Desde que Rob Liefeld tomara las riendas de Los Nuevos Mutantes, el título de los jóvenes alumnos de la Escuela de Xavier y lo convirtiera en una fuerza paramilitar que ayudó a salvar a la serie de la cancelación, convirtiéndola en un icono "trash" de los años 90, muchos autores han intentado retomar esa idea con mayor y menor fortuna.
Entre aquellos autores que han conseguido mejorar (algo no muy difícil) dicho concepto, habría que hablar de dos etapas que retomaban el nombre de X-Force (el título que sucedió a Los Nuevos Mutantes): Los X-Force de Christopher Yost e Imposibles X-Force de Rick Remender.
Ambas colecciones incluían en sus filas a los villanos y antihéroes más famosos y conflictivos del entorno mutante. Ambas etapas hacían suyas los excesos de los 90 pero filtrados por dos equipos creativos con talento que no solo ensalzaban el ruido y la furia de los 90, sino que sabían desarrollar arcos argumentales y personajes de manera excelente, algo que Liefeld y compañía ni sabían ni querían.
Ahora le toca el turno a Culen Bunn, reciente su éxito al frente de la serie regular de Magneto, donde el escritor ha sabido devolver la importancia y la presencia a un personaje que en los últimos tiempos había perdido gran parte de su magia. Tras los sucesos ocurridos en los ocho meses que han pasado desde el principio y el final de las Secret Wars y de nuevo con la sombra de la extinción sobrevolando el entorno mutante, Magneto ha reunido a los "outsiders" más destacables del universo mutante para embarcarse en la salvación de su raza pero desde un punto de vista más activo y violento que La Patrulla X de Ororo Munroe.
Si olvidamos la absurda idea de incluir este concepto que en el fondo es una nueva versión de los X-Force dentro de un nuevo volumen de la clásica Uncanny X-Men, seguramente para aumentar el interés y sobre todo las ventas por el título, nos encontramos con un tebeo divertido, donde destacan las interacciones entre Monet y Dientes de Sable y por supuesto la eterna relación fatídica entre Mariposa Mental y Warren Worthington.
Apoyado en la parte artística por un Greg Land que de nuevo entrega maravillosos pin-ups y una algo mejorada narrativa gráfica y la vuelta de un autor menor de los 90 que ha pulido su estilo como Ken Lashley, Bunn devuelve esa magia inconsciente de unos tebeos excesivos, repletos de conceptos originales pero mal ejecutados, retrotrayéndonos a esa adolescencia donde importaba más el cómo que el qué.
Quizás un placer culpable, quizás un título de culto para futuras generaciones, La Imposible Patrulla X de Bunn puede que no sea el título Marvel ni mutante imprescindible de la actualidad, pero si que es un buen recuerdo mejorado de una época que aunque denostada tiene aún una extraña magia que en manos de buenos autores, recupera lo bueno y pule aquello que era deficiente.
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