Mark Waid es uno de los autores imprescindibles para entender los tebeos que intentaron romper con la influencia de los autores ingleses de finales de los 80 en los tebeos americanos. Junto a Kurt Busiek, comenzaron a desarrollar una serie de tebeos que intentaron devolver aquello que les faltaba a los lectores veteranos los elementos que se habían perdido a finales de los 80 y a principios de los 90, con obras como Astro City o Marvels, Busiek o Kingdom Come, El Capitán América o Kazar, Mark Waid.
El paso de las décadas ha sentado mejor a Waid que a Busiek, sobre todo en los últimos años, cuando Waid ha entregado una memorable etapa de Daredevil, que se acercaba más al Hombre sin Miedo, pre-Miller, pero sin olvidar la oscuridad que se cernía y se cierne alrededor del personaje.
Y así, tras la marcha de la amada y odiada a partes iguales etapa de Jonathan Hickman al frente de Los Vengadores, Mark Waid tomó las riendas del título principal de Los Vengadores tras las Secret Wars. Parecía que el tono clásico de Stern, Shooter o Thomas iba a volver al tebeo de referencia del lector de la Marvel clásica, huérfano de su serie y de sus personajes, desde que Brian Michael Bendis tomara las riendas de los mismos en el año 2004.
El primer acto de esta etapa de Mark Waid, aunó a jóvenes y viejos héroes, en una extraña fusión que nunca llegó a cuajar, porque los acontecimientos de Civil War 2 no le dejó tiempo al guionista para ahondar en esta ecuación de viejas glorias y superhéroes de la nueva Marvel. Y el grupo se deshizo, entre los jóvenes Vengadores que fundaron su propio equipo, Los Campeones y los héroes veteranos, o por lo menos sus símbolos, que se habían quedado sin medio equipo y sin financiación, con un Stark en coma y un nuevo comienzo en apariencia fulgurante, para ambos equipos.
Waid arranca su nuevo volumen al frente del supergrupo, apoyado por un villano clásico, Kang, que le sirve para rematar una historia que comenzó en su anterior arco argumental, pero que quedó inconcluso con la llegada de la mencionada Civil War 2 y sus múltiples tie-ins. A los lápices le abandona un desmejorado Adam Kubert y se le une Mike del Mundo, un fascinante ilustrador, pero que no encaja en las historias que plantea Mark Waid.
Porque lo que no llego a entender es si Marvel quiere reencontrarse con el lector veterano, le da un dibujante que no está a gusto con el género y el tebeo que le encomiendan, consiguiendo que los guiones a priori interesantes de Waid no cuajen y se corten como la mayonesa con el atrevido pero muchas veces ininteligible arte de Del Mundo, en una historia de paradojas temporales algo vacía y precipitada al que no ayuda el trabajo de Del Mundo, donde un Carlos Pacheco o un Leonard Kirk habrían encajado mucho mejor.
Los Campeones en cambio funciona mejor en su conjunto. En ella, Waid vuelve a reunirse con Humberto Ramos tras su Impulse para DC Comics y uno de los iniciadores del amerimanga en el cómic americano. Y si sus Vengadores pretenden ganarse a los lectores que se iniciaron en los años 80, estos Campeones van dirigidos a los que comenzaron a leer en los años 90 y se quedaron fascinados por tebeos como Gen 13.
El supergrupo está formado por las nuevas generaciones de héroes Marvel, comandados por Kamala Khan y secundados por fan-favorites como Miles Morales, la hija de La Visión de Tom King, Amadeus Cho o el nuevo Nova. Y es un supergrupo que lucha por el ciudadano de a pie, por problemas sociales y se comunica a través de las redes sociales.
El problema, a parte de que en siete números tampoco a pasado gran cosa, ni se arranca una trama que invite a seguir la colección como si te fuera la vida en ello, es que un escritor que ya peina canas, quizá no sea el indicado para dar voz a unos millenials que son como extraterrestres para todos aquellos que no han nacido a partir del año 2000.
Por eso lo más destacable, a parte del carisma que desprenden estos personajes, más por el trabajo que han hecho otros autores en sus series respectivas que por lo conseguido por Waid, es el arte de Humberto Ramos, que consigue que la lectura de este tebeo ligero sea agradable, aunque eso no quita que una vez leído, se olvide con la misma facilidad que se ha leído.
En definitiva, dos intentos de traer una magia perdida que no consigue cuajar porque ambas series se quedan a medio gas de sus intenciones y porque seguramente la magia de tiempos pasados nunca se puede traer de vuelta y lo que hay que hacer es realizar tebeos contemporáneos que sean tan buenos y relevantes como aquellos en los que estas dos series intentan mirarse sin conseguirlo.
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