Comencemos por lo más importante. Logan no es una película de superhéroes. O por lo menos una película de superhéroes al estilo formulaico del concepto que Hollywood ha prefabricado. Logan es más un western, una oda a un personaje que ya no encuentra su sitio en un mundo que ya no está para spandex, grandes explosiones y set pieces de acción tan abrumadoras como artificiales.
Logan es un canto de amor al personaje, tanto por parte de James Mangold, director de la anterior y reivindicable Lobezno Inmortal, como por su interprete Hugh Jackman.
Pero no solo es una película sobre Logan, sino sobre Charles Xavier. Y es que si Hugh Jackman está mejor que nunca en su aproximación al mutante canadiense de garras de adamantium, Patrick Stewart está inmenso como un Charles Xavier ahogado por la culpa, debilitado física y psíquicamente, pero más humano que nunca, convirtiendo la relación de ambos supervivientes en el verdadero alma de un filme que respira melancolía por todos sus poros.
Y es que el ambiente y el contexto que plantea James Mangold no es para menos. El mundo futuro en el que pululan Xavier y Logan es árido, hosco y muy peligroso. Un mundo donde la extinción mutante es un hecho y los poderes fácticos han convertido a esos supervivientes en víctimas que bien podrían ser los inmigrantes que cruzan las fronteras para salvar sus vidas, ya sea de Méjico a Estados Unidos o el pueblo Sirio intentando sobrevivir a la barbarie en una Europa que les trata como ciudadanos no ya de segunda, sino de tercera.
Es por ello que en Logan la violencia es cruda. Pero no de una manera efectista al estilo Tarantino para demostrar que es el cineasta que más mola, sino para reflejar el dolor de una raza. Y por eso los golpes duelen, la violencia impacta y las muertes remueven.
Además, el contexto y el background que plantea Mangold y sus guionistas en el primer acto es fascinante, dosificando la información y lo ocurrido con silencios y medias verdades que dicen más que si nos lo plantearan en un prólogo excesivamente explicativo. Porque todo lo vivimos a través de los ojos de Xavier y Logan, en conversaciones, actos y miradas que rinden homenaje al pasado de unos personajes que solo el más insensible de los aficionados no conseguirá que le recorra un escalofrío o se le escape alguna lágrima, es tal la humanidad que desprenden las interpretaciones de Jackman y Stewart.
Y no se me puede olvidar la tercera integrante del triángulo, Laura, conocida en el cómic como X-23, una niña idéntica a Logan y que lleva a la saga del mutante conocido como Arma-X a emparentarse con la bella y fatal amistad entre Kevin Costner y el T.J. Lowther en la maravillosa Un Mundo Perfecto de Clint Eastwood.
Mi único pero a un largometraje valiente y que abre nuevas puertas al género superheróico cinematográfico es que tras dos actos absolutamente brillantes, dinámicos y redondos, el tercer acto sin llegar a ser malo, ni muchísimo menos, quizá pierde parte del arrojo y la efectividad de los dos actos previos.
Y es por eso que me reservo el catalogar de obra maestra a Logan. Porque primero, ese termino lo dará el paso del tiempo y los futuros revisionados. Lo que queda es una película valiente y atrevida, diferente a todo lo que se ha hecho no solo con el universo mutante, sino con todo el género de superhéroes y que otorga a la saga ese componente épico y mítico convirtiendo a estos personajes en leyenda.
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