Tom King no solo es un escritor inteligente, sino muy listo. Porque es un escritor que sabe escarbar en cualquier época o personaje pasado para entregar una historia que parece evocar dichos tiempos para luego descolocar al lector con algo muy superior a lo que en principio creíamos que ibamos a recibir.
Y así, tras su fascinante "I am Suicide" y la corta pero intensa "Rooftops" donde diseccionaba de manera maravillosa la tortuosa relación de dos almas rotas como la de Bruce y Selina, nos entrega "I am Bane" título trampa al igual que "I am Suicide" y que el lector entiende cuando lee la saga al completo, cerrando el primer arco de su espero larga etapa al frente del personaje.
Si recordáis el arranque de la etapa de King, nos encontrábamos a Batman intentando aterrizar un avión de pasajeros montado casi a horcajadas en él, para que no se estrellara en el centro de Gotham. Esa hazaña imposible para un mortal como Batman, puede ser considerada heroísmo altruista, pero como bien nos avanzó King en "I am Suicide", no era más que una manera, al igual que todas sus acciones como vigilante justiciero, de morir.
Y esa visión de un Batman que desea la muerte es complicada de asimilar por el lector que considera a Batman un héroe sin mácula. Pero King, lo único que ha hecho es intentar entender a un personaje que desde la era Miller se ha convertido en un vigilante sombrío cuya única razón de existir es perseguir, atrapar y vapulear a todo criminal que se le pusiera en su camino, en una huída hacia delante que solo podía entenderse con lo que King nos planteó.
Así llegamos a "I am Bane" donde King coge a uno de los personajes más icónicos, por no decir el más, de la reciente historia del personaje, salido de la peor época del cómic de superhéroes americano pero le da, al igual que al Hombre Murciélago, una nueva vuelta de tuerca, donde le devuelve a sus raíces exageradas y burdas, en tono con los gustos de la época hiperbólica en la que fue creado pero esta vez por culpa de Bruce Wayne.
King nos entrega el duelo definitivo entre estos dos personajes, aderezándolo con detalles como ser capaz de reírse del personaje, su oscurantismo y su merchandising en esa genial comida con sus pupilos en ese Bat-Burger perverso o reinterpretar la obra maestra de Morrison y McKean si hubiera sido dibujada en los 90 por un Liefeld, Lee o McFarlane.
Pero tras todo esto nos queda la psique torturada y al borde del suicidio de Bruce Wayne, un Wayne atenazado por el recuerdo y la aprobación de la madre muerta, demostrando que hasta este momento no ha sido más que un niño asustado que no había crecido y que tras la decisión que toma al final del relato, nos encontraremos con un personaje diferente al que hemos conocido pero igual o más apasionante si cabe.
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