La aparición en el año 1991 de un tebeo como El guantelete del infinito (Infinity Gauntlet, 1991) podría considerarse casi un milagro si echamos un vistazo al material que la editorial publicaba por aquel entonces. Sus series estrellas del momento eran las relacionadas con la franquicia mutante y arácnida. Fue el año de los récords de ventas, tan estratosféricos como engañosos. El año de los X-Men de Jim Lee, Los X-Force de Rob Liefeld y el Spiderman de Todd McFarlane. Pero Marvel decidió que su gran aventura y evento anual fuera la reacción, algo tardía en el tiempo, de lo que pudo suponer Crisis en tierras infinitas para el universo DC seis años antes. El guionista encargado de la misma era el ya clásico Jim Starlin, que llevaba un tiempo devolviendo, en la serie regular de Silver Surfer, la parcela cósmica a este universo de ficción, tan olvidada desde su marcha en los años 70 de la editorial, época en la que creó todos los conceptos bigger than life que siguen siendo tan relevantes en la actualidad.
El otro autor que volvía a la editorial tras una década gloriosa en la Distinguida Competencia fue George Perez, el autor perfecto del cómic de superhéroes de grandes masas, capaz de dibujar en una sola viñeta casi cientos de personajes, con una planificación tan épica como meticulosa. No es casualidad que Marvel quisiera al dibujante de la ya mencionada Crisis para un evento que prometía espectacularidad y grandeza. Pero este El guantelete del infinito escondía una carta debajo de la manga, en concreto la de Jim Starlin. Aunque el recuerdo y la publicidad de la época, al igual que la adaptación parcial de la misma de la que seremos testigos en un mes con Vengadores:La guerra del infinito (Avengers Infinity War, 2018), prometiera la reunión de los más grandes héroes de la tierra contra una amenaza imbatible, Thanos el titán loco, los superhéroes más icónicos y famosos de la editorial no eran los verdaderos protagonistas del asunto.
La realidad es que Thanos y su periferia son los verdaderos protagonistas del relato. Los héroes Marvel nunca han sido tan vilipendiados como en este trabajo de Starlin. Son mera carne de cañón que protagonizan una fastuosa batalla contra Thanos en el ecuador de la miniserie, pero nada más que eso. El conflicto, como no puede ser de otra manera en manos de Starlin, tiene una escala que va más allá del continuo espacio tiempo. Es quizás por eso que El guantelete del infinito sea un título tan recordado en su calidad de gran evento multitudinario. Porque era y sigue siendo una rara avis, donde el villano se convierte en una especie de antihéroe, además de protagonista absoluto de la función. Un villano con la debilidad más grande que puede tener cualquier personaje, el amor obsesivo. En este caso hacia su adorada Muerte. Pero esto es lo que hace también tan interesante y shakesperiano a un personaje como Thanos. Y es por eso que la escala de la obra, cósmica y grandilocuente, sobre todo a través de los lápices primero de Perez y luego de un esforzado pero irregular Ron Lim, pone los pies en la tierra, gracias a esas inquietudes internas de Thanos. Es posible que el lector se sienta atraído en un primer vistazo a esta obra ya clásica dentro de la cosmogonía del universo Marvel, por su atractivo superficial de gran evento. Pero quedará prendado, no solo por la escala de este y sus visiones lisérgicas del origen del universo, sino sobre todo por la dual personalidad de un gran villano y personaje como es Thanos.
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