5 de septiembre de 2017

Twin Peaks: ¿Es el Futuro o es el Pasado? Reflexiones tras una final tan desconcertante como apasionante








“¿En qué año estamos?” grita un desolado Agente Cooper/Richard a una extrañada Laura Palmer/Carrie Paige tras visitar la casa de los Palmer habitada por almas diferentes en una nueva realidad. Pero el lamento y la desolación de Cooper abre la brecha entre dos mundos y esta nueva iteración de Laura Palmer escucha a la angustiada Sarah Palmer buscar sin éxito a su hija la mañana posterior a su muerte. Y Laura/Carrie grita mientras la casa de los Palmer se sumerge en las tinieblas. El misterio incocluso, el misterio eterno, el 8 de Philip Jefffries, la infinita búsqueda de respuestas. 

Ese grito escalofriante y el telón cerrado que representa la casa de los Palmer sumida en las tinieblas es el reflejo de una legión de espectadores que hemos buscado respuestas y explicaciones a lo ocurrido y cuyo reflejo en la pantalla es ese Agente Cooper, autoimpuesto salvador de princesas, que debido a ello, ha caído en el bucle infinito de la desesperanza y cuyo destino es similar al acaecido a otros agentes como Philip Jeffries, Chester Desmond o el propio Windom Earle. 






Así es como termina este retorno a Twin Peaks. Un retorno que nos ha tenido encandilados a sus seguidores a través de 18 apasionantes y extenuantes partes y que por supuesto se ha ido dejándonos con ganas de más. O no. Porque si en el primer visionado de esta finale apocalíptica y tras quedar aturdido por un epílogo que de nuevo expandía y remodelaba el universo de Twin Peaks, necesitaba una continuación, un segundo visionado y con la cabeza todavía echando humo, mi parte más analítica me dice que quizá todo está ahí, que solo tenemos que armar las piezas del puzzle. 

Esto ya había ocurrido en Twin Peaks. Lo que parecía un típico “whodunit” con personajes más o menos estrafalarios, se convirtió en algo más con la escena de la Habitación Roja del segundo episodio del serial, para volver a darle una vuelta de tuerca en el piloto de una segunda temporada, donde las profecías, la entrada de seres de otra realidad, se convirtió en la orden del día, para terminar una irregular temporada, con un nuevo golpe a la razón con esa cita con el destino que fue la entrada de Cooper a la Habitación Roja provocado po la falta de coraje suficiente. Y de nuevo, un nuevo paso más allá con Fuego Camina, Conmigo. 






Y este Regreso, a medida que han ido pasando los capítulos, ha sido un salto de fé continuo, desde la apoteósica e incómoda premiere, pasando por ese definitorio octavo episodio hasta llegar a un final y epílogo que entronca con las raíces de los sueños y las alucinaciones, donde somos testigos que todo es real y todo es imaginado, donde el sinfín de realidades, representado en el Teseracto que le entregaba The Fireman a Andy, se entrecruzan, se bifurcan y se fusionan. 

Desde un punto de vista que rompe la cuarta pared, este impactante final, demuestra aquello que no pudieron hacer Lynch y Frost en la serie original. El misterio de la muerte de Laura Palmer era la excusa, un misterio inescrutable que a medida que se averiguaba más, abría más incógnitas que las que resolvía, como si fuéramos arrancando lentamente los pétalos de la Rosa Azul, símbolo de los misterios inexplicables y perdición de aquellos que querían acceder a sus misterios. 






Pero ese misterio daba paso a las historias de mil y un personajes que habían sido tocados de lleno, o de refilón por el gran misterio, los cuales, dentro de ellos se encontraban otros mil y un misterios, quizá más terrenales, quizá más vulgares, pero que de la mano de Lynch y Frost, se convertían en misterios que merecía la pena resolver. 

Y así, de Twin Peaks pasamos a Deer Meadow y de allí a Buckhorn, South Dakota y de ahí a Las Vegas, para volver a Twin Peaks y sus múltiples portales dimensionales, encuadrados entre los bosques de Twin Peaks y el hogar de los Palmer, para llevarnos al desierto de Nuevo México, origen de todo, traspasándonos a Odessa, donde el misterio no hace más que continuar. 






