20 de febrero de 2015

Vengadores Secretos de Ales Kot y Michael Walsh: ¿Quién decía que estaba todo inventado?


 ¿Cuántas series de Vengadores hay en la actualidad? Vengadores a secas, Nuevos Vengadores, Poderosos Vengadores, Vengadores Arena, Vengadores Mundiales y Vengadores Secretos... Y como todo lector veterano sabe, una ingente cantidad de títulos de una misma línea significa que muchos de ellos son series de relleno para aprovechar el éxito de unos personajes en un momento determinado. Y seguro que muchos de vosotros habéis dicho que hasta aquí, que no vais a pasar por el aro de las grandes editoriales. Y uno de los títulos que habéis decidido que no merece la pena son estos Vengadores Secretos, ¿verdad? Pues craso error.



Y no es que no tengáis razón, porque los inicios de este título no fueron muy prometedoras, y eso que los autores que estaban al mando fueron, en orden de aparición, Ed Brubaker, Nick Spencer, Warren Ellis y Rick Remender. Pero ninguno de ellos, exceptuando quizás Remender que junto a Matteo Scalera (equipo creativo en la actualidad de la maravillosa Black Science de Image) supo darle una personalidad y un tono propio a un título que tenía muy difícil convencer a sus potenciales lectores. 



La cosa comenzó a mejorar en la siguiente etapa de la colección, guionizada de nuevo por Nick Spencer y que supo centrarse en unos personajes concretos (María Hill, el nuevo Nick Furia, el Agente Coulson, Ojo de Halcón y la Viuda Negra), a los que supo hacerles interactuar, convirtiendo una colección sin rumbo, en el equivalente a los tebeos de Nick Furia de Steranko, por supuesto salvando las distancias. Pero al final de una etapa reivindicable, apareció como coguionista el desconocido Ales Kot, autor de otro de esos tebeos de Image Comics de los que todo el mundo habla maravillas y el cual tengo pendiente todavía de comprar: Zero.



Pero visto lo visto en esta nueva iteración de los Vengadores Secretos, Ales Kot es otro más de los nuevos guionistas que se deben convertir en lectura obligada en esta nueva edad de oro del cómic americano, porque Kot demuestra en este tebeo su amor por los cómics clásicos, sobre todo gracias al trabajo a los lápices del otro descubrimiento de la colección, Michael Walsh, que sigue los pasos de autores como Pulido, Aja y Wes Craig, con un estilo limpio y moderno, reforzado por un digital que devuelve las paletas de color limitadas y la trama de los tebeos de hace décadas.


Un clasicismo estético que rompe con una narrativa posmoderna que hace un uso perfecto de una estructura narrativa fragmentada, rupturas de la cuarta pared, un humor autorreferencial y unos conceptos que mezclan sin pudor y de manera tremendamente efectiva a Borges, humanoides con sentimientos, villanos enamorados, héroes autoparódicos y un sinfín de elementos que debes descubrir en sus páginas, sin olvidar una trama de espionaje con todos sus elementos que te mantienen en vilo y que te hacen esperar cada entrega mensual como si no hubiera un mañana.



Humor, inteligencia, superhéroes, conceptos metafísicos, ciencia ficción, espías y misterio es el resumen de lo que encontrarás en estas páginas. No te pierdas la oportunidad de leer en tiempo real un tebeo que con el paso de los años se convertirá en un título de culto y una muestra del buen hacer de la Marvel del nuevo siglo. Avisados quedáis.




La Cosa del Pantano Libro 6 de Alan Moore: Un final diferente y arriesgado para una serie única






















Como ya había adelantado en el anterior post de la memorable etapa de Moore al frente del personaje, el camino final que el inglés tenía previsto para el elemental no sería un paseo fácil, ni para la criatura ni para sus seguidores. Yo fui uno de aquellos lectores que en el momento de su aparición no supe entender el cambio de tercio que sufrió la colección a las puertas de su final.



Dice Stephen Bissete en la introducción que precede a este sexto y final tomo de la nueva y excelente edición que ha editado ECC, que Moore por aquel entonces (hablamos del año 1987) estaba en su pico mayor de producción, no olvidemos que fue el año en el que estaba acabando Watchmen, el tebeo que para bien o para mal le definiría a él y su trabajo.



Pero creo que debido a la asombrosa habilidad e imaginación que el mago de Northampton ha demostrado a lo largo de toda su carrera, ese stress no lo transmitió en el resultado final que ofrece este volumen. Cierto es que necesitó de la ayuda de Stephen Bissete y Rick Veitch para que guionizaran un par de ejemplares de este final de etapa, pero el resto escrito por el inglés se puede codear con sus mejores trabajos.



