La primera encarnación del Escuadrón Suicida apareció en el año 1959, en concreto en la serie antológica The Brave and the Bold, en su número 25. En esa iteración, el comando dirigido por Rick Flagg se hacía llamar Task Force X. Pero este grupo de aventureros pasó sin pena ni gloria, hasta que el guionista John Ostrander les diera nueva vida dentro de Legends, el segundo evento multitudinario del universo DC, tras Crisis en tierras infinitas, en su tercer ejemplar. En dicho número, Ostrander y el guionista Len Wein, bien acompañados por el dibujante John Byrne -el artista estrella del género superheróico en los 80- nos presentaron a una dura y despiadada Amanda Waller y a un supergrupo formado por algunos de los peores villanos del universo DC, comandados por el único superviviente del escuadrón original, Rick Flagg. Estos villanos debían trabajar en misiones encubiertas para el gobierno norteamericano. La alternativa, la prisión incondicional o la muerte.
Inmediatamente después de la finalización de Legends, y tras un especial de la serie Secret Origins, que rememoraba la historia pasada de Task Force X, ofreciendo un background de alguno de los protagonistas de este nuevo Escuadrón Suicida, tales como Rick Flagg o Amanda Waller, dio comienzo la serie regular de este grupo de antihéroes. Los encargados, John Ostrander a los guiones y Luke McDonell a los lápices. Ostrander entrega -en los primeros ocho ejemplares de la serie y que recopila ECC en el primer volumen que nos ocupa, junto al especial de Secret Origins mencionado anteriormente- un tebeo tan honesto y humilde en las formas superficiales, como rompedor e innovador dentro de la estructura de las series regulares de los años 80. Porque no hay que olvidar, que aunque este Escuadrón Suicida apareció en la época dorada del cómic de superhéroes “adulto”, jugaba en otra liga, provocando que en su momento funcionara relativamente y ahora se considere un trabajo de auténtico culto, mucho más interesante y revolucionario que lo que aparentaba en un primer momento.
Dentro de los márgenes de un tebeo que estaba sometido al aún vigente Comics Code Authority, John Ostrander se atreve a criticar y burlarse del mismísimo Ronald Reagan y su política exterior, enseñando a los que eramos unos infantes por aquel entonces, las cloacas de nuestros gobernantes y supuestos protectores de la libertad. El serial arranca con un brutal ataque terrorista en un aeropuerto que de nuevo bordea los límites del Comics Code, para dar paso, en los primeros ocho ejemplares de la serie regular, a cuatro arcos argumentales que equilibran con verdadera precisión la acción que se espera de un tebeo de superhéroes, con el desarrollo de un grupo de personajes repletos de matices cuyas relaciones, enfrentamientos personales y dobles intenciones es lo que hace que el tebeo sea tan adictivo.
Lo mismo podría decirse del dibujante regular de la colección, Luke McDonell. Aunque a primera vista su arte parezca simple y vulgar, si se presta verdadera atención, descubriremos que bajo su trazo tosco y raudo, nos encontramos con un narrador excepcional, que sabe planificar y elegir la composición correcta y el plano decisivo para que la narrativa no decaiga y aporte la mayor cantidad de información y emociones que sean posibles.
Este primer volumen es solo el principio de un serial que nunca fue publicado en su totalidad por ediciones Zinco a finales de los años 80. Por lo tanto, hay que aplaudir y agradecer que ECC se haya lanzado a la aventura de traer al mercado español uno de los tebeos más divertidos e interesantes de la nueva DC de los 80 y que se merecía una edición a la altura de sus muchos méritos.
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