Si hubo un personaje sobre toda la mitología de DC Comics que fue maltratado a lo largo de los despreciados Nuevos 52 fue El Hombre de Acero. Ni Morrison con su en principio arriesgada etapa que fue diluyéndose a lo largo de 18 ejemplares, ni autores como Geoff Johns fueron capaces de sacar brillo y lustre a un personaje que al igual que los 4F de La Casa de las Ideas, son personajes con un gran potencial pero que pocos autores saben sacarles el jugo que poseen en su interior.
Así que una de los grandes retos de este DC Rebirth era conseguir devolver el estrellato y la relevancia a un personaje que había pasado por épocas mejores. El camino se comenzó a labrar en los Nuevos 52, en concreto en un evento realmente deleznable llamado Convergence, pero que en su interior se comenzó a gestar el camino a esta nueva DC que mira al futuro pero sin obviar su memorable pasado.
En dicho evento, uno de los tie-ins más aplaudidos fue la serie de Lois y Clark, donde Dan Jurgens y el gran pero poco apreciado Lee Weeks, nos trajeron de vuelta al Superman de los años 80 ideado por John Byrne tras las Crisis en Tierras Infinitas y que fue continuado por autores como el mencionado Dan Jurgens. Un Superman que mantenía la esencia de los orígenes y que además había madurado casándose con Lois Lane y teniendo un hijo con ella llamado Jonathan que heredaba los poderes de su padre.
El personaje se introdujo en los Nuevos 52 a través de la última aventura del anterior volumen del personaje previo a este renacimiento, donde se daba a conocer a este nuevo universo justo cuando el Superman de la tierra aparecida tras Flashpoint moría sacrificándose por la humanidad.
Y justo en este punto es donde arranca este nuevo volumen del hijo de Krypton. Y si este Superman tenía que lidiar con un hijo, quien mejor que el equipo creativo formado por Peter Tomasi y Patrick Gleason, autores de una de las mejores series que ha tenido Batman en los últimos tiempos Batman y Robin, uno de los títulos destacados de los Nuevos 52, donde dichos autores sacaban a Batman de su zona de confort, desarrollaban espléndidamente la relación paterno-filial entre Bruce y Damian y expandían el entorno del murciélago, sabiendo mantener el tono oscuro y serio del personaje, pero aportándole toda la magia y fantasía que debe aportar el universo DC sin que le chirriara a la creación de Kane y Finger.
Esto mismo encontramos en este nuevo Superman. Un tebeo sin pretensiones aparentes, pero que es uno de los mejores ejemplos de como debe ser el tebeo de superhéroes perfecto. Acción dinámica e impresionante, personajes de carne y hueso, emoción y corazón y conocimiento previo del pasado del personaje y su universo.
Tomasi narra sin aspavientos pero sin fisuras, entregando un tebeo que se lee con sumo agrado y que además tiene la suerte de contar con un artista tan poco valorado como excepcional, Patrick Gleason, que sabe darle a los guiones de Tomasi (de los que él es co-guionista) el ritmo adecuado, de la pausa de los momentos íntimos, a la explosión en cuatricomía de una narrativa marcada por escenas de acción donde la splash page, las onomatopeyas y cada viñeta están puestas para que el lector no pueda ni pestañear.
Y los artistas invitados para que Gleason pueda mantener el ritmo quincenal de la colección no le van a la zaga. Y si Doug Manhke no está a la altura de sus mejores trabajos, pero cumple profesionalmente, Jorge Jiménez entrega dos números de nota, en especial el 7, número autoconclusivo que sirve como descanso tras la épica primera saga de la colección, en un tebeo íntimo y emotivo, donde los lectores veteranos volvemos a refrendar porqué amamos el medio y el género con un tebeo que desde ya se convierte en un pequeño clásico en la historia del Hombre de Acero.
En definitiva, el personaje no puede estar en mejores manos, con uno de los equipos creativos más redondos del panorama actual, donde los aciertos de su Batman y Robin crecen exponencialmente en un tebeo que como decía el cartel del mítico Superman de Donner, nos hará creer que un hombre puede volar.
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