Una de las cosas que hicieron que el estimable pero irregular remake de Godzilla realizado por Gareth Edwards no cuajara del todo en su estreno en el verano de 2014, fue la excesiva Nolanización del monstruo y su universo, donde el sentido de la maravilla y la diversión atronadora quedara sepultada bajo una capa de trascendencia y una excesiva fijación en los personajes humanos a costa de la criatura, cuando estos además no estaban lo suficientemente desarrollados como para que nos importaran.
Pero lo que si era meritorio y mucho, era el empaque visual que Edwards aportaba a la película, con imágenes poderosas, poéticas y evocadoras que quedaban grabadas en la retina del espectador. Jordan Vogt Roberts, el director de esta nueva aproximación al simio más famoso de la historia del cine, ha aprendido la lección y le ha quitado también el exceso de trascendencia y metraje que lastraba al King Kong de un Peter Jackson rebosante de ego y escasa autocrítica salido de la trilogía de los anillos, para entregar un espectáculo visualmente arrebatador que busca por encima de todas las cosas, aparte de ser el primer paso de una atractiva franquicia, entretener al espectador a toda costa.
Y Roberts lo consigue con un largometraje que es un inteligente mash-up de las ilustraciones de Frank Frazetta, las revistas pulp másculinas desde Weird Tales a True Men a la estereotipada Vietnam y sus soldados salidos del Apocalipsis Now de Coppola. Porque el viaje que emprenden estos exploradores en la mítica isla Calavera con reminiscencias del concepto de la Tierra Hueca que Lovecraft y Verne, por poner dos ejemplos, usaron en sus historias, es El Corazón de las Tinieblas reducido a su mínima expresión para una generación que aunque no conozca o haya visto los referentes de los que bebe esta oda a la cúltura pop del siglo XX, podrán disfrutar de un espectáculo más que digno.
Después de un ejemplar prólogo, más Weird Tales que nunca y unos fascinantes créditos iniciales que sirven como lección de historia, la película arranca con un primer acto donde nos presenta a nuestros estereotipados pero eficaces protagonistas y aventureros y demuestra el poderío visual y el ritmo de un director dotado para espectáculos de esta índole.
Tras la mejor escena de la película, el primer encuentro de Kong con el equipo -una escena de acción que puede pasar a los anales- y descubrirnos una Isla Calavera tan bella y artificiosa en el buen sentido como peligrosa y atractiva, la película avanza en su segundo y tercer acto por lugares más comunes y perdiendo a veces la oportunidad de desarrollar los atractivos conceptos que en su primer acto plantea.
Pero eso no quita para que la diversión pare, con set-pieces de acción excelentes y unas criaturas verdaderamente impresionantes, gracias a los magos de ILM, convirtiendo al largo en una golosina visual, un entretenimiento primitivo y visceral que tras sus creditos finales nos depara una sorpresa, que esto solo es el primer título de una nueva franquicia y que Kong no es el único monstruo que invadirá nuestra cartelera próximamente. Misión cumplida y un blockbuster que demuestra que el entretenimiento descerebrado pero autoconsciente no va reñido con la calidad final del producto.
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