ser mejor por estar comparado con alguien mucho peor. El final de la saga perdona los gravísimos errores de unos héroes que ya no lo son tanto, únicamente como medio para devolver la ilusión y el optimismo a un universo que no se ha estropeado por haberse convertido en espejo de la triste realidad del mundo en el que vivimos, sino por la sobreexplotación de un mismo tema, variando el tema levemente, pero manteniendo la misma melodía. Y volviendo al arranque de este texto. El Imperio Secreto original terminaba con una nota oscura y demoledora, llevando al personaje y su universo, de la luz a las tinieblas. El nuevo Imperio Secreto acaba con un en apariencia retorno a la luz, con todos los héroes juntos como hermanos, pero evitando hablar o exculpando los graves errores del pecado. Y si no aprendemos de los errores, volverá a ocurrir lo mismo. Y eso se puede aplicar tanto a los personajes en la ficción, como a las decisiones de una editorial que actualmente camina sin rumbo. El tiempo lo dirá, pero lo que si que se puede decir a día de hoy, es que este nuevo Imperio Secreto ha sido una gran oportunidad perdida para cerrar el camino de la oscuridad del universo Marvel con valentía e inteligencia.
Yo ni me acerqué.........estoy bastante cansado de estos grandes eventos.
ResponderEliminarUn saludo