Pero aunque todo cambie, hay dos elementos que se mantienen constantes en este multiverso. Laura Palmer y Dale Cooper, ya se llamen Carrie, Teresa Banks o Annie Blackburn ,o Dale, Dougie, Richard o Chester Desmond. Una víctima y un caballero de brillante armadura. La historia se repite incesantemente y el mago (Cooper) debe conseguir entrar entre dos mundos para poder solucionar un misterio inexpugnable que acaba sacando a ambas piezas del tablero de la “realidad”. 

En este juego de espejos, donde la Logia Blanca y la Logia Negra, se traspasa a la supuesta realidad entre ese juego de contrarios que son Twin Peaks y Deer Meadow, o el Twin Peaks del Regreso, reconvertido en Deer Meadow y una chispeante Las Vegas, donde las aventuras de Dougie son lo más cercano al espíritu y tono del Twin Peaks original, es todavía complicado, aventurado y pretencioso sacar conclusiones precipitadas, sobre todo cuando la obra original nos ha tenido ocupados y entretenidos 25 años, desentrañando la cantidad de interpretaciones que se podía sacar de ellas. 






A bote pronto, y basándome en mis impresiones tras el ataque a los sentidos que fue una finale que comenzó como un extraño pero brillante sueño y se acabó convirtiendo en la mayor de las pesadillas, dejo algunas de las conclusiones que mi embarullada cabeza es capaz de discernir y que seguramente serán papel mojado dentro de 24 o 48 horas. 

“¿Es el futuro o es el pasado?” es la frase clave de toda la obra. Porque el pasado y el futuro son maleables y todo ocurre en una dimensión externa donde no rigen las reglas del pasado, presente y futuro y todo ocurre a la vez, en un cinta de Mobius que no para de dar vueltas y que a veces se entrecruza, fusionando realidades. 






La bomba atómica abre un portal dimensional, expulsando a Judy y a Bob y a sus lugartenientes, los Woodsman, que a través de un cántico sobrenatural, insertan en la realidad a dichas entidades. Entrando Judy en la joven de Nuevo México que se convertirá en Sarah Palmer y que infectará con la semilla de Bob al joven Leland Palmer que vemos besarla de manera pacata previamente. 

Pero el destino de una Laura Palmer de la que se ha encaprichado un Bob encarnado en un lascivo Leland Palmer, rompe los planes de Judy/Mother cuando la mata, desobedeciendo las reglas impuestas por esos seres del otro lugar que vivían plácidamente alimentándose del dolor y el sufrimiento de los seres humanos, de sus pequeñas y grandes desgracias. Tanto Bob como Cooper posteriormente, rompen las reglas, cada uno a su manera, el primero matándola, víctima de su precipitada y descontrolada furia y el segundo, al intentar salvarla la noche de su fatídica muerte, cuando el drama de Laura había comenzado seis años antes. Ambos destruyen el frágil equilibrio entre el bien y el mal que existe en ambas realidades, dejando el primero un Twin Peaks yermo y el segundo, eliminando toda la magia que existía en este universo de Twin Peaks. 






Así, ambas némesis, aunque opuestas, complementarias, pagan ambas su pecado. Bob, ardiendo por el mismo Fuego con el que caminaba y Cooper, atrapado en un sinfín de realidades, cada vez más grises y más cercanas a nuestra realidad, no dejando descansar a una Laura Palmer que quizá no necesitaba seguir siendo La Elegida y solo quería vivir una vida tranquila y rutinaria. 






Pero no me quiero extender más, porque ya habrá tiempo de elucubrar y revisitar una población, una obra y sobre todo un estado de ánimo, como es Twin Peaks. Y volver a sumergirse en sus secretos, en sus misterios, en su atmósfera, tan mutable como eterna, tan compleja como apasionante. Solo dar las gracias a David Lynch y a Mark Frost por tan tremendo viaje. Por subir las apuestas 25 años después, con una continuación/reinterpretación de un material que fue tan adelantado a su tiempo, como este Regreso lo es en 2017. Si la historia termina en este pesadillesco viaje, me quedaré satisfecho y si quieren volver a adentrarnos en este fascinante mundo de espejos y reversos, me tendrán el primero, ansioso por saber como continúa un universo que se ha quedado impregnado en mi ADN para siempre. GRACIAS. 





































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