En los fill-ins perpetrados por Stephen Bissete y Rick Veitch, hay que decir que Bissete, uno de los ilustradores más originales y diferentes de la historia del cómic, entrega un número de relleno centrado en Abby y su pasado que no deja de ser correcto, pero que al compararlo con el resto de la obra no queda muy bien parado. No puedo decir lo mismo con el número escrito por Veitch, completamente integrado en la odisea espacial que estaba desarrollando Moore y que ha servido a Morrison para el desarrollo que este ha ido planteando del Cuarto Mundo de Kirby a través de su carrera en obras como Crisis Final o Los Siete Soldados de la Victoria, además de servir de prólogo a un autor que luego ha entregado obras tan magistrales y poco reconocidas en el global de los lectores como El Uno, Maximortal, Noñatos o el Greyshirt que realizó para el sello ABC de Moore. Un autor a revalorizar. Mientras tanto, Moore sigue demostrando su ingenio en episodios como las dos partes de La Cosa del Pantano en Rann, el planeta de Adam Strange, escrito en su mayor parte en idioma alienígena y cuyo concepto de la ciencia ficción es más cercano a los tebeos que realizaba Moore en la publicación 2000 AD que a los tebeos de Gardner Fox de los años 60, sexualizando de manera más evidente a unos personajes originalmente asexuados.



Tras estas dos partes y el relleno de Stephen Bissete, llegamos al que quizás es la joya de este volumen y una de las grandes joyas de la colección, "Amando al Alienígena", quizás uno de los tebeos más revolucionarios conceptualmente de la obra de Moore, un reverso tenebroso de su magistral "Ritos de Primavera" y que sirve como preámbulo a experimentos ya más pulidos y logrados como el capítulo final o epílogo de From Hell o la mayor parte de lo que sería Promethea, por poner un par de ejemplos.



Tras este choque a los sentidos que es el número 60 de la serie, nos encontramos con un número que he redescubierto en esta nueva relectura, centrado en las consecuencias de que nuestro protagonista vuelva a formar su esencia en un planeta formado por seres vivos cuya composición es vegetal. Un tebeo que necesita de varias lecturas y relecturas para darte cuenta de la perfección conceptual y estructural que atesora este ejemplar, además de servir también para seguir desarrollando la escasa mitología del universo de Green Lantern, que el guionista ya había comenzado en relatos cortos en la serie regular de Green Lantern y en su serie complementaria, Tales of The Green Lantern Corps entre 1985 y 1987 y que sirvieron de base a Geoff Johns para su reconocida y laureada etapa al frente del personaje durante casi 10 años.



Y tras el magnífico ejemplar de Veitch, llegamos a los dos últimos ejemplares de la etapa Moore, un epílogo en dos partes, donde Moore cierra todos los cabos sueltos que le quedaran por cerrar, reúne de nuevo a Swampy con su amada Abigail, da una sensación de cierre a lo que bien podría ser el final de la historia del personaje, y plantea en sus páginas finales una visión crítica de la necesidad del concepto de héroe en nuestra civilización, rematando así una de las mejores y más influyentes obras de arte que el mundo del cómic ha entregado en toda su historia. En definitiva, una obra única y magistral que se merece mil y una relecturas.

17 de febrero de 2015

Deadly Class de Rick Remender y Wes Craig: Adolescencia y Ultraviolencia

























De la nueva hornada de guionistas que han aparecido en los últimos años, Rick Remender es quizás uno de los autores más heterogéneos de ellos, capaz de saltar sin ningún tipo de complejos del tebeo más mainstream y complacer tanto a los lectores de superhéroes de toda la vida como a lectores que han abandonado o nunca se habían acercado a un género que todavía muchos, incluso dentro de la industria, miran con recelo, a obras más personales pero encuadradas en el género de la ciencia ficción como Fear Agent o su más reciente Black Science.



Lo que todavía no habíamos visto en su ya extensa obra era un tebeo llamemos realista y más cercano a los gustos del sector más independiente de los lectores. Y por el momento, Deadly Class es ese cómic. Un cómic que en un principio y gracias a sus imágenes promocionales parece más un tebeo gamberro y cool, más cercano a las obras de Mark Millar o al cine de Tarantino. Y nada más lejos de la realidad.



Detrás de ese aspecto de tebeo ligero, nos encontramos con una aproximación cruda de las dificultades y el duro camino que todo adolescente debe pasar como rito de pasaje en su vida para pasar a la edad adulta. Por supuesto, llevado al extremo al que es llevado nuestro protagonista, Marcus López, un adolescente que vive mendigando en la ciudad de San Francisco a finales de los 80 tras haber presenciado de niño la muerte de sus padres y que es reclutado para asistir a un instituto donde las grandes familias mafiosas llevan a sus retoños para convertirlos en la nueva generación de asesinos.



¿Y cómo puede ser realista un tebeo con una premisa tan bizarra y descabellada? Por el tono que le imprime Remender, convirtiendo a un conjunto de estereotipos (estética japo cercana al anime y al manga, un conjunto de personajes que pertenecen a grupos y estratos sociales muy característicos) en personas de carne y hueso que además sorprenden al lector al no actuar como todos creemos, basados en unos prejuicios que por mucho que intentemos evitar para ser lo más políticamente correctos posible, todos tenemos en mayor o menor medida.



Pero un buen tebeo se convierte en un magnífico tebeo cuando un buen guión se acompaña con un buen dibujo. Y aquí Wes Craig, el dibujante de la serie, cumple con creces, entregando en cada página un prodigio de narrativa y dinamismo, componiendo páginas y páginas de puro ritmo, sabiendo cuando acelerar y cuando frenar la narración y los tiempos de lectura y demostrando que todavía no está todo inventado en el mundo del cómic, con esa ecléctica mezcla que funde sin tapujos a autores tan dispares pero complementarios como pueden ser Klaus Janson y Bill Sienkiewicz, sin olvidar autores más contemporáneos como Chris Ware, David Aja o Javier Pulido.



No puedo terminar esta reseña sin destacar al otro 33% del éxito de este cómic, el uso del color de la mano de Lee Loughridge, que nos retrotrae a la limitada paleta de colores del mundo del cómic previa a la explosión digital y que le sirve para preparar anímicamente al lector con aquello que se va a encontrar en cada página de un tebeo valiente, original y una nueva muestra más de lo que es capaz de entregar al mercado una editorial como Image Comics.


12 de febrero de 2015

Jupiter's Ascending: Los Wachowski se la pegan a lo grande




























Vaya por delante que me encantan los hermanos Wachowski. Lazos Ardientes me parece una magnífica ópera prima, un thriller noir pequeño en intenciones pero grande en talento, su primer Matrix es un prodigio de guión, dirección y sense of wonder (aunque beban en demasía de Los Invisibles de Grant Morrison), sus dos secuelas, Reloaded y Revolutions, aunque no son perfectas y tengan sus numerosos defectos, me parecen dos productos arriesgados y que no dieron al público lo que esperaban y la denostada Speed Racer es una película que se merece desde ya estar en el podio de películas incomprendidas. No puedo decir lo mismo de Cloud Atlas, un filme demasiado ambicioso pero que finalizado su metraje me dejó la impresión de que tenía demasiados condimentos para un plato tan insípido.



Y llegamos a Jupiter's Ascending, el regreso de los hermanos al cine de ciencia ficción que les encumbró a lo más alto. Un regreso que los hermanos necesitaban tras una década de fracasos de taquilla que hacía peligrar el estado que seguían manteniendo de privilegiados en Warner Bros (libertad creativa, presupuestos estratosféricos, etc...). Y es estimable que los Wachowski intenten arriesgar creando una space opera original, en una época que las historias originales brillan por su ausencia.



Pero lo que no es de recibo es la película que han entregado a los espectadores. Un batiburrillo de ideas, conceptos, personajes y géneros que no casan los unos con los otros. Una historia sencilla (princesas y caballeros andantes) que los Wachowski intentan liar sin ningún sentido ni razón, con una historia mal contada y mal estructurada, que no da información, sino que la vomita, no permitiendo que la historia avance de manera natural, ya que es interrumpida constantemente por escenas y líneas de diálogo de exposición donde los personajes hablan y hablan sin parar, confundiendo y no explicando, mientras a su alrededor vemos pasar una ingente cantidad de personajes y razas alienígenas que no tienen el suficiente tiempo en pantalla para destacar o hacer algo, rodeados de un diseño de producción que va de lo sublime a lo ridículo, haciendo pensar en algunos momentos en clasicos del kitsch o del camp como Zardoz, Barbarella o el Flash Gordon de Dino de Laurentiis.



Los personajes y los actores que los interpretan lo tienen difícil con un guión que necesitaba de unas cuantas reescrituras y un par de películas más para poner en orden el batiburrillo de ideas que han escupido los Wachowski en las dos horas de metraje de una película que se hace eterna. Mila Kunis es la improbable heroína y elegida de un relato por el que su personaje pasa como Pedro por su casa, Channing Tatum es el que mejor parado sale con su personaje, quizás lo más atractivo y creíble del filme y terminando con Eddy Redmaine, un joven y buen actor que aquí tiene la difícil papeleta de interpretar al villano más histriónico y ridículo que puedo recordar en mucho tiempo. El resto del innumerable reparto de personajes que rodean a la producción poco pueden hacer con una trama que se tambalea y unos diálogos que rozan y superan con creces la pedantería y el ridículo.



Y que decir del apartado visual de los Wachowski. Impecable en su técnica, pero que dista mucho de lo que esperamos de ellos. Todo es correcto, pero nada destacable. No hay ninguna escena que provoque el asombro del espectador, al estilo de la primera vez que vimos el bullet time en el primer Matrix, la persecución en la autopista en Reloaded, el enfrentamiento final entre Neo y Smith en Revolutions o las vibrantes y dinámicas carreras de Speed Racer. Una verdadera lástima.



Una pena, porque dentro de Jupiter's Ascending se esconden las semillas de una buena película y el germen de lo que podría haber sido una muy buena saga de ciencia ficción. Pero un guión que necesita de múltiples reescrituras y un cambio de estructura y una dirección y un tono que va de lo épico a lo ridículo de una escena a otra, reducen Jupiter's Ascending a la que es la peor película que han entregado los hermanos Wachowski en toda su carrera. 
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