La casualidad o el destino ha hecho que la relectura de la etapa en curso actual del Capitán América haya coincidido con la triste noticia de que un ser tan despreciable como Donald Trump haya alcanzado la presidencia de los Estados Unidos. La llegada de tan despreciable individuo no ha sido fruto de la casualidad ni de algo concreto, sino el cúmulo de unos primeros 15 años de siglo XXI desastrosos que comenzaron con la llegada de George Bush Jr. al poder, el atentado a las Torres Gemelas y las consecuentes guerras de Afganistan e Irak para a continuación hundirnos en una crisis económica de la que todavía no nos hemos recuperado, cuya mayor consecuencia ha sido aparte del sufrimiento de millones de personas, la pérdida de fé en un sistema tocado y hundido y el resurgimiento de los fantasmas de un fascismo que creíamos desaparecido pero que solo estaba aletargado esperando su momento para resurgir, al parecer, con más fuerza que nunca.
Todo este último párrafo viene a colación, porque de todo esto trata el Capitán América de Nick Spencer, al coger las riendas de una irregular etapa de Remender, donde dejamos a Sam Wilson como el nuevo Capitán América, tras el envejecimiento de Steve Rogers. Spencer desde el minuto uno aprovecha la pertenencia de Sam Wilson a la minoría afroamericana y su papel como activista social para transmitir a través de las palabras y los actos del personaje, un discurso de revolución social hacia un sistema que ha dejado de lado a los más débiles y por los que este nuevo y necesario Capitán América toma partido.
Ese partidismo de Sam le aleja de esa América codiciosa, hipócritamente inocente reflejada en algunos aspectos en un Steve Rogers que más que nunca es una reliquia de una época pasada, completamente desconectado del mundo que tiene alrededor. Spencer magníficamente acompañado por Daniel Acuña, Jesús Saiz o Ángel Unzueta, entrega el tebeo más atrevido y arriesgado que puedo recordar de la historia de Marvel, más cercano al V de Vendetta de Alan Moore que a un tebeo de superhéroes al uso, completamente acertado en sus planteamientos y cuestiones y que no deja de lado ninguno de los temas que cualquier ciudadano con dos dedos de frente se debe plantear y cuestionar.
Assange y Snowden, el neoliberalismo salvaje imperante en la América capitalista, pasando por Guantánamo, el crecimiento de la tensión racial, hasta el discurso neo-fascista de Trump donde no falta ni la alusión a su proyectado muro de la verguenza en la frontera con México. Todo esto tiene su reflejo en la etapa Spencer, llámalo el Susurrador, Pleasant Hill, la nueva y wallstreetizada Sociedad de la Serpiente o Cráneo Rojo e Hidra.
Y lo hace demasiado bien Spencer. Tanto que da miedo por su claridad de exposición y sus visiones convertidas en cortoplacistas por los lamentables acontecimientos que vemos diariamente en nuestros televisores. Y por ello es tan importante este tebeo, no solo porque es endiabladamente entretenido y te hace pensar y retorcerte en tu sillón, repleto de giros inteligentes, de planificación a largo plazo, sino porque es necesario que a través de la cultura pop podamos educar y hacer entender a la población el mundo en el que vive, un mundo manipulado por fuerzas que escapan a nuestro control y en el que lamentablemente está ganando poco a poco el mal. También hay un reflejo de todo esto en el tebeo de Spencer. Steve Rogers está viviendo su hora más oscura, pero Sam Wilson será la luz al final de tunel. Esperemos que el mundo real también encuentre esa luz y podamos recordar estos acontecimientos como un mal sueño, que nunca debemos olvidar para que no se vuelva a repetir cíclicamente